¿Jeff Tweedy a la altura de los mejores Wilco?
El líder del gran grupo estadounidense publica el disco triple ‘Twilight override’, ambicioso, excesivo y ecléctico en estilos pero con mucho músculo y grandes canciones
A quién se le ocurre publicar, tal y como está la industria musical y este agitado mundo, un disco triple de 30 canciones y casi dos horas de duración? Pues a Jeff Tweedy, compositor prolífico y líder de Wilco, una de las mejores noticias que le ha ocurrido a la música estadounidense en las últimas cuatro décadas. El artefacto, Twilight Override (dBpm Records/Anti), es ya su quinto disco en solitario. Muchos lo tendrán difícil para minusvalorar este opus kamikaze, ambicioso y excesivo, ecléctico en estilos –rock, pop, folk, country, psicodelia–, grabado con sus hijos y varios amigos, y que contiene más músculo que grasa y se emparenta, en ocasiones, con lo mejor de su banda.
Relacionadas
En tiempos dominados por lo macro, también en las artes, no solo en economía, donde las películas no son tenidas en cuenta si no rayan las tres horas, Tweedy se descuelga ahora con un disco triple. Novedad, pero no tanto, ya que su discografía, tanto con su banda como en solitario, cuenta ya con varios álbumes dobles y a él se le conoce por su carácter excesivo y prolífico. Ajeno a las críticas, el músico asentado en Chicago ha llegado a declarar que no es obligatorio escucharlo… si no quieres, claro.
Cualquier análisis serio del álbum debe iniciarse por encuadrar a su autor y a su banda, Wilco, proyecto que se inventó Tweedy tras la separación de Uncle Tupelo, ariete del country alternativo que floreció a finales del milenio pasado y la banda estadounidense de rock más influyente de las últimas décadas. Y lo ha logrado durante más de 30 años navegando por meandros estilísticos, virajes ligados a la Americana pero abrazados a cierta experimentación, contentando a los adalides del folk y el country y, también, a los del rock alternativo, a la manera de Radiohead al otro lado del océano.
Y su análisis debe realizarse desde la menor subjetividad posible –la objetividad es una quimera– y una crítica ajena a la superlativa obra del grupo, estatus siempre convincente en directo y recuperado en parte tras discos recientes como Cruel Country y Cousin. Este quinto álbum en solitario va más allá de los trabajos previos de Tweedy, que sí, contenían gemas escondidas, pero se mostraban como divertimentos o exploraciones individuales. La mayoría de sus 30 canciones, publicadas el viernes y escuchadas a vuela pluma por motivos obvios, contienen más músculo que grasa, resultan convincentes, reflexivas, vigorosas y esperanzadas aunque, en ocasiones, se muestren ansiosas, sombrías y temerosas ante este tiempo que nos ha tocado vivir y la velocidad a la que corre el calendario: 58 tacos para él.
En familia y variado
Twilight Override, que se presentará en febrero de 2026 en Madrid y Barcelona, se grabó en su propio estudio, The Loft de Chicago, entre finales del año pasado e inicios del actual, y es la continuación de su trabajo de 2020, Love Is the King. Lo registró con la ayuda de sus hijos Sammy (voz) y Spencer (batería); las cantantes Sima Cunningham y Macie Stewart, que elevan algunos coros a la categoría de arte; el guitarrista James Elkington y el bajista Liam Kazar, todos miembros de su banda de gira en solitario.
Articulado alrededor de la guitarra acústica, Twilight Override desprende el aura de las obras magnas y resalta por su eclecticismo, ya que agrupa ozono folk, devaneos country, pasajes rock herederos de los 70, guiños al pop eterno y derivas experimentales y psicodélicas. Y siempre con el tono melancólico de su autor, espacio en el que mejor se mueve, como demuestran delicias como el spoken word de Parking Lot, con su bello cruce de pianos, guitarras y cuerdas; la folkie Love Is For Love o KC Rain (No Wonder), en la que alude a su tristeza innata. “No me extraña que nunca esté satisfecho”, canta.
También hay espacio para el pop prístino, entre violines, órganos y coros majestuosos, en la sobresaliente Caught Up In The Past; Out in the Dark, con su ritmo vivo en contraste con su letra oscura; Western Clear Skies y sus lalalás o Stray Cats in Spain, menor pero con gran encanto melódico en crecendo y alusión a la banda de Brian Setzer. Y no falta la electricidad y chulería del rock, claro, con guiños evidentes a The Velvet Underground y su líder, en temas como Lou Reed Was My Babysiter, en el que calca su prosodia y chulería vocal, Forever Never Ends y la experimental No One’s Movin On.
Como sucede en Wilco, esa experimentación se traduce en solos destartalados y disonantes, en bajos distorsionados y un grupo de canciones lisérgicas bañadas de psicodelia –New Orleans; Blank Baby con producción a lo Brian Wilson; Wedding Cake; un Too Real puro dream pop...– que conviven con los pasajes puros ligados a la desnudez del folk y las slides country de Love Is For Love; Sign Of Life, Throwaway Lines o This How It Ends. Y por por encima de todas, Feel Free, con sus siete minutos y sus guiños a The Beatles y a los Stones, al deseo de libertad y al compartir: “Haz un disco con tus amigos, canta una canción que nunca termine”.
Luz entre las sombras
Opus que busca hacer frente “al abrumador sentido de decadencia”, según su autor, y que aboga por enfrentar “la creatividad y la luz a la oscuridad”, Twilight Override pone su esfuerzo –con Tweedy en el diván, a veces sintiéndose “sucio y plano como un viejo felpudo de bienvenida” mientras “el mundo sigue desmoronándose”– en el amor, en “buscar una mejor canción para que ames”, advirtiendo que “una pequeña flor” despunta entre “las grietas de las aceras”. Y aunque vea muchos ojos tristes y se sienta ondear “a media asta”, bracea entre “la nada y la pesadilla” a ritmo de rock. El rock’n’roll nunca va a morir, clama como Neil Young, porque los muertos no mueren.