SU físico le delata. "Es un verdadero surfista", desvelan en la cafetería del Hotel Mundaka. Si bien se tira un aire a Diego Forlán -melena rubia ondeada, ojos pequeños profundos y azules, sonrisa alargada blanquecina y piel tostada- su estilo descarta que sea un futbolista: camiseta blanca del Billabong Pro Mundaka, pantalones que caen por debajo de la rodilla y chanclas. Tenían razón en el hotel. Pero Mike Dobos no es uno de los profesionales que estos días inundan la localidad vizcaina que ayer tampoco pudo disfrutar de la competición por falta de olas. Este estadounidense de 41 años lleva en Euskadi desde hace doce. "No hablaba nada de castellano, sabía decir justamente: ¿Me das una cerveza, por favor? Y preguntar: ¿Dónde está el baño? Luego aprendí otras palabras más útiles como: neska polita, eskerrik asko o agur. Aunque también es verdad que unas de las primeras palabras que aprendes en otro idioma son los tacos", afirma entre risas.
Mike llegó a Mundaka en 1995 como un turista más: "Fui a Madrid a visitar a una amiga y vine aquí durante quince días, pero se quedaron en poco. A partir de entonces decidí que era un sitio donde quería vivir el resto de mi vida. Pero no era nada planeado. Pasó por pura casualidad". El estadounidense se enamoró de la tierna pieza de Urdaibai. Con el encanto natural del municipio se conjugó la poderosa atracción que desata la ola izquierda de estas aguas. Un "cambio extremo" con respecto a su ciudad natal y a la vez "un sueño". "Florida es un buen sitio para aprender a hacer surf, pero si quieres seguir surfeando muy buenas olas, de mucha calidad, es un sitio escaso de buenas condiciones. No es un sitio en el que haya que quedarse porque no hay olas todo el año. Tampoco aquí, pero sí hay más a menudo", apunta.
Después de su viaje turístico, Mike solucionó el jeroglífico que supone poner todo el papeleo en regla y en 1997 se instaló en Mundaka. Por la noche, trabajo; por el día, surf. "Doy cursillos de surf en verano con la tienda de Craig (Sage, un australiano que fue de los primeros extranjeros en hacer de la localidad vizcaina su casa) y trabajo de noche en el hotel Mundaka. Ello me permite seguir un estilo de vida de surfista", se felicita. Eso sí, lo de currar por la noche, unas veces se lleva bien y otras "es un poco chungo".
Sin embargo, la sal del mar es medicinal. "Se pasa todo el día en el agua", comentan en el hotel. También la siesta, "que entra dentro de mi horario de surf", matiza con una sonrisa. "Esta vida es un sueño para cualquiera al que le guste este deporte. Entre eso, la buena gente de aquí y de los pueblos cercanos, estoy muy contento", proclama. Porque Mike es un embajador de Mundaka: "Es un pueblo pequeño, tranquilo, rodeado de monte y mar. Puedes hacer un poco de todo. Si quieres ir a un centro comercial, vas a Bilbao en un salto; si no hay olas, vas de excursión por el monte; si quieres hacer esquí, también hay nieve cerca. Nada está lejos. Es un sitio céntrico y es un pueblo superbonito con un paisaje increíble, buena comida y una de las mejores olas del mundo", describe Mike que suspira porque "es un privilegio vivir aquí".
No piensa regresar a Florida, aunque sí va a visitar a sus padres, a quienes echa en falta. Pero su familia mundakarra, con su novia de Bermeo a la cabeza, hacen que "donde me sienta en casa sea aquí".