bilbao. El ruso Nikolay Davydenko se ganó en la noche de ayer el derecho a disputar hoy, con Roger Federer como rival, las semifinales de la Copa Masters después de derrotar en dos horas y cuatro minutos de juego a Robin Soderling por 7-6, 4-6 y 6-3, lo que hizo que la victoria cosechada horas antes por Novak Djokovic ante Rafa Nadal no le sirviera de nada, ya que serbio y ruso empataron a dos triunfos y una derrota, pero el coeficiente entre sets ganados y perdidos favorece a Davydenko. En la otra semifinal, Soderling, que pese a la derrota terminó primero de su grupo, se verá las caras con el argentino Juan Martín Del Potro.
El que ya sabía que no iba a estar en la lucha por el título era el tenista balear. "¿Crisis? Ya me gustaría tener su crisis", apostilla el británico Andy Murray. Pero a buen seguro que a Rafa Nadal, con madera de ganador -y no es que Murray no la tenga, simplemente no ha llegado tan lejos como el de Manacor en esto del tenis-, no le es suficiente con ser el segundo mejor. Menos cuando se han conocido las mieles del éxito, cuando se ha catado del árbol divino. Ese fruto que solamente saborean los mejores. De su regusto nadie se cansa. Y lo cierto es que nadie duda de que Nadal no renuncia a nada y, por tanto, cuando juega lo hace para ganar. Pero su juego ya no es el de otrora, al menos, no le está reportando los mismos resultados. El balear está de ocaso.
Como el Barcelona o el Madrid de fútbol, que combaten bajo la premisa de victoria, la derrota de Nadal es sinónimo de fracaso. Más cuando el rival no es Roger Federer y lo que se busca es ser número 1. Ayer el protagonista, como lo fueran anteriormente Robin Soderling y Nikolay Davydenko, fue Djokovic, la tercera mejor raqueta del mundo. El serbio doblegó a Rafa por 7-6 (5) y 6-3 y ganó de forma clara y merecida el compromiso de la liguilla del Masters. Además, echó un poco más de tierra sobre Nadal, a quien muchos auguran un futuro incierto, en gran medida, por esos problemas físicos que se han hecho omnipresentes.
Ya durante los primeros suspiros en el O2 londinense se podía apreciar la baja calidad de la liza. Djokovic fue autor de 23 errores no forzados en un solo set. A pesar de todo, remontó el 0-2 inicial, ayudado en gran medida por la efervescencia de Nadal, quien hizo latente los pocos alicientes con los que contaba. De este modo, el partido se convirtió en una espiral que condujo a Nadal hasta el abismo, con tres derrotas en el casillero de la Copa Masters y ni un solo set contado a su favor. Rafa salvó dos match point en el noveno juego, pudo hacer break en el 5-3, pero Djokovic no lo permitió y alcanzó un triunfo que resultó ser baldío.