Falta media hora para que suenen las notas de la primera actuación en el Bilbao Arena de Miribilla. Pero el aforo ya está casi completo. Y el espectáculo ha comenzado. Porque los artistas se encuentran en todas partes. En los pasillos, en el inmenso backstage, por las gradas, grupos de jóvenes, peques, hombres y mujeres van de un lugar a otro con sus instrumentos al hombro, o ensayan pasos de baile, afinan las voces. No se adivina tensión, ni estrés, ni asomo de miedo escénico. Todo fluye en un gran hormiguero de artistas iluminados por focos de colores.

Un maestro de Bilbao Orkestra Sinfonika (BOS), muy alto, con su levita negra, la pajarita blanca y el cabello cano, se detiene rodeado por el grupo multirracial de niñas y niños que cantarán después como ángeles y con una sola voz.

Un violinista muy serio contempla el contoneo de la pareja que ajusta los compases de un número de salsa. Muchas partituras por todas partes. Tantas como sonrisas, saludos y abrazos. Ese debe ser el espíritu del evento inaugural de Fair Saturday 2021: lograr que la música funcione como un himno universal. Un vínculo más allá de géneros, estilos, idiomas, edades o prejuicios.

Faltan veinte minutos para el primer número. Pero en los asientos abunda el brillo de las linternas de los móviles que lo graban todo. Y los espectadores en pie que agitan los brazos. Escucharán el Brindis de La Traviatta, el tema principal de La Guerra de las Galaxias, el tangazo Por una cabeza, El Caserío de Guridi, una balada de Serrat, Lau Teilatu de Itoiz, Txoria txori de Laboa y mucho más. Con este programa se podría esperar un auditorio fragmentado. Todo lo contrario.

Cuando restan quince minutos, una docena de bailarinas y bailarines muy jóvenes toman las medidas y marcas del escenario a las instrucciones de una directora menuda y enérgica; son los Ballets de Olaeta dirigidos por Jone Goirizelaia.

Hacia las bambalinas revolotea un conjunto menudo guiado por María Molinuevo y la profesora de venezolana de chelo y viola, Daniela Moreno; se trata de Etorkizuna Musikatan, de San Francisco, un proyecto que previene la exclusión social a través de la música. A su lado la joven orquesta Beotsik, formado por instrumentistas en ciernes de Bizkaia como Sara Valparís, Nerea Arcenillas, Sara Pérez, Uxue Guridi o Aitor Antúnez. El maestro de tuba de la BOS, Kenneth Rhind, parece animarles con mirada de veterano.

Arriba, en la grada, generaciones distintas unidas por la música. Las voces maduras de la Coral de Bilbao, por ejemplo la de Iván Pérez-Yarza. Junto a ellos, las voces blancas de la coral Lilura de Getxo, con Marta Lejona y Arantza Lertxundi.

Unas filas a la izquierda se ubican las integrantes del coro femenino Zirzira Ahots Taldea de Basauri, con su presidenta, Nuria Gómez, a la cabeza, y dirigido por Ius Pérez.

En la platea, