Iván González debutó con la canción Maricón en 2015. Hoy, menos de una década después y bajo el nombre de Samantha Hudson es una cantante, actriz, activista LGTBIQA+ e icono de la Generación Z que lo mismo aparece en Vogue Internacional que logra el premio MTV EMA 2023 a mejor artista española. Hudson llega este viernes a Bilbao, a Santana 27, para presentar su disco AOVE Black Label (Subterfuge), en el que se lanza a la pista de baile a ritmo de techno. Su concierto/performance, que incluye coreografías y proyecciones, se iniciará a las 22.00 horas, con entradas desde 22 euros.
El fin de semana pasado cogió 5 aviones, un tren, hizo 9 ‘transfers’, viajó por dos continentes, un océano y un mar. Locura total ¿no?
-Hicimos tres conciertos y un Dj set en Lanzarote, Valencia y Mallorca. Este febrero está siendo loquísimo y tenemos fechas programadas hasta octubre.
Vive el mejor momento de su carrera.
-Todavía queda mucho camino por recorrer, pero los horizontes no existen para la seducción de una rubia tan explosiva
Quizás haya ayudado el reciente premio MTV EMA a mejor artista española.
-Ha sido un espaldarazo enorme a mi carrera musical, y ya solo la nominación resultó un aprecio absoluto a la manera total y holística que tengo de concebir mi arte, que va mucho más allá de la música o los conciertos, y que engloba mi discurso, mi identidad, los valores que promulgo, los principios que defiendo y el colectivo al que pertenezco. Mi propuesta es plural y mi obra es igual de expansiva que el ansia de libertad de la generación a la que pertenezco.
¿Ha analizado cómo logró imponerse en ese premio a Quevedo y Lola Índigo, artistas con muchos más streamings y conciertos más mayoritarios?
-La votación era popular, estaba en manos de España. No te voy a mentir, pensé que era una contienda imposible, ya que soy una artista que viene del underground, que forma parte de una discográfica independiente y que, por supuesto, no dispone de un departamento de comunicación y prensa del calibre de mis otras compañeras de nominación. Supongo que cometí el error de subestimar mi propio alcance, pero no podría estar más de acuerdo con el resultado.
Aparecer en Vogue International también habrá ayudado lo suyo.
-Me alegra saber que mis armas de seducción masiva pueden trascender la barrera lingüística. Al final me hago entender porque digo (y hago) las cosas desde el alma y con el coño. Samantha Hudson es un lenguaje universal.
Sentirá que ha cumplido un sueño ¿Ya lo imaginaba desde ‘Maricón’, aquel valiente primer paso que dio en 2015?
-Nunca habría sido capaz de imaginar el surrealismo que rebosa mi situación actual. Y creo que tampoco ahora soy capaz de pronosticar qué me depara el futuro.
¿Cómo se ve casi una década después de aquel trabajo de fin de curso?
-Igual de auténtica e irreverente, desprovista de la arrogancia adolescente, con la serenidad de un monje budista y la entereza de una top model internacional. Aquel proyectó surgió de forma inocente, instigada por los requerimientos académicos de una asignatura –fue un trabajo para clase– y motivada por una imperiosa necesidad de romper el cascarón y expresarme como más me vino en gana. No obstante, ni el mejor de los oráculos podría haber vaticinado el jaleo que se armó. Ahí me di cuenta por primera vez de mi gigantesco talento para destapar las cloacas y evidenciar la podredumbre terca y desfasada de nuestra sociedad. Las respuestas que provoca mi discurso son también las pruebas que constatan mis palabras. La provocación solo surte efecto si hay un bando que se siente provocado y eso es exactamente lo que sucedió en el amanecer de mi carrera.
Primero se declaró maricón, luego bisexual, ahora chica trans no binaria… ¿Estamos en una búsqueda constante como personas?
-Y cuando la gente descubra que puedes ser maricón, bisexual, mujer y no binaria al mismo tiempo… El ser humano es metamorfosis y esa, al menos para mí, es nuestra única verdad. La confusión ajena es mi identidad de género, y mi idiosincrasia es sin duda una obra en perpetua construcción, un camino eterno donde el proceso creativo es el resultado final en sí mismo. Como dijo Rosalía: “yo soy muy mía, yo me transformo”.
¿Le molesta ser tan conocida/requerida por su activismo LGTBQ+ como por su música o ambas facetas de Samantha son inseparables? ¿Qué hay de persona y qué de personaje?
