statu quoTratando de hacer una obra que cambie el mundoEl director Javier Liñera dirige desde principios de noviembre esta comedia filosóficaen Pabellón 6

El exitoso texto al que dan vida las actrices Haizea Águila Mínguez, Ainhoa Artetxe Uriarte, Graciela Doniz y Juana Lor tiene más de una década de vida, mucho antes de que una pandemia llegara para confirmar que la reclusión potestativa es una proeza solo apta para los más obstinados. “Me pareció un texto interesante cuando lo leí y, sobre todo, cuando vi el espectáculo”, asegura Javier Liñera, que se puso en contacto con Ramón Barea al considerar que Pabellón 6 era el sitio perfecto para escenificarlo y poder dirigir así a Haizea y a Juana, que llevaban varios años pidiéndoselo. Por parte de la compañía La Re-sentida todo fueron facilidades. “Me dieron absoluta libertad para poder adaptarlo. Quería incluir cuestiones relativas a la identidad y al género dentro de la propuesta del texto”, explica el director quien indica que, como resultado, su adaptación poco tiene que ver con el original.

Para empezar porque el libreto inicial tenía como protagonistas a tres hombres y a una mujer. “La adaptación es tan buena que nadie se da cuenta de que la obra está escrita para otros personajes”, asevera Juana Lor, que estuvo implicada en el proyecto desde el inicio. Motivo de cambio fueron, a su vez, todas las referencias locales y culturales de Chile que se han ajustado a un contexto más propio. Asimismo, Liñera afirma que mientras los protagonistas están enclaustrados, tomando cierta distancia de un mundo hostil, divagan sobre diferentes cuestiones como el marxismo o el capitalismo. “Quería trabajar con eso, pero, a su vez, también con la identidad, el género y el feminismo. He tratado que las ideas marxistas no choquen con las ideas feministas”, asevera el director sobre su versión, que comenzó a gestarse a finales de 2018.

Una obra delirante

El resultado es “una obra divertida, irónica, delirante”. Así la describe Lor, quien asevera que todas las actrices realizan “un viaje muy intenso por todas las emociones”, desde la desbordante alegría cuando creen que han encontrado esa gran idea que impactará en el público hasta los momentos de oscuridad y desierto más absolutos. “Dependiendo del tipo de obra trabajas diferentes paisajes emocionales. En esta estamos al borde del precipicio todo el rato”, expone la actriz bilbaina. Mientras tanto hay un contexto filosófico en el que las actrices plantean de forma transversal la utilidad de la propia creación y se ponen a sí mismas en duda. “Hablar del teatro como una especie de rito, más allá de comprar una entrada y de su concepción mercantil”, matiza Liñera sobre esta obra en la que quedan en evidencia las propias contradicciones entre lo que uno piensa y hace. “Esas incoherencias me hacen reconciliarme conmigo y con el ser humano”, indica.

Las complicaciones para ser consecuentes se evidencian cuando las cuatro amigas se encierran para dar con la obra que cambie el mundo. “En esa relación trascienden los límites de la educación”, considera sobre las discusiones que tienen mientras escriben su obra. Porque el público es testigo directo de cómo se monta una obra. “El espectáculo es como un iceberg gigante del que solo se ve la punta porque normalmente está oculto a los espectadores. En este caso tienen la oportunidad de ver los entresijos del oficio, cómo funcionan los procesos creativos. En ese viaje suceden cosas, no termina como empieza, y los personajes se modifican”, revela la actriz, que habla claramente de “metateatro”, un concepto que no sabían si funcionaría con aquellos espectadores más ajenos a las artes escénicas. “Nos ha sorprendido la respuesta del público. Lo pillan en seguida. Las protagonistas van proponiendo ideas que no funcionan así que la siguiente apuesta siempre es todavía más loca. Se ríen con nosotras, de nosotras. Es maravilloso”, afirma.

En cuanto a la puesta en escena, Javier Liñera tenía claro que los mayores gastos de producción los iba a destinar al personal, sobre todo teniendo en cuenta el planteamiento inicial: hacer un teatro en un teatro. Para ello han echado mano de elementos a su alcance. “Biombos, una mesa, un banco... algunas cosas random. Además diferencia un espacio para el estudio, otro para el trabajo y un tercero para el descanso”, especifica el director. Por otro lado, el escenario tenía que reflejar los estragos de un encierro de cuatro años: “Que todo el espacio estuviera pintado y lleno de notas con las ideas que las inspiran. Y la suciedad también es notable”, concreta Liñera, quien añade que todo ello está aderezado con el color rojizo con el que habitualmente se relaciona el concepto de la revolución.

Creciendo con el público

La obra se estrenó el pasado 5 de noviembre, y Juana Lor afirma que función tras función, ha ido creciendo con el público. “Pabellón 6 es que es la única sala en Bizkaia que ofrece a los intérpretes la posibilidad de estar en cartel durante un mes, fin de semana tras fin de semana. Y eso para un actor es oro puro”, revela la intérprete, quien subraya que en este tiempo han tenido la oportunidad de “escuchar al público, respirarlo, encontrando los tempos de la comicidad, del silencio”. En esa línea, hoy irán un paso más allá al programar un encuentro con los espectadores tras la función. “Tenemos muchas ganas. Es casi como un tercer acto. Acabamos de romper la cuarta pared para compartir experiencias y vivencias con los espectadores”, asevera la actriz.

“Nos ha sorprendido la respuesta del público. Se ríen con nosotras, de nosotras. Es maravilloso”

Actriz

“Quería trabajar con cuestiones relativas a la identidad y al género dentro de la propuesta del texto original”

Director de la obra