Más de 60 años de éxitos avalan la carrera de Raphael, que ha puesto banda sonora a varias generaciones. El ya octogenario cantante se muestra tan pasional y entusiasmado como cuando en 1962 ganó el Festival de Benidorm, y lo demostrará este sábado en el Bilbao Arena, desde las 21.00 horas. “Tengo varios Satisfaction que no puedo dejar de cantar. El súper sería Mi gran noche”, explica en esta entrevista el músico, que en unos días publicará Ayer… aún, disco que rinde homenaje a la chanson.

De victoria en victoria, ¿no?

–-Estamos en el final de la gira de Victoria y la del próximo disco arrancará en mayo de 2025. Eso sí, el disco sale la semana próxima, el día 22.

‘Victoria’, con letras de Pablo López es un disco especial, ¿no?

—Ha sido fantástico, un álbum especial con el que he hecho casi tres giras por todo el mundo que han ido fenomenal. No será la última vez que trabaje con Pablo López porque me ha dado muchas alegrías. Es difícil disponer de compositores actuales porque estoy acostumbrado a trabajar con artistas impresionantes como Manuel Alejandro o José Luis Perales. Es gente que me ha dado muchos éxitos en mi vida. Y encontrar gente joven que cubra esas expectativas es complicado.

Y logró el Disco de Oro aunque ahora vender…

—No sé los números que implica lograrlo ahora, son muy diferentes.

¿Duele vender menos? Acumula ventas de millones de álbumes.

—A mí no, porque he tenido la suerte de vivir la época dorada de la música, desde los 60 hasta los 90. No me duele, pero lo echo de menos. No hay otra que asumirlo aunque ahora hay otras satisfacciones.

¿Cómo cuáles?

—Los discos suenan mejor aunque no implica que sean mejores. De hecho, se ha retraído la belleza de las melodías. Todo es muy distinto.

Y a la vez igual, con el mal del algoritmo.

—Mis canciones no (risas), pero tienes razón, es difícil encontrar artistas con una personalidad propia y definida. Es casi imposible.

Abrió la gira este año en Euskadi, en Donostia, ahora llega a Bilbao… ¿Siente que se le quiere por aquí?

—¡Qué noche me dieron allí! Fue maravillosa, allí se me quiere mucho desde cuando empezaba. En realidad, mis comienzos fueron por el norte. En Bilbao actué en una sala importante, pero sobre todo en teatros.

No para. Falta poco para que estrene un disco muy especial.

—Tremendamente especial, ya que es un homenaje a la chanson, a esa época maravillosa. He grabado varias joyas y tiene su razón de ser porque, antes de que Manuel Alejandro irrumpiera en mi vida, yo cantaba mucho aquellos temas de Jacques Brel, Edith Piaf, Montand. Ahora les devuelvo a la pelota, incluidos Gilbert Becáud, Charles Aznavour… Gracias a su existencia, he existido yo después.

El adelanto es en castellano, ¿el resto?

—Sí, en castellano con algo de francés, sobre todo en el dueto con Piaf. Intento ser lo más original posible.

La ha resucitado.

—¡Ojalá! No es la primera vez, ya recuperé a Carlos Gardel y Rocío Jurado. Estas maravillas de la tecnología son buenas porque no se pierden las cosas. Lo he grabado en París con Jacobo Calderón y mi hijo Manuel Martos. Es un discazo.

Creo que lo ha grabado en directo.

—Así es como sale bien, todos juntos. No me gusta grabar hoy los metales, mañana los violines, luego la voz… Juntos es lo más cercano al concierto y estoy acostumbrado a grabar con orquestas impresionantes con ellas delante.

¿El disco se titula ‘Ayer… aún’. Sería un buen titular para su carrera.

—Bueno… es que es la verdad. Todavía estoy aquí. La verdad es que mi carrera es digna de estudio tras tantos años, y ha ido todo muy bien. Es una victoria, sí; otra más.

Póngase frente al espejo, como en su famosa canción. ¿Qué ve?

—Al Raphael de siempre, lleno de ganas de comerse el mundo. Y he aprendido mucho, cosas como el oficio, pero sin perder otras de siempre, como la voz. Y no la cuido especialmente pero tampoco la descuido. Soy un chico bastante normal, no fumo y no bebo, pero hago una vida como la de mucha gente. Eso sí, tengo un buen ADN, mis padres se portaron muy bien, y pienso que aprender es vital.

“Mi voz, como siempre, solo puedo cantar”. Sigue “loco, loco” por la música aunque quizás “más cansado”, como reconoce en otra canción.

—Oye, quieres saber mi historia tú. ¡Qué bueno! Sigue, sigue así (risas). No quiero ver otro horizonte en mi vida que cantar porque tengo la suerte de tener éxito con lo que más me gusta. Para qué buscar otra cosa.

¿Qué le da a los jóvenes? Muchos le veneran.

—Tengo esa suerte inmensa y lo advertí con el disco Sinfónico, hace unos cinco años, cuando me dio por observar al público, algo que nunca había hecho. Y vi que venían a verme hasta cinco generaciones, desde gente joven, casi niños, a otra muy madura. Eso es un milagro.

Quizás gracias a Alaska, Bunbury o Shuarma. Esta semana, el cantante de Elefantes, me decía que sus ídolos eran Brel, David Bowie y usted.

—Ese chico tiene mucho gusto (risas). No lo digo por mí, sino porque le gusta Brel. Y el resto, Alaska y Bunbury, son para echarles de comer aparte.

¿Películas, proyectos?

—Con esta gira que tengo… ¿Qué quieres que haga? Bueno, sí tengo tiempo, de hecho tengo entre manos un proyecto muy importante para 2025 y del que no te puedo hablar.

¿Relacionado con la música o el cine?

—Tiene de todo, será mi historia, así que tendrá música, y está relacionado con el cine. Ya te he dicho algo.

La última vez que le entrevisté me dijo que tenía la misma edad que Mick Jagger.

—Tengo 81 y él tiene uno menos.

Siguiendo con los Rolling, ¿cuál sería su ‘Satisfaction’, qué canción no puede dejar nunca de tocar?

—Tengo muchas Satisfaction. Lo son Yo soy aquel, En carne viva, Qué sabe nadie, Escándalo… Y Mi gran noche sería la super Satisfaction (risas).