Iván Ferreiro: “Vivo para contar y cantar cosas, y poder emocionarme”
El músico gallego edita ‘Trinchera Pop’, un disco valiente, heterodoxo y ambicioso que partió de la electrónica y nos cuestiona con letras filosóficas
Mejor que el anterior… y distinto. Ese era el objetivo de Iván Ferreiro al empezar a componer Trinchera Pop (Warner), el disco actual de uno de los veteranos del pop alternativo o indie estatal, cuya carrera nos ha cantado y conmovido con himnos como Turnedo, El equilibrio es imposible, Promesas que no valen nada, Mi furia paranoica o Años 80 en los últimos 30 años, solo o con Los Piratas. Ahora, el músico gallego vuelve a mostrarse políticamente incorrecto en un disco valiente, radicalmente personal y ambicioso, producido por Ricky Faulkner y con un repertorio que parte del juego de la electrónica, se asienta en las trincheras del pop y nos habla del proceso creativo, la vida y la sociedad actual con letras filosóficas.
Ha pasado mucho tiempo desde Casa, pero no ha estado parado. Además de Cena recalentada, editó un recopilatorio y colaboró con Mikel Erentxun, Shuarma, Andrés Suárez, Fuel Fandango, Litus, Vega…
Y se te olvidan una pandemia mundial, el estallido de un volcán y una guerra cercana, además de dos giras. No me he quedado quieto, no. Recuerdo que estuve tres años de gira con Casa y al estar de vacaciones llegó la pandemia. Me dio rabia porque me tocaba estar de vacaciones solo a mí (risas). Me puse a escribir y a vivir. Mi hermano Amaro y yo estamos cada vez más obsesionados con no diferenciar la vida personal de la musical.
¿Y eso?
Es que me levanto, desayuno, voy al estudio, friego los platos, riego las plantas, escribo unas frasecillas, regreso al estudio de grabación... Tenemos que hacer los discos sin darnos cuenta, sin el sufrimiento de la hoja en blanco, a la que odio. Solo me siento a escribir si se me ocurre algo.
¿Hay que vivir para escribir?
Así debería ser, solo se puede hacer canciones si tienes una vida. Es ella la que me hace volver a escribir sobre lo mismo, pero de otra manera. Tengo mi casa, viene gente, hablo, voy por ahí, veo películas, leo libros… No dejo de trabajar todo el día.
Vivir es trabajar para usted, entonces.
Sí. Yo solo tengo una vida, está todo mezclado, no hay paréntesis que las separen. En el caso del último disco, era muy importante referirme al proceso creativo. Es algo del día a día, de disfrutar de la vida y tener experiencias que te hacen pensar y qué quieres decir y qué no, qué me agobia y me gusta… Es lo que te hace crecer. Vivo para poder contar cosas y poder emocionarme.
¿Con qué estado de ánimo encaró el disco?
Ya desde la gira anterior estaba trabajando con máquinas y quise componerlo desde otro lugar. No quería buscar acordes al piano, sino desde mis juegos con las máquinas y sintetizadores. Tenía bocetos e ideas previas, pero se me quitaron las ganas de trabajar con la pandemia. Tuve una ligera crisis, me preguntaba si merecía la pena componer, si le interesaba realmente a alguien… Llegué a la conclusión de que igual no interesa a nadie que haga canciones, pero que a mí sí me divierte (risas). Mi relación con la música es una necesidad.
¿Retomó el trabajo tras la pandemia?
La situación me deprimió bastante, pero regresó la chispa y retomé lo que tenía. Fue una bajona, me quitó las ganas. Eso sí, lo que me he ganado con más de 30 años de trabajo es poder ir a mi ritmo. Pensé qué tipo de canciones puede hacer un tipo de 50 años, qué tiene que contar y desde dónde hacerlo.
¿Y la conclusión cuál es?
Quería hacer letras distintas, desde otro lugar, que fueran más filosóficas. Amaro y yo decimos que cuando uno está bien en el amor ya no hay que escribir sobre él. Es un tema que a mi edad… He hablado mucho del amor y ahora prefiero hacerlo del proceso creativo, de la sociedad, de mis amigos, la familia… De ahí salieron los textos.
Hay versos que parecen sentencias: “solo confío en la necesidad”, “las cosas pueden mejorar”, “me cuesta soportar la mediocridad”, “ninguna ley es ley”, “nos reímos para no explotar”...
No deja de ser filosofía de andar por casa, solo los pensamientos de un tipo que vive en medio del monte. Me interrogué también sobre los límites de las cosas y del humor. Vivimos en una sociedad muy polarizada, que te trata de facha o rojo a la mínima. Supongo que los políticos tienen que tener cuidado con lo que dicen, pero yo no, soy músico. A mí me molesta la corrección, el músico tiene derecho a salirse de la línea, como los videojuegos, donde matamos gente para no hacerlo luego de manera real. Las canciones están un poco para eso.
