Que en los últimos años se incida en la paridad dentro de las artes escénicas no significa que los datos estén cambiando con esa misma persistencia. “El otro día estuvimos en una reunión por Zoom en la que había 15 o 16 representantes de festivales de teatro. Solo dos éramos mujeres”, visibiliza la bilbaina María Goiricelaya, directora artística, junto a Ane Pikaza, del Festival de Teatro de Olite, que se celebrará entre mañana y el 6 de agosto. Este dato no es ninguna casualidad, ya que la presencia de mujeres para decidir sobre las programaciones es primordial para que esa presencia se traduzca también a la responsabilidad que tienen sobre las producciones que se programan. “Queremos que el Festival de Teatro de Olite sea la casita a la que directoras y dramaturgas puedan acudir”, asevera Goiricelaya, quien afirma que su línea inamovible sigue siendo la paridad.

De hecho, este año las mujeres representan más de la mitad de los puestos de dramaturgia y dirección entre las obras programadas: de los 22 espectáculos en cartelera 13 han sido creados, escritos o dirigidos por mujeres. “Hay un poco más de presencia de mujeres, teniendo en cuenta las residencias y los talleres. En ese esfuerzo de buscarlo, al final ha salido así”, considera Ane Pikaza, actriz, ilustradora y gestora cultural bilbaina, quien apunta que esa línea roja que a menudo resulta ser “una complicación” es la que les hace entender lo necesaria que es aún. “Inevitablemente, de cada diez proyectos que te llegan, siete u ocho estarán escritos, dirigidos y producidos por hombres, como una especie de ley natural”, revela la directora artística. “Cuando no sea complicado hacer un festival en el que el 50% de las participantes sean mujeres, estaremos en un buen lugar”, añade.

En ese sentido, afirma que no es desde hace tanto tiempo que se está apoyando específicamente las dramaturgias y direcciones de mujeres. “No llegamos al 32%, es muy insuficiente”, apostilla Goiricelaya, para quien los datos evidencian que aún queda mucho por hacer. “Por eso la necesidad de que los festivales y las programaciones sigan manteniendo las cuotas, para que no sea algo puntual, sino una realidad en la que las mujeres vean en estos oficios una carrera de largo recorrido, no solo para cumplir un cupo de paridad”, asevera Pikaza, quien va más allá al considerar que la presencia de las mujeres en los puestos de dirección “multiplica las voces que hasta ahora estaban tomadas por los hombres y, de alguna manera, nos lleva a una sociedad más democrática”.

Las artes escénicas no son ajenas a las inercias de la sociedad. “Si esos puestos siempre han estado ocupados por hombres es muy difícil que haya un cambio radical”, argumenta Ane Pikaza, quien, además, pone el ejemplo de cómo los puestos técnicos han sido copados por los hombres mientras que las mujeres se han tenido que hacer un hueco en ámbitos como el vestuario y el maquillaje, la asistencia a la dirección o la comunicación. “Cada gremio tiene su propia ruptura”, considera Goiricelaya, quien expone que, las actrices, por ejemplo, luchan contra el edadismo que provoca que no haya papeles para ellas una vez llegan a cierta edad. En el caso de las directoras y las dramaturgas revela que sus posibilidades “siempre han sido peores”, ya que tienen que demostrar más que los hombres para llegar al mismo sitio. “Los techos de cristal están en diferentes sitios”, considera Goiricelaya, autora de textos como Ama Kuraia o Altsasu.

Carácter social

Además de la paridad, las directoras continúan con las mismas líneas estratégicas. “Son las que marcamos el año pasado para estos cuatro años”, afirma Pikaza. Así es como el festival navarro se centrará, una vez más, en las nuevas dramaturgias, en los lenguajes contemporáneos, en las temáticas de calado social o en promover la intergeneracionalidad de los espectadores. También prestarán especial atención a las producciones locales y al hecho de que artistas emergentes puedan actuar en el mismo escenario que artistas ya consagrados. “Hay algunos temas de carácter social como la memoria, las nuevas masculinidades... hasta los desahucios. No hay un eje troncal”, admite María Goiricelaya, quien menciona algunas obras.

Mañana mismo se podrá ver el espectáculo La infamia de Lydia Cacho, periodista y activista mexicana, que fue secuestrada y torturada por la policía de su país por publicar un libro en el que denunciaba una red de pederastia. La dramaturga y directora María Goiricelaya también menciona otros espectáculos como Man Up, de Andrea Jiménez y Noemí Rodríguez, obra que analiza las nuevas masculinidades, o Èxit Through The Gift Shop, de Carla Rovira, una obra que ahonda en la maternidad. También se podrán ver espectáculos premiados como Mujer en cinta de correr sobre fondo negro, Premio MAX al espectáculo revelación 2022, o Eclipse total de la compañía Pont Flotant, Premio MAX a Mejor Autoría Teatral.

Si una de las preocupaciones con las que abordaron la edición anterior fue la asistencia que aún se resistía debido a la pandemia, este año las directoras artísticas consideran que, con la vuelta a la normalidad, será más fácil llegar a la calle y poder reunir a un público de todas las edades. En total, en 2022 el Festival de Teatro de Olite acogió a 4.720 personas en todos sus espacios. “El año pasado tuvimos muy buenas cifras, esperamos que este año se mantengan”, explica Pikaza, quien agrega que en cuanto salieron los talleres, se llenaron, lo que es un buen indicador. “Esperamos eso se refleje también en los espectáculos de calle, en los que la gente no tiene un lugar específico como en el teatro, donde hay butacas asignadas”, concluye.