MAÑANA se cumplen 25 años desde el concierto inaugural que acogió el Kursaal, protagonizado por uno de sus inquilinos más habituales, la Euskadiko Orkestra, llegando a superar los 700 recitales en este tiempo. Sea por azar o por el buen tino de los programadores, un cuarto de siglo después de aquel 23 de agosto de 1999, esta sinfónica volverá mañana una vez más al auditorio que le permitió “crecer”, en un recital organizado por la Quincena Musical. DEIA charla con dos de aquellos que vivieron la inauguración musical del cubo grande de Moneo. Uno de ellos es Germán Ormazábal, actual coordinador general de la Euskadiko Gazte Orkestra (EGO), que entonces llevaba las riendas del conjunto vasco, y el otro es Jesús Castillo, trompetista irundarra que es parte de la agrupación desde 1992.
La apertura del Kursaal se enmarcó dentro de la construcción de los grandes auditorios en el País Vasco. Por ejemplo, unos pocos meses antes, en febrero de 1999, se produjo la inauguración del Palacio Euskalduna. Tres años después llegó la del Baluarte de Iruñea y, así, la Euskadiko Orkestra pasó de actuar en el Victoria Eugenia, el Arriaga de Bilbao y el navarro Teatro Gayarre a los grandes auditorios vascos. El actual director de la EGO rememora aquella época, de la que recuerda que todos la vivían con gran “ilusión” porque intuían que abría una ventana de oportunidad a la “transformación”.
“Ilusión” es también la palabra que utiliza Castillo, pero también había “nervios”. “Hoy en día ya nos hemos acostumbrado, pero no te puedes imaginar la impresión que nos causó a los músicos escuchar cómo sonaban nuestros instrumentos. Era un lujo”, alaba el trompetista, que añade que este cambio propició “un salto artístico grande” para la Sinfónica, porque en condiciones como las del Kursaal el sonido se puede trabajar y “cuidar muy bien”.
Pasar del Victoria Eugenia al Kursaal fue una auténtica “transformación”, insiste Ormazábal. Cuando pasaron al Kursaal, con 1.800 localidades, tuvieron cierto “vértigo”, no sabían si el público iba a responder. Se pasó, además, de un sistema de libre acceso al patio de butacas, a uno donde las localidades pasaban a estar numeradas. Tuvieron que recuperar la antigüedad de cada abonado para hacer un listado de orden preferente a la hora de elegir su localidad. “Ni siquiera pudieron ver el espacio, se hizo con un plano en 3D del auditorio”, rememora el también pianista.
Sea como fuere, se lanzaron a la piscina: “Entendimos que era el momento de echarle arrojo y pasión al proyecto”. Apostaron por mantener la programación de un doble concierto en la capital guipuzcoana y ya para la segunda temporada en el Kursaal, la Euskadiko Orkestra comenzó a recoger sus frutos. El número de abonados de Donostia se duplicó y, tras todo el proceso de transición, en Euskal Herria se fueron a unos 7.200 abonados, más del doble de los que tenían previamente y haciendo que la sinfónica se convirtiese en uno de los conjuntos con más abonados del Estado.
Castillo salta al presente, a las últimas temporadas, para refrendar el éxito en Donostia: los conciertos más recientes en el Kursaal con la Sinfónica rozan el lleno las dos jornadas.