Han pasado dos décadas desde que Álex Ubago dejase la universidad y decidiera cumplir su sueño en la música. Para celebrarlo, el músico afincado en Donostia he reunido en un disco 18 de sus temas más conocidos reinterpretados junto a artistas como Pablo López, Beret, Antonio Orozco y La Oreja de Van Gogh.

20 años desde '¿Qué pides tú?'. ¿Se imaginaba este trayecto?

-Si me dices hace 20 años que me iban a pasar todas las cosas que me han pasado, no me lo creería. Siempre he dicho que ni en mis mejores sueños de cuando era un chaval que empezaba a escribir mis primeras canciones, estaba esto.

¿Es de los que echan la mirada para atrás?

-No mucho. De vez en cuando sí y, sobre todo, ahora con motivo de la celebración. No obstante, los recuerdos siempre salen y en casa hay material que te lleva a esa época de los comienzos. Mucha gente recuerda con cariño esas primeras canciones de mis dos primeros discos y se siguen cantando mucho en mis conciertos, por lo que, de alguna manera, siempre tienes ese vínculo con el pasado. Pero soy de mirar hacia adelante y de pensar en qué es lo siguiente. No me suelo anclar en el pasado. Quizás estos últimos meses algo más, ya que al hacer balance de estos años he abierto ese baúl de los recuerdos que tenía en casa de mis padres. Ellos han guardado material de todo tipo, desde recortes de periódicos hasta mis maquetas viejas en casetes. Al rescatar todo eso han venido muchos recuerdos.

Celebra los 20 años en la música con un disco muy especial lleno de colaboraciones. ¿Cómo se gestó?

-Hacía tiempo que tenía la idea de hacer un disco así. Al principio no iba a ser de colaboraciones, sino regrabar mis canciones más importantes en un nuevo álbum. Quería regrabarlas con mi voz de ahora porque algunas de ellas, sobre todo las que tienen más tiempo, están grabadas por un Álex muy jovencito y con una voz que se nota muy diferente. Creo que se siente un cambio en mi voz, más madura, con más cuerpo y peso, y tenía muchas ganas de regrabarlas con ella. Pero también actualizarlas a nivel de sonido y unificarlas, porque en el disco hay canciones de álbumes muy diferentes. Lo que pasa es que durante la grabación del disco empecé a invitar a compañeros para que hubiera algunos invitados y fue tan buena la respuesta que me fui viniendo arriba y fui llamando a más gente. Para cuando me di cuenta tenía una lista como para hacer un disco de colaboraciones. La respuesta de mis compañeros me ha hecho sentir muy orgulloso y muy querido.

¿Tenía claro qué temas debían ser para cada uno?

-Con algunos sí, pero con otros no. Por ejemplo, Antonio Orozco, al primero al que llamé, no me dejó ni terminar la frase diciéndome: Lo que quieras Álex, a muerte contigo. A él le dije para hacer Ella vive en mí porque, por el carácter que tiene, me la imaginaba con su voz. También hay otros casos como Álvaro de Luna o Nick Moliner, que les llamé expresamente con un tema, pero luego está Beret, que fue él el que me dijo para grabar Sin miedo a nada. Se atrevió con una de las canciones más icónicas y que yo no sabía muy bien con quién grabar. Tenía claro que no iba a volver a hacer lo que hice hace 20 años porque es una canción que está muy unida a Amaia Montero y era imposible imaginármela en otra voz, sobre todo femenina. Que fuera él que la pidiese me hizo darme cuenta de que era la persona apropiada

¿Había cierto miedo de que, al ser una canción tan conocida, pudiese no convencer su nueva versión?

-Me he quitado de la cabeza la idea de las comparaciones, más en una canción como esta en la que va a ser inevitable la comparación entre el dueto con Beret con el de Amaia. Son dos conceptos totalmente diferentes. La versión con Amaia es impecable y ha sido algo tan grande en mi carrera que no pretendo en ningún momento ni por asomo superar el impacto que tuvo. Simplemente he querido hacer algo distinto dándole una vuelta de tuerca diferente. Creo que Beret ha conseguido llevársela a su terreno y estoy encantado con ello.

Ha incluido a varios artistas jóvenes como los que ha mencionado o Ainhoa Buitrago y Álvaro de Luna. ¿Buscaba llevar los temas con ellos a los sonidos de ahora?

-Sí. Entre los invitados del disco quería una mezcla de artistas más cercanos a mi generación como Orozco, La Oreja de Van Gogh o Pablo López con artistas emergentes. Quería que hubiera voces más jóvenes que pudieran dar un toque de frescura a algunas de mis canciones. Son artistas que escucho y admiro y a los que me apetecía dar voz en el disco, al igual que músicos más veteranos hicieron conmigo cuando empezaba mi carrera.

¿Le gusta poder salir de su zona de confort?

-El hecho de ser un disco de colaboraciones hace que las canciones se vayan a otro lugar. La producción de Paco Salazar le ha dado ya de por sí un sonido contundente y muy orgánico sin perder mi esencia de siempre. Luego escuchar estas canciones con las voces de otros artistas hace que inevitablemente te lleven a otros sitios.

¿Qué tal se lleva con esas primeras canciones que compuso?

