En el siglo XVII una de las paradas habituales de los balleneros vascos era Islandia. La relación entre la población local y los visitantes era buena y fluida, hasta el punto de que se creó una especie de idioma común, el pidgin, para poder entenderse –hay un diccionario conservado en Reikiavik que así lo acredita–. Sin embargo, en 1615 todo se torció: tres galeones guipuzcoanos naufragaron y la hambruna por la que estaba pasando la población local después de unos inviernos especialmente duros provocó tensiones tan fuertes que los vecinos locales acabaron asesinando a 32 marineros vascos. Un hecho histórico y trágico conocido como La matanza de los vascos y que quedó recogido en los archivos locales.

Más de cuatro siglos después, Islandia abrirá un museo en recuerdo a este suceso. Se llamará Baskasetur y se situará en una minúscula aldea del noroeste del país nórdico llamada Djúpavik, formada por apenas un puñado de casas, un hotel y otro museo, construido en una antigua fábrica de tratamiento de arenques. Las autoridades locales piensan que los barcos vascos naufragaron en el propio Djúpavik o en Hólmavik, otro fiordo situado algo más al sur. El caso es que será en Djúpavik donde abrirá este museo en 2025. De hecho, las obras ya han comenzado.

Los impulsores de la iniciativa son habitantes locales que cuentan con el apoyo económico del Gobierno islandés. A dos de ellos, Hedding y Magnus, dueños a su vez del hotel de Djúpavik, los conoce María Intxaustegi, historiadora y arqueóloga donostiarra que les ha asesorado sobre la historia naval vasca aprovechando su expedición a Islandia con National Geographic, aunque ya conocía la zona de un viaje personal que realizó hace años, cuando entró en contacto con los vecinos del pueblo. “Conocen la historia y para ellos es importante, llevan tiempo luchando por construir un museo al lado de otro museo que tienen, una antigua factoría de tratamiento de arenques”, cuenta Intxaustegi. Ese espacio ya construido cuenta con una exposición histórica sobre el procesamiento del arenque y se usa también para exposiciones de arte.

Las obras en los edificios que acogerán el museo ya han comenzado.

El museo que recordará el suceso de 1615 –en Islandia lo denominan la matanza de los españoles– ocupará tres construcciones de forma cilíndrica que se sitúan detrás del espacio utilizado en su momento para el tratamiento del arenque. “Es una fábrica que en su momento cambió la vida del pueblo”, explica Intxaustegi, aunque el negocio cerró en 1954. La actividad en Djúpavik es mucho menor ahora. De hecho, Hedding y Magnus, dos de los impulsores del nuevo museo, ni siquiera viven allí todo el año, ya que cerraron la escuela que había “al otro lado del fiordo”, según le contaron a la historiadora donostiarra. Viven en Djúpavik cuando el hotel acoge clientes, turistas de los que recorren el país en furgoneta y miembros de expediciones como la de María Intxaustegi.

En plena naturaleza

“Hace unos años fui de vacaciones porque sabía que había sido ahí la matanza de los vascos y tenía curiosidad por conocer la zona. Flipé con el sitio, me encantó. Es un lugar totalmente fuera de la ruta turística. El paisaje es increíble, todo naturaleza. Entonces conocí a Hedding y Magnus. Hablé con ellos y ya en ese momento me hablaron del proyecto”, cuenta la navegante y arqueóloga, que hace unas pocas semanas regresó a Djúpavik con el barco de National Geographic –del que formó parte como historiadora– y fue cuando le contaron que el proyecto ya estaba avanzado y que ya tenían parte de la financiación, así que habían empezado con las obras.

Intxaustegi aprovechó su presencia en la localidad islandesa para hacer una visita a la zona donde podrían estar sumergidos los tres barcos. “Fuimos con ROVs (vehículos submarinos controlados de forma remota) y detectamos unas anomalías muy interesantes en puntos que coinciden con la historia de los archivos. El año que viene, si todo va bien, volveremos a ver si podemos corroborarlo. Esas anomalías que te he comentado están a bastante profundidad, más de 100 metros”.

Islandia abrirá un museo en recuerdo a la matanza de balleneros vascos en 1615

El museo

El proyecto ya está plasmado en papel y la idea es dividir el museo en tres periodos de tiempo: el primero será la época anterior a 1615, explicando la historia marítima y pesquera de islandeses y vascos; el segundo, centrado en la matanza y tratando de arrojar luz a este suceso histórico; y el tercero, el devenir de ambas regiones hasta la actualidad. “Por ahora no tienen mucho material”, reconoce Intxaustegi, “pero hoy en día con las nuevas tecnologías hay museos con poco material y que usan maquetas, mucho 3D y hologramas”. Además, el proyecto incluye exposiciones y eventos sobre diversas materias como el idioma común que crearon ambas naciones, el reciclaje, la construcción de instrumentos musicales a partir de chatarra, y visitas a otros fiordos relacionados con la historia de los balleneros vascos. La gastronomía local y vasca también tendrán su hueco. En definitiva, será un lugar de reencuentro entre Islandia y Euskadi.

Un posible descubrimiento de los restos hundidos, sin duda, enriquecería el museo, ya que podría formar parte de la exposición. “Si realmente identificamos los restos y los encontramos, luego tendremos que trabajar con el Departamento de Cultura islandés para ver si lo sacamos. Porque una opción es mantener esos restos en el lugar, bien preservados y de forma que el material arqueológico esté estable, y hacer reproducciones que irían en el museo. Es una opción bastante habitual”. En cuanto a esa incógnita de si los pecios estarían en Djúpavik o Hólmavik, cree que es “más probable” que se encuentren en la primera localidad, pese a que es en la segunda donde hay una placa recordando el suceso.

Cuando Baskasetur sea realidad, se podrá decir que es el museo vasco más remoto del mundo. Se puede llegar en barco o en vehículo propio. Desde la capital, Reikiavik, el navegador da algo más de cuatro horas de trayecto por carretera, aunque Intxaustegi advierte de que “se tarda algo más”. Vamos, que no es un lugar que pille de paso. Aunque una visita merece la pena.

Colaboración de Albaola

Baskasetur cuenta con la estrecha colaboración de Albaola. En dos semanas, dos trabajadores de la Factoría Marítima Vasca acudirán a Djúpavik para conocer en persona el proyecto del museo, mientras que en octubre serán los islandeses los que vendrán a Albaola a recibir una formación de una semana para aprender a construir una txalupa vasca. La colaboración entre las partes continuará al menos durante tres años y se compartirán los conocimientos mutuos sobre la historia naval tanto de Islandia como de Euskadi. La txalupa que construirán tendrá un lugar protagonista en Baskasetur.

El museo servirá para situar históricamente un suceso que mucha gente ni siquiera conoce: “Pasó lo que pasó y por casualidades de la vida quedó registrado. ¿Cuántos barcos se hundieron igual que esos tres en ese siglo? Eso quedó registrado y ha llegado a nuestros días. No hay un episodio parecido al de esa matanza y hay que darle importancia. Está bien que se recuerde”. Además, la donostiarra considera que “ese episodio histórico sirve para hablar del nexo común entre islandeses y vascos. Los barcos vascos muchas veces pasaban el invierno allí, de ahí la creación de ese idioma para entenderse con los locales. Los lazos han sido muy estrechos. Creo que incluso en carácter somos parecidos. Y el museo permite a Djúpavik ponerse un poco en el foco”.