-Mi música también es mi activismo y el activismo también es mi música. De cualquier manera, no creo que las labores que desempeño se pudieran categorizar de activismo. Tal vez sea más bien que, en los tiempos que corren, ser una misma sin pudor y sin vergüenza muchas veces supone un acto político. Con respecto a lo del personaje… la vida es un teatro y nuestra personalidad es un guion sujeto a cambios. Hay gente que interpreta el papel que escribieron para ellos y otras personas decidimos ser las mártires de nuestras propias pasiones y guionizar nuestro relato. Quizás por este motivo pueda parecer que Samantha Hudson es una burda pantomima, pero la realidad es que no soy más persona ni más personaje que el resto de mortales.
¿Cuándo y cómo Iván pasó a ser Samantha?
-Llega un momento en que las disidentas mudamos la piel y nos convertimos en un basilisco hermafrodita. Es el ciclo de la naturaleza. Y escogí Samantha porque Juana de Arco ya estaba pillado.
Hablemos de ‘AOVE Black Label’. Suena muy techno, muy electrónico.
-Mi progresión sonora una deriva natural y orgánica. Vengo de un estilo más electroclash y era cuestión de tiempo dejarme embelesar por los timbres más ruteros y los bombos más hardcoretas. También ha influido mucho mi incursión en la escena rave disidente de Madrid. Me empapé de todo lo que me gustaba y me fui al estudio chorreando club y supurando mákina.
¿Es un disco destinado a la pista de baile, a convertir cualquier fiesta en una rave?
-No te fíes nunca de alguien que no baile. Este disco es un test infalible para descubrir a los desertores de la noche, además de un elogio hedonista y disfrutón a todas las monstruítas del desmadre.
¿El baile puede ser también crítica y reivindicación? Lo digo por discos como el debut de Romy, la cantante de The xx.
-El baile puede ser trance y catarsis, lo que supone una revolución para el espíritu. Por no hablar de que, históricamente, el mundo de la noche y la contracultura del club ha sido un escenario de liberación para las personas más disidentes y subversivas, que veían sus libertades coartadas y restringidas en la vida pública.
Sus últimas letras son menos explícitas. No sé si ahora rimaría “cristiano” con “follo por el ano”.
-Estoy en otro momento y escribo de otra forma. Puede que ya no sea tan literal o tan explícita, pero ser una persona no binaria sacando adelante su propuesta artística ya es un statement bastante contundente. Y en el último disco hay estrofas muy potentes aunque no rime “cristiano” con “ano” (risas).
¿Cómo es el espectáculo de esta gira?
-Los coreógrafos Estibaliz Mardones y Cristian González han diseñado una danza contemporánea mega marciana que las bailarinas Ana, Claudia y Miguel ejecutan con un brío soberano. El artista 3D Parafeno confeccionó unas visuales con gráficos generados por IA que resultan un verdadero dadaísmo digital y el colectivo Oscila le pone la guinda al pastel con un diseño de luces que transforma las salas en una rave en hora punta. Si a esto le sumas el papel de servidora, haciendo mis prédicas y entonando un repertorio que se transforma en una rapsodia queer y energizante, tienes como resultado una liturgia electrónica que lleva al público a una comunión exasperante y muy auténtica.
¿Es más una performance que un concierto al uso?
-Es un concierto y es una performance, pero desde luego no al uso.
Últimamente, hay mucho artista y músico preocupado por los avances de la IA. ¿Puede ser una herramienta más?
-Me parecer peligrosa si se utiliza para manipular imágenes, perjudicar la integridad de otras personas o desplazar a la gente de sus puestos de trabajo y sustituirles en su empleo. En mi caso particular, Parafeno ha utilizado esta tecnología como una herramienta más para construir su obra y materializar el concepto que pensamos. El resultado es chulísimo y el hecho de que sean visuales generados con la ayuda de la IA también forma parte de la visión artística que queríamos trasladar.
“Soy una perra”, cantaba junto a La Dani antes que Nebulossa y su ya famosa ‘Zorra’. ¿Qué le parece la canción, que ha dividido al movimiento feminista?
-Es un hit y eso de resignificar y reapropiarnos de los términos que se usaron para hacernos daño no es nada nuevo. Judith Butler lo denominó “inversión performativa de la injuria” y lo han hecho les homosexuales con las palabras maricón o bollera, la gente con diferentes capacidades con la palabra disca, las personas disidentes del género con la palabra travesti... Me gustaría ver a toda esa gente criticar la participación de Israel en Eurovisión con el mismo tesón con el que arremeten contra Nebulossa. Siempre se genera un escándalo en el escenario equivocado
¿Ha soñado alguna vez con montar el pollo en Eurovisión?
-De momento me conformo con montar el pollo en el resto de lugares.