¿En qué sentido?
En la canción se debería poder decir cualquier cosa sin que signifique que la pienses o estés de acuerdo. Y lo mejor de las películas suele ser el malo
Volvamos al proceso de creación y grabación. Primero fueron las máquinas, los instrumentos llegaron después ¿no?
Sí, lo bueno de los sintetizadores es que no tienen ni teclas, le das y suenan cosas. Quise que las melodías nacieran de un lugar diferente, como crear acordes que no conozco y creo que son nuevos. Luego veo que son un Sol Mayor o un La Menor (risas).
Amaro (su hermano) ha estado ahí siempre.
Amaro y yo estuvimos ahí siempre, sacando cosas y canciones cada uno. Luego aparecían Nico Pastoriza, Tanxugueiras, Jairo DePedro o Leiva y nos echaban una mano. Sin terminar nada, pero soltando ideas que luego se convirtieron en canciones. Así veo yo la música, vienen, vamos a comprar, comemos, paseamos, tocamos algo… No son jornadas de trabajo, sino con amigos que nos desatascan de problemas con una visión nueva. Veo la música como algo colectivo. Luego sí, llegó la banda y tocaron encima. La base electrónica fue la base de las canciones, el andamio, lo que exigió al grupo tocar de forma distinta y tener que acoplarse a una sonoridad diferente y buscarse la vida. Fue interesante.
Habla de electrónica, pero es un disco muy suyo, con pop, rock...
Es que la electrónica es lo que yo toco. Me veis con el piano, pero no soy un buen pianista, la verdad. Las máquinas solo me permiten expresarme de forma más fácil. A veces, la mía ni parece electrónica.
Junta en el disco a Sorrentino con Rodríguez de la Fuente, The Smiths, Vivaldi...
Trato de juntar todo porque me gustó la idea de mezclar lo que está en mi cabeza. Tengo un montón de influencias: series, películas, libros o discos. Y me gusta desdibujar esas influencias, hacer lo mío y después darme cuenta de dónde viene todo. Al final, mi cabeza es como la de cualquier oyente, todos estamos llenos de referencias y guiños al mundo.
Sus discos no son nada obvios, pero ¿este puede ser el más exigente aunque también hay mucho pop e incitación al baile?
Quizás sí sea el más ambicioso, ya que quería ofrecer inputs distintos. Quizás sí pueda sonar un poco raro al principio, pero quiero que suene agradable, bonito y ofrezca la sensación de arrope. La electrónica no es otra cosa que texturas, puede crear cosas muy hermosas. Vamos, que no busco asustar a la gente, sino que el disco guste. Hay gente que piensa que trato de asustar con mi música.
¿Puede ser que se sienta cómodo como se titula una de sus nuevas canciones, ‘En el alambre’?
(Risas). Todos lo estamos. He sacado muchos discos y son ya muchos años, por eso quiero que quien lo compre vea que no es el mismo otra vez.
Habla de la cultura pop. En el Arriaga, en su gira de dúo, con Amaro, ya estrenó ‘En las trincheras de la cultura pop’.
Es lo de antes, lo el pop y el proceso creativo. Vimos esa obra reciclada de Max Richter sobre Las Cuatro Estaciones de Vivaldi y decidimos samplearla. Al final, pusimos la pieza entera y de un podcast tomamos el título para la canción. Mi idea fue hablar de todo, de las canciones, el mundo, la política, la sociedad… Un mejunje en el que no se sabe dónde empiezan y acaban las cosas. Todos somos un compendio de nuestras experiencias, gustos, deshechos y escuchas.
¿Y lo de la trinchera, entendida como resistencia?
Como forma de vida, más bien. Una cuestión de compromiso con mi oficio. Aunque el pop parezca algo ligero o banal, pues no, contiene cosas importantes y profundas. Era decir que tengo 50 años y puedo hacer cualquier canción, pero realmente estoy comprometido con mi música y, por ello, quiero ir un poco más allá.
El disco se abre con ‘Canciones para no escapar’. Sirven para muchas cosas, se ajustan a nuestras necesidades siempre.
Sí, es así. Parecen algo ligero, que está ahí, pero nos conforman. Podemos hablar mucho de cómo es una persona por qué música oye y cómo la siente.
¿Emocionarse, no aburrirse y cruzar líneas son los cimientos de su ‘casa’ creativa?
El aburrimiento lo relaciono con la depresión, y al iniciar un disco necesito divertirme. ¿Cómo voy a lograrlo con alguien si no lo hago yo antes? Esa es mi lucha, contra el aburrimiento.
¿Nos creemos que nos está cantando, pero ¿ya se ha ido? Algo así canta en uno de los temas nuevos.
En este disco ya me he ido (risas). Me gusta esa frase porque habla de cómo hacer canciones. Ya decía el gran Jorge Drexler: “eso que estás oyendo ya no soy yo, es el eco del eco del eco”.