María Luisa Barrio, responsable de Patrimonio Artístico y de Archivo Histórico de BBVA desde hace una década, disfruta al volver a contemplar las obras que dotan de prestigio a la segunda planta de la sede del BBVA en el número 12 de la Gran Vía de Bilbao. Se acerca a los óleos con mirada experta. “Nuestra misión es investigar, conservar y difundir el patrimonio histórico, documental y artístico del BBVA. Un patrimonio de 9.000 obras de arte repartidas por todo el país. En torno a un millar han sido ya investigadas, documentadas, catalogadas y publicadas en su web. De las otras 8.000, muchas están investigadas, pero resta escribir y publicar sobre ellas. En esta oficina contamos con en torno 300 obras de arte”, explica Barrio.

Su tarea no resulta sencilla. La que debe gestionar es una colección de colecciones. “BBVA es la suma de 150 bancos que se han fusionado a lo largo de 167 años, cada uno con su propia colección”, revela.

El edificio de Gran Vía 12 presenta la fachada en el chaflán. Es como si el arquitecto Pedro Guimón hubiera querido remedar a principios del siglo XX la proa de un poderoso barco mercante navegando a todo trapo. El enorme Hermes con caduceo, alegoría del comercio, obra de Moisés de Huerta, que reproduce con talento el Médici Mercurio florentino de Giambologna, sería el mascarón de proa. Allá arriba, en su templete elevado del vértice de Mazarredo con Gran Vía. Y las esculturas de Chirino y Quintín de Torre que decoran el severo aire de modernismo londinense la planta baja, solo aperitivos artísticos.

Un pasillo infinito articula la segunda planta. Gira cuatro veces hacia dentro en ángulo recto, deja salas de reuniones y de juntas en su interior y grandes despachos y espacios auxiliares hacia el exterior. Todas, abiertas al arte de primer nivel. En el pasillo, a mano izquierda desde la solemne escalera de acceso, Danzas suletinas, de José María Ucelay, presentada en la Bienal de Venecia de 1956 y considerada una de las obras más significativas del pintor. El lienzo, impresionante, minucioso, dotado con la pátina onírica que caracteriza al pintor de Bermeo, es un apreciado invitado en las exposiciones de museos importantes.

Iturrino y Zuloaga

Al fondo de ese tramo de corredor, otra creación magistral. Brillan los mantones claros de las mujeres que protagonizan la Fiesta en el campo de Francisco Iturrino. Las sedas de Manila, el influjo del fauvismo y el genio recién regresado del París de principios de siglo se desparraman por una tela de dos metros de alto por más de dos y medio de ancho. Dan ganas de arrastrar por la alfombra alguno de los sillones de un despacho y sentarse a admirar cada pincelada. Y olvidar el tiempo. Seguro que regresará a la exposición temporal de esta o aquella pinacoteca.

A mano derecha de la escalera aguarda el odontólogo norteamericano mister Halley-Schmidt. O, lo que es mejor, su retrato, fruto de la inacabable capacidad de Ignacio Zuloaga. Un sportman, cuyo perfil recuerda al del actor Beau Bridges, posa en lo alto de una roca durante un partido de golf que se celebra por aquellos alegres años 20. Todo en el óleo es virtuosismo pictórico, en especial esa mano derecha cuyo meñique descansa sobre el mástil del palo de golf. Impacta.

Muy cerca, otro Iturrino. Las pinceladas de Mujer con abanico vibran de un modo que asombraría hasta al propio Paul Cézanne. Es una la manola cubierta con mantón de Manila y vestido claros, rosáceos, que sujeta un abanico muy verde y lleva el cabello, muy negro, recogido. Resulta hipnótica.

En la misma zona asombra el Rapto de Helena, creación de Juan de la Corte fechada en la primera mitad del siglo XVII, algunas cuyas hermanas penden de las paredes del Museo del Prado. Del XVIII datan las dos vistas de Venecia firmadas por Jacopo Fabris y que destacan en el mismo pasillo de la actual sede del BBVA en Bilbao. O el Regreso de la fiesta, pintado en 1885 en Roma por el bilbaino Anselmo Guinea.

Artistas vascos

Guinea, Iturrino, Ucelay, Zuloaga. También los Pescadores en el puerto de Bermeo de Alberto Arrue. Y el Lobo de mar de Valentín Zubiaurre. Y pinturas del joven García Ergüin. O de la sensacional Menchu Gal. Reunidos en unos pocos metros. “En la colección hay alrededor de 600 obras de arte vasco de primerísima calidad. Como las que se encuentran aquí y otras, como el Elogio del Hierro III, de Eduardo Chillida, que BBVA ha depositado recientemente al Museo de Bellas Artes de Bilbao y que se trasladará allí durante los próximos meses”, explica María Luisa Barrio. La experta pone otro ejemplo de la querencia de la entidad financiera por los artistas vascos. “Cuando el Banco de Bilbao abre su sede en Madrid, en Alcalá 16, encarga a Aurelio Arteta la realización de los frescos”, señala. La obra, concluida en 1923, mide 36 metros de largo por dos de alto.

Las obras de arte que formaban parte de los fondos del Banco de Bilbao, el Banco de Vizcaya y el Banco del Comercio representan una parte relevante de la Colección BBVA. Explica Barrio que estas entidades financieras “mantenían en el siglo XIX mucha relación con Inglaterra y los Países Bajos; por eso hay núcleo importante de obras de arte holandés, flamenco y también inglés”. Se nota en la segunda planta de la sede de Gran Vía 12. Por ejemplo en el exquisito óleo sobre tabla titulado Retrato de joven, anónimo, que responde a la tipología flamenca de finales del XV o principios del XVI.

La decoración resulta tan poderosa y la sucesión de obras tan abrumadora que el grabado de Tapies que despide a la visita que regresa a la escalera pasa prácticamente desapercibido.

En Bilbao

Dos exposiciones a la vista

Obras maestras. La tercera misión de la Colección BBVA, además de investigar y conservar su patrimonio, consiste en difundirlo. Para eso se realizan exposiciones. “Organizaremos en la sede de San Nicolás, en Bilbao, una exposición con una selección de nuestras obras maestras de los siglos XVII, XVIII y XIX”, adelanta María Luisa Barrio. Tienen previsto que se expongan obras de Goya, Iturrino, Zuloaga, Carreño de Miranda, Juan Pantoja de la Cruz, etc.

l Documentos. La otra exposición tiene relación con el archivo documental. BBVA firmó un convenio con el Gobierno vasco mediante el cual ha depositado en el Archivo Histórico de Euskadi fondos documentales de familias, empresas e instituciones vascas para que fueran puestos a disposición del público. Preparan una expo sobre el periodo 1901-1957.

Obra gráfica

Liberalización. A partir de los años setenta del siglo pasado se produce la liberalización del sistema bancario y se abren sucursales en todas las localidades. Y todas se decoran.

Grabados. Adquirieron carpetas de grabados obra de grandes artistas contemporáneos del momento como Pablo Palazuelo, Antoni Tápies, Antoni Clavé, Luis Gordillo, Amadeo Gabino o Alfonso Albacete entre otros.

Artes decorativas

Calidad de museo

La Colección BBVA incluye muebles, porcelanas chinas, relojes de pie y muchos objetos más. Incluso grandes tapices, alguno flamenco, como los que se encuentran en la sede de Gran Vía.