En 1997 Jorge Oteiza y Eduardo Chillida se reconciliaron con un abrazo amistoso tras décadas de enemistad y rivalidad. Un cuarto de siglo después, cuando han pasado casi dos décadas del fallecimiento de ambos artistas guipuzcoanos, llega un nuevo abrazo, "el bueno", a través de sus esculturas. En total, 121 obras, 67 del primero y 54 del segundo, creadas en los años 50 y 60 se encuentran y entremezclan por segunda vez en la historia en el Museo San Telmo de Donostia de la mano de la exposición Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60 impulsada por la Fundación Bancaja y que ha contado con la complicidad tanto del Museo Oteiza de Altzuza como de Chillida Leku.
Comisariada por Javier González de Durana, lo que parecía en un comienzo "un desafío fantástico" pero imposible de hacer se ha hecho realidad en una muestra que está llamada a marcar un antes y un después en la relación del legado de dos de los exponentes internacionales más destacados de la cultura vasca. Así quedó constatado ayer en una inauguración a la que no quiso faltar casi nadie y que contó con la presencia de, entre otros, el alcalde de Donostia, Eneko Goia; el consejero de Cultura y Política Lingüística del Gobierno vasco, Bingen Zupiria; el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano; la consejera navarra de Cultura, Rebeca Esnaola; y el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón, la persona que "tuvo el sueño" de juntar a los dos escultores guipuzcoanos en una misma muestra en Valencia.
"Cuando recibí la llamada, mi primera impresión fue la de susto y pregunté si eran conscientes de todas las dificultades. Me dijeron que sí, pero querían intentarlo y confiaban en que yo consiguiera superarlas", explicó el comisario. Así, tras unos primeros meses en las que las familias de ambos artistas se mostraron reticentes, las gestiones comenzaron a dar sus frutos y no solo las dos instituciones legatarias, el Museo Jorge Oteiza de Altzuza y Chillida Leku, respondieron afirmativamente, también diferentes colecciones públicas y privadas como las del Guggenheim y el Museo Bellas Artes de Bilbao, el Artium de Vitoria, el Reina Sofía de Madrid y la Colección Iberdrola.
Gracias a ello, la muestra que se inauguró en noviembre en Valencia y que ahora se puede ver en Donostia hasta el 2 de octubre reúne 121 esculturas coetáneas de los dos artistas que dialogan entre sí como no lo hicieron nunca en vida de ambos. "Tras el abrazo que se dieron hubo un cambio, pero creo que el bueno, el verdadero, es el de ahora, el que pueden darse sus esculturas", aseguró González de Durana, quien aceptó el reto con dos condiciones: que los museos que salvaguardan sus legados se implicaran en la muestra y que las obras se correspondiesen a un mismo periodo, los de las décadas de los 50 y los 60.
La muestra de San Telmo ha superado las expectativas iniciales del comisario y llegando a sumar obras que nunca antes habían sido trasladadas. Son los casos de la escultura de madera Laocoonte, expuesta únicamente en la Cámara de Comercio de Córdoba desde su instalación en 1958, o dos de las puertas que creó Chillida para el Santuario de Arantzazu y que han sido trasladadas expresamente al museo. Estos son solo dos ejemplos de una exposición que, dividida a través de nueve secciones, permite al visitante descubrir por su cuenta la relación que une a cada una de las piezas. De hecho, salvo en las dos primeras partes de la muestra, en las que las obras de cada artista están frente a las del otro, las esculturas de Oteiza y Chillida se entremezclan en todo el espacio.
Así, es posible observar las similitudes de dos creadores que empezaron con esculturas figurativas pero que tenían "dos actitudes diferentes". Frente al proceso más reflexivo de Oteiza, sus piezas más dramáticas y los títulos "casi científicos" que daba a sus creaciones, está "el hombre de acción" que fue Chillida, con figuras "más terrestres" y con denominaciones más románticas. Estas dos representaciones quedan ilustradas en la entrada a la muestra de San Telmo, en la que se pueden ver una fotografía de cada uno trabajando en su taller en actitudes muy diferentes.
Estas no son las únicas imágenes que se pueden descubrir en una muestra que también incluye un vídeo casero grabado en Super 8 sobre el montaje de los catorce apóstoles de Oteiza en Arantzazu -la muestra incluye varios bocetos y dos de ellos a escala original-, varios documentos y cartas personales de los dos artistas, algunas tan curiosas como una que escribió Chillida recomendando a la Escuela de Mineápolis (EE.UU.) que aceptara a Oteiza. Esto fue antes de un desencuentro que marcaría la historia cultural vasca de la segunda mitad del siglo XX.
"Era imperdible no traer la exposición a Euskadi", indicó la directora de San Telmo, Susana Soto, alabando la reconciliación simbólica entre los dos artistas que representa la muestra. De este modo, si aquel 1997 Oteiza y Chillida dieron punto y aparte a sus encontronazos de forma física, ahora, 25 años después, son sus esculturas las que hacen las paces.