Los libros impresos han demostrado ser una importante forma de resiliencia cultural y siguen contando con una fuerza que pocos predecían hace poco tiempo. Ni siquiera el ebook –que muchos vaticinaban que iba a acabar con el libro de papel– ha conseguido destronarle. Sin embargo, nadie duda de que, al igual que ocurrió con el cine o la música, el sector editorial ha iniciado ya un viaje sin regreso para adaptarse a todos los formatos y a las nuevas formas de consumir cultura. Es lo que se llama en el mundo anglosajón el bookflix, un palabrejo que combina dos términos book (libro) y flix (Netflix). Hace unos días se ha celebrado en Bilbao la IX Edición de las Jornadas El autor en el Nuevo Mundo de la Edición, que organiza la Asociación de Escritores de Euskadi/Euskadiko Idazleen Elkartea (AEE/EIE), en las que se ha debatido sobre la metamorfosis que está viviendo este sector y sobre las estrategias que habrá que desarrollar para que los escritores y escritoras estén presentes en las plataformas de streaming tanto visuales como audio.

En estas jornadas, que han contado con el apoyo del Departamento de Cultura del Gobierno vasco y con la colaboración de la Biblioteca Foral de Bizkaia, del Gremio de Editores de Euskadi y de Cedro, han participado entre otros, Ángeles González Sinde, directora de cine y exministra de Cultura, y el bilbaino Javier Celaya, socio-fundador de Dosdoce.com y vocal de la Junta Directiva de Asociación Española de la Economía Digital (ADIGITAL).

El mundo se ha visto obligado a adaptarse a las nuevas condiciones provocadas por las grandes transformaciones digitales de estos últimos años. La aspiración del sector editorial es que se pueda entrar en cualquier plataforma de contenido audiovisual y encontrar también contenido literario. Un escenario que, sin embargo, no prevén que esté desarrollado hasta dentro de 5 o 10 años.

Plataformas de suscripción

Javier Celaya opina que la creciente cultura de suscripción a las plataformas de contenidos culturales ha empezado por el mundo del cine gracias a Netflix. “Hace diez años estabábamos hablando de piratería, todo el mundo se descargaba libros y películas y nadie tenía la sensibilidad de pagar por ello. No creo que haya habido un cambio de mentalidad de ética; de repente no nos hemos dado cuenta de que el creador hace un gran esfuerzo por realizar esa canción o esa película, sino que, la situación ha cambiado gracias a plataformas como Netflix que facilitan el consumo. Como humanos somos muy vagos y si hay algún sitio que con su solo click nos facilita el contenido y tiene un precio lógico –9,99 euros se ha convertido en un precio acertado– la gente acaba pagando por comodidad”.

En la actualidad, empiezan a irrumpir con fuerza plataformas, como Storytel, Audible, Nextory o Polimo, que tienen un precio entre 3,99 y 9,99, que están consiguiendo que gente no acostumbrada a leer se esté acercando a la literatura. “Desgraciadamente, el 40% de la población española no lee un libro al año, ni en papel, ni en ebook. Consideramos un buen lector en España una persona que lee 10 libros al año. Se está consiguiendo que gente joven, de la generación de los millennials o Z, que no tiene hábitos de lectura, cada vez lea más a través de este tipo de plataformas. No se va a dejar de publicar en papel, pero los autores podrán dar a conocer sus obras en plataformas de streaming”, dice Celaya.

Literatura en el cine

Tras el rodaje de El comensal, la exministra de Cultura ha regresado a Bilbao para hablar de cómo llegan los libros al cine o la televisión. “Las plataformas tienen una gran audiencia y un gran potencial, pero tampoco hay que desdeñar la importancia que tienen las televisiones generalistas en la conformación de valores, de nuestra visión del mundo. Que los libros estén tan poco presentes en la ficción como objetos, como parte de atrezo, como actividad de los personajes es muy llamativo. Los personajes raramente leen. Una diferencia de las series de Francia y las españolas es que en las francesas la gente tiene unas librerías en sus casas maravillosas. Cada centímetro de fotograma cuenta algo”. 

“Lo habitual venía siendo que un director o productor fijaba su atención sobre un determinado libro y, entonces, se acudía a la editorial para proponerle su transformación a película”, apunta Ángeles González Sinde. Ahora se trata de “que sean las editoriales las que tengan esa iniciativa”, hasta el punto de que las que se lo pueden permitir tienen personal específico para detectar, de todo lo que publican, qué pueden llevar a la mesa de un productor o de una cadena de televisión para que hagan una serie. Aunque siempre es más fácil partir de autores que venden mucho ”. 

Pero matiza: “Las plataformas se quedan con todos los derechos incluidos los derechos que en Europa son irrenunciables. Algunos contratos son delirantes, el patrimonio intelectual queda en mano de unas empresa de fuera de Europa. Hay que ser conscientes de que pierdes todos los derechos sobre tu obra”.