-La relación es buena y qué remedio porque muchas de ellas permanecen conmigo desde hace 20 años y no me puedo bajar del escenario sin haberlas tocados. En este tiempo las he ido adaptando, cambiando ligeramente la forma de interpretarlas. Creo que son canciones que están envejeciendo bastante bien. A nivel de sonido pueden tener un corte de pop más clásico con pianos, batería y guitarras, algo que no es tan fácil escuchar en las radios más mainstream, pero creo que es algo que les sienta bien. Me sigo sintiendo, además, identificado al cantarlas. Puede pasar que una canción que compusiste con 20 años la cantes con 40 sin ya sentirte identificado con lo que cuenta, pero creo que eran unas letras bastante maduras que pueden representar a una persona de 20 o a una de 40.

Una de las colaboraciones más especiales es la de su madre, que canta en 'Para aprenderte'.

-Era algo que tenía ganas de hacer desde hace mucho tiempo. Mi madre siempre ha cantado muy bien y siendo jovencita estuvo a punto de empezar una carrera artística que, por circunstancias de la vida, no pudo hacer. Años más tarde ese sueño frustrado suyo lo ha podido ver realizado en mí. Siempre he compartido con ella esa pasión por la música por lo que tenía ganas de poder grabar juntos. Además, es una canción muy especial porque se la escribí a mi hijo, así que al interpretarla con ella se cierra un círculo entre abuela, hijo y nieto.

Imagino que, con ese interés por la música, habrá sido un apoyo constante desde el inicio.

-Totalmente. Tengo que decir que los dos, mi madre y mi padre, me han apoyado a muerte en mi apuesta por la música desde que decidí dejar la universidad y tirarme a la piscina. Sentirte apoyado en casa, para cualquier cosa que hagas, te da mucha seguridad y es muy importante. A mi madre la recuerdo cantar en casa desde que tengo uso de razón. Mi tía era bailarina y coreógrafa y mi abuelo y mi tío eran músicos, así que siempre ha habido una inclinación especial por la música.

¿Cómo se gestionó en casa todo el estallido de la fama?

-Recuerdo que fueron unos años de auténtica locura para todos, para mí, para mi familia y para todo mi equipo. Aunque todos queríamos que mis canciones fueran escuchadas y reconocidas, ninguno nos esperábamos que pasara lo que pasó. En el espacio de un año y medio mi vida cambió por completo. Siempre he disfrutado mucho de lo que me ha pasado. Recuerdo vivir los primeros años de mi carrera pellizcándome constantemente porque lo que estaba viviendo era un sueño. Evidentemente, se dieron situaciones raras cuando no estás acostumbrado a ellas como que la gente te reconociera por la calle, pero creo que siempre he sido una persona bastante centrada y el entorno que he tenido me ha ayudado mucho. Haber estado siempre arraigado a Donostia y a mi realidad de siempre me ayudó a llevarlo con la mayor naturalidad, dentro de lo que se podía.

¿Fue una suerte no vivir la época actual de las redes sociales?

-Quizás eso también me salvó (risas). Cuando empecé no existía nada de eso y me he tenido que ir adaptando con el tiempo. Las redes sociales pueden ser una herramienta buena en el crecimiento de un artista, pero también pueden ser un arma de doble filo. De esa parte me libre al principio.

Grabó su segundo disco, 'Fantasía o realidad', mientras giraba con el primero. ¿Cómo lo recuerda?

-El segundo disco lo escribí prácticamente al completo durante la gira del primero sin que me diera demasiado cuenta de que tenía que hacer un segundo y sin esos fantasmas que te dicen que tienes que estar a la altura. No hubo tiempo para ello. Esa presión sí la sentí con el tercero. Después de la gira del segundo paramos en seco y decidimos darnos un año sin tocar. Fue como ir a 200 por hora y echar el freno de mano y surgió la sensación de vértigo y de miedo por lo que venía y no estar a la altura. Es uno de los momentos más complicados que recuerdo de mi carrera, en los que incluso viví una época de crisis creativa.

¿Ha notado el paso del tiempo a la hora de componer los siguientes trabajos?

-La experiencia es un grado y a día de hoy agradezco esos años de aprendizaje porque me siento más seguro en todos los sentidos, tanto a la hora de subirme a un escenario como a la hora de componer. Creo que en mi faceta de compositor estoy más en forma que nunca y tengo más oficio. Cuando llevas tanto tiempo escribiendo canciones sientes que es más difícil no repetirte y hacer buenos temas sin caer en los mismos códigos que definen tu manera de hacer música.

Al hilo de eso, ¿cómo ha sido la convivencia con los prejuicios que le ha tocado vivir?

-En mi música hay un componente melancólico que no tiene que ver con mi estado anímico sino con mi manera de hacerla. Hay una serie de artistas como Ismael Serrano, Antonio Vega, Enrique Urquijo o yo que tenemos la melancolía interiorizada. La gente a la que le gusta mi música no entra en prejuicios. Estos siempre han venido por parte de la gente a la que no le gusta, así que es algo a lo que no le quiero dar mucha importancia. Con las redes sociales pasa que puedes tener cien comentarios positivos y uno negativo y te clavas en ese. Hace tiempo que aprendí a no darle importancia a ese.