Todavía sobrevolaban en el aire de Kobetamendi los aires euskaldunes de Kututxa III y Negua joan data, interpretados por Zea Mays, cuando los navarros El Columpio Asesino sacudieron el festival con su (pen)último vals pagano en Bizkaia incluido en su gira de despedida, a ritmo de crudo kraut rock y afterpunk con himnos alternativos para una generación como Toro y Babel.

Hace más de década y media desde que el quinteto se desvirgara en Kobetamendi, a una hora infame y en un escenario de escasos metros cuadrados, pero apenas medio año después de su arrolladora cita doble en el bilbaino Kafe Antzokia, con algunos hombros aún malheridos tras soportar tanto pogo, los navarros desembarcaron ayer de nuevo en Bilbao, en el marco de su larga gira de despedida, para azotar con saña la pista verde de Kobetamendi.

Sin su reciente fallecido bajista, Daniel Ulecia, sustituido por Íñigo Cabezafuego Garcés, con chupa chups en la boca y todo un personaje del rock vasco como enloquecido bajista y teclista de Mermaid, Bizardunak o Atom Rhumba, pero con los hermanos Arizaleta y Cristina Martínez aun al frente, ayer festejaron dos décadas de devoción al rock en una cita festivalera y al aire libre que, a pesar de poner banda sonora a un mundo con más sombras que luces y fantasmal rebosante de sueños incumplidos e incomprensión, demostró su pasión y comunión con el rock sentido como riesgo.

DE ‘BABEL’ A ‘TORO’

Cristina y Albaro, este también sentado a la batería, se fueron cediendo el micrófono desde que nos llegó la primera andanada de su carnaval tétrico con Babel. ¿Se puede empezar mejor un concierto? Quizás con otro pelotazo como Toro, pero la eligieron para el cierre. Ardía Kobetamendi zambullido entre ritmos de discoteca indie, fogonazos sintéticos, bajos profundos, acoples de guitarras saturadas y canciones de regusto malsano como La lombriz de tu cuello, la turbia Ballenas muertas en San Sebastián o joyas lejanas tan oscuras a pesar de su título y estribillo pop como Ye Ye Yee.

Sonaron canciones reales y ariscas para sudar y quemar la noche; o la tarde, en el caso de ayer. Música ofrecida por unos kamikazes que se enfrentaron, de nuevo, con pasión a la misa litúrgica con sus fans, entre el pogo de las primeras filas. Canciones que plantan pie en pared a las perlas y diamantes falsos que nos venden, de la sexual y post–punk Motel al (falso) respiro de Entre cactus y azulejos, o las más recientes Huir y Preparada, ambas claros ejemplos de fogonazos de lo más pop y accesible de su carrera e incluidas en su último disco, Ataque celeste (Oso Polita). Y vaya si nos divertimos con ellas.

Carretera y speed

Complejos, oscuros, adrenalíticos, poperos, rockeros, electrónicos, afterpunkies… ¿Kraut rock? Vale, si lo prefieres, te lo compro. Volvimos a sentirlos como una delicia –aunque nos enfrentaron, desde un peligroso precipicio, al espejo de complejas dudas sociales e individuales que nos corroen– rebosante de una adrenalina que se encamina, lamentablemente pero con pasos gozosos y sudorosos, hacia su disolución definitiva, hacia su último vals. Y después... ¿qué sucederá? ¿Carretera y speed? Mientras esperamos, que les/nos quiten lo cantado, gozado y bailado en estos veinte años.