LLANO es su apellido, Guillermo Llano se llama el chico, 17 primaveras de experiencia en la vida; porque el camino que ha escogido no hace para nada referencia a su apellido: el motociclismo, una cuesta empinada cuando se trata de tentar al profesionalismo. Vecino de Plentzia, zona espiritualmente motorista, como Bizkaia y Euskadi en general, pero, igualmente, falta de infraestructura su población y sus alrededores, busca hacer su hueco, proyectar su potencial a mayores cotas.

La historia personal de Llano, él mismo, transparente, jamás apelando a la lástima, la arranca así: "Cuando era pequeñito me costaba relacionarme con la gente. En el colegio me hacían un poco de bullying". El cambio de residencia, trasladándose a Plentzia, de donde se considera, giró su vida hace casi una década. "Desde el primer día aquí me sentí a gusto, con los nuevos amigos, colegio... Comenzó la mejor etapa de mi vida", prosigue. El chaval empezó a dar rienda suelta a su afición. "Mi padre (Juan Carlos) tuvo un grave accidente, corría con motos clásicas y pruebas de resistencia, entonces lo dejó, pero para volcarse conmigo". En ese momento, 2009, el proyecto se impregnó de seriedad, trascendió del hecho de ser un hobby. Porque la toma de contacto ocurrió con 3 años y medio, a lomos de una minimoto con ruedines por injerto.

No pudo ir mejor la primera experiencia en competición. Con una Derbi GPR 80c.c., Llano se erigió en campeón de Bizkaia, de Euskadi y del Zona Norte de España en 2009. Una revolución. "Mi madre me decía que ojalá se me diera mal", ríe. Amor materno, proteccionista. Pero el chico iba rápido. Era evidente. Y, buena compañera, como dice, la sensatez viaja en su maleta. "Estar sano de cabeza es una de las cosas más importantes". Su pasado, un tanto martirizado, juega ahora a su favor. Conoce los polos. Se siente querido. Especialmente ahora que crece exprés en su pasión; sin dejar de lado unos estudios que persiguen ligar su futuro al mundo del motor. "Quiero ingeniería". La mecánica como una alternativa.

Superados los ruedines, dejados atrás circuitos de coches de radio control, el arte del motocross y con el pan de unos resultados bajo el brazo emprendió su segundo año de concurso. "¡Como para decirme que no volvía a rodar!", bromea, abanderado por una ilusión que es familiar.

forjado en precariedad "Esto ha ido produciendo un acercamiento a mi padre", repasa, versa sobre un tipo que ejerce de mecánico autodidacta para su hijo, en precarias condiciones, lo que vislumbran como un valor añadido. "La lectura es que en deficiencia aprendes mucho, te hace crecerte porque siempre te falta. Tienes que poner de tu parte", expresa Juan Carlos. Al optimismo se anclan.

En 2010 la aventura continuó en dos partes: 80 c.c. y 125 c.c.. Fue 3º de Euskadi en la primera, disputando solo media campaña, y firmó podios en la segunda, en el Zona Norte, con una moto de modificación casera. A la base de la 80 c.c. le colocaron un motor 125 c.c..

En 2011 fue 2º en el Zona Norte, y 3º de Euskadi y Castilla-León, en la categoría del octavo de litro. Burbujeó su notoriedad y la estructura del cocinero Karlos Arguiñano le reclamó para 2012, para la disputa del Campeonato de España de Moto2. Pero la crisis económica global se entrometió. Guillermo renunció por falta de presupuesto. Habiendo rodado "siempre en deficiencia, no solo por el aspecto económico (no posee patrocinadores), sino por su corpulencia", para 2012 decidió mediar en uno de los problemas. "Compramos una Yamaha R6 de 600 c.c. de segunda mano, porque la desventaja de peso se reduce con motos grandes".

La nueva etapa, amparada por el altruismo de su generoso entorno, amigos, mecánicos, talleres, tiendas... Personas como Beñat Aginaga, que trabaja en un taller de Mungia y presta servicios a precio de amistad. Son los pilares de un proyecto amateur con esperanza de profesionalismo. "Dicen que esta es la gente que vale, quienes ayudan cuando no tienes nada". Eternamente agradecido, Guillermo. Juntos de la mano, se embarcaron en el Cto. de Promoción Castellano-Manchego, escalón inferior de los Castellano-Manchegos.

el salto Su irrupción fue gloriosa. Una carrera, una victoria con la renta de 20 segundos sobre el 2º en Albacete. "Ahí comenzó mi verdadero salto, coincidiendo con el paso a motos grandes". El episodio dejó una curiosa anécdota. "Al subir al podio, el 2º pensaba que había ganado. No sabían que estaba ahí". En la dulce resaca, una llamada telefónica del presidente de la Federación local, Julián Martínez, le invitó a saltar al apartado intermedio, la Copa Castellano-Manchega. En su segunda carrera con una 600c.c., volvió a ganar, en Valencia, por 9 segundos de margen. El celular volvió a sonar y la propuesta fue el ascenso a la cima, el Castellano-Manchego de Supersport. "Estaba asustado", dice. Se adentraba en un espectro donde la preparación de las motos es abierta y el dinero, sin limitación. "El requisito es que la moto cubique 600. Ahí vimos la importancia de la puesta a punto. Hasta entonces no lo sabíamos porque no nos había hecho falta", relata Guillermo. Se cayó en su estreno, por una bomba de freno adquirida de segunda mano que dejó de funcionar en carrera.

Llegaron unos resultados más discretos de lo habitual en Guillermo, hasta que un mecánico italiano, fabricante de suspensiones, ofreció sus servicios. "Nos cobra las piezas y la mano de obra es gratis, aunque, claro, no puede viajar con nosotros". La solución a la distancia es más que llamativa. "Sacamos una foto del problema y se la enviamos, para que trate de guiarnos a la hora de hallar soluciones", comenta Guillermo, mientras muestra una imagen de un neumático que ha padecido chattering. Con la única mejora de la puesta a punto, respecto a una moto de fabricación en serie, el panorama se tornó. "Terminé 5º en Albacete, ya a décimas de los mejores".

La gesta cautivó. "La semana siguiente era el Europeo de Supersport y me llamaron para correr como joven promesa". Es su última aventura. "Este ha sido el año en que hemos empezado a ser más profesionales. Y hemos llegado al Europeo", ensalza Guillermo. "Tiene mérito", añade; "no es mérito Guillermo, es que nos gusta mucho", solapa el aita, tratando de cazar pajaritos que no parecen merodear por la sesera del menor.

En el Europeo fue 7º de 17 pilotos en el apartado junior y 2º de ámbito estatal, siendo el más joven. "La gente alucinaba, porque íbamos con coche y remolque, y en el garaje estábamos Beñat, mi padre y yo. ¿Quién es vuestro técnico de telemetría?, nos preguntaban, y nos mirábamos riendo. Yo hago los bocadillos, decía mi padre. Había gente que ha estado en el Mundial. Jordi Torres, por ejemplo, tenía a una persona dedicada a pasar la aspiradora en el box", y sigue el joven: "claro, nosotros no llevábamos ruedas ni para todos los entrenamientos, mientras otros usaban una pareja para rodar tres vueltas". Y ello aderezado con los apuntes de una libreta, a modo de recomendaciones, del mecánico italiano. "Suelo preguntar, porque no tengo ni idea", dice Juan Carlos, manitas improvisado. Con estos medios, Guillermo se hizo notar. El lunes fue aplaudido en clase, admirado. Paradojas de la vida, aunque ha cambiado su forma de ser, ahora se le acercan. Espera, que pronto, también un patrocinador para prolongar su escalada.