Neomak: “Este disco es más pop, pero nos representan más el folk y la electrónica”
El grupo euskaldun femenino defiende ‘Lazturak orbain’ en la Azoka, un segundo disco sobre los cambios en la vida, los miedos y las cicatrices que dejan
Después de sus colaboraciones con Kepa Junkera como Sorginak, sus jóvenes integrantes se asientan como Neomak con un segundo disco que ha dejado a varias componentes por el camino pero que sigue a la búsqueda de una rica y desprejuiciada fusión de triki, percusión y electrónica. Lazturak orbain (Balaunka) es su apuesta en la Azoka, que llegará al Arriaga bilbaino el próximo 6 de enero, con entradas ya a la venta. “Es un disco más pop, pero nos representa más la fusión de raíz y electrónica”, explica Leire Etxezarreta.
Ha habido un gran crecimiento de las jovencitas Sorginak a las actuales Neomak.
—Si miramos atrás, parece que ha pasado mucho tiempo y, a la vez, casi fue ayer mismo. Ha sido un proceso muy natural desde que conocimos a Kepa hace unos 10 años. Tras trabajar con él, teníamos ganas de hacer algo juntas, un proyecto propio. Se inició de manera natural y sin grandes expectativas, tocando versiones antes de empezar a componer. Y casi sin darnos cuenta, aquí estamos con un segundo disco.
De la adolescencia a la juventud, no me atrevo a decir madurez.
—Eso es, seguimos siendo jóvenes (risas). Tienes razón, con Kepa la media era solo de 14 y 15 años. Hemos aprendido tanto en la vida como en la música, y con un proyecto propio, no como colaborador. En eso sí hay madurez.
¿Saben qué opina Kepa del grupo?
—En 2024, al tocar en el Arriaga, vino a vernos. Nos hizo ilusión y su feedback ha sido muy bueno, le gustamos.
Dicen que han puesto el corazón y el alma en este nuevo disco.
—Pasado el tiempo desde el debut, que fue natural y espontáneo, con este nos hemos tomado más tiempo para encontrar los sonidos específicos que buscábamos para reflejar el concepto del cambio de la vida y sus miedos. A veces, todo va demasiado rápido, en la rueda de la música también.
¿Alguna curiosidad técnica?
—Hemos trabajado con Olivera Estudi como productores, con Víctor y Pau, en Bañolas (Cataluña). Estuvimos allí centradas dos fines de semana, como de udalekus y trabajando a distancia también. Luego hemos repetido en casa con Haritz Harreguy, en Usurbil, que nos tiene muy pilladas en las mezclas y voces. Los temas han evolucionado mucho desde las primeras ideas.
Los cambios y miedos, obligados a cualquier edad, lo son más en la juventud ¿no cree?
—El disco habla de esos miedos y buscamos que en cada canción le miremos de una forma diferente. A veces, es más grande que nosotras y te supera, como cantamos en Galdera ikurrak, y en otras lo relativizamos y lo dejamos atrás.
Miedos pero con esperanza, fortaleza y espacio para los sueños.
—Eso es, así se afrontan los miedos. Los hemos tenido también al cambiar de formación y con los altibajos. Hay que relativizar todo, ya que los cambios son naturales, especialmente a esta edad, como dices. Eso te hace fuerte.
Son ahora solo cuatro miembros.
—Bueno… es algo natural. Llevamos muchos años juntas y ninguna nos dedicamos a la música de manera profesional. Así que tenemos dos trabajos, lo que no es fácil complementar y cansa. Y cada una es un mundo. Tocamos mucho, pusimos el piloto automático y llegó el momento de desconectar del proyecto y entre nosotras un verano. A la vuelta, cada una se replanteó su camino y Alaitz y Eneritz lo dejaron, como antes había hecho María. No pasó nada, el cariño y la amistad están ahí aunque seguir sí nos creó unas dudas que hemos utilizado como inspiración.
ETS también alude a las cicatrices que deja la vida en su disco actual. ¿Están la juventud más abierta ante el dolor y a las carencias afectivas?
—Totalmente de acuerdo. Pasa con la salud mental, que cada vez hablamos más de ella. Las carencias que crea este ritmo de vida son naturales y es para alegrarse que podamos hablar sobre ellas. Es lícito no estar bien siempre, sacarlo de cualquier forma es terapéutico; en nuestro caso con la música.
Musicalmente hablando, ganan las voces, las armonías y los ritmos y percusiones.
—Por esa parte no hay cambios, seguimos con las trikis, voces y panderos aunque alguna canción sí es más experimental.
¿La electrónica se está imponiendo a las trikis?
—No lo diría así, queremos mantener esa balanza aunque no nos obsesionamos con ello. Lo dejamos fluir y alguna, como Piztia, sí vimos que debía sonar como una kalejira, muy tradicional, pero otras, caso de Galdera ikurrak, hay triki pero sin presencia tradicional.
Adaptan la tradición al tiempo presente, pero ¿Neomak es una banda de pop?
—Jo… (duda). No nos gusta definirnos. Sí puede ser más pop este disco que el debut, pero el folk y la electrónica nos representan más. Esa es nuestra percepción.
Olatz Salvador, Bulego, Olaia Inziarte, Izaro, ETS, Zetak y hasta veteranos como Zea Mays abrazan la electrónica para expresarse.
—Es lo más propio a esta generación. Cuando empezamos no lo veíamos claro. Nos mandó unas bases el productor Alejando ‘Jimbo’ Páez y nos quedamos asustadas. Nos pareció demasiado… y ahora queremos más (risas). Fue algo natural, nos fue gustando y la electrónica es una herramienta más aunque escuchamos de todo. De Tapia eta Letura a Merina Gris o algo más punki como Roten XIII. Pero esta exposición constante es una mochila que pesa, te lo aseguro. Y no hay que romantizar estos tiempos de conciertos de entradas agotadas.
Los cambios los han trasladado también en la estética.
—Es natural aunque el peso de la imagen ha sido siempre importante, en el disco y en nuestra vestimenta. Con este cambio queríamos mantener algunas cosas, como el color azul en referencia al mahón, pero evolucionar algo, lo mismo que en la música. Lo hemos hecho con Eider, de Garikano Studios.
Aunque hay letras para la reflexión, ¿el objetivo es hacer bailar?
—Sí, sobre todo en los conciertos, que tenemos muchas ganas de arrancar. Diríamos a la gente que salte, cante, baile o haga lo que le salga, libremente. Una cosa no quita la otra.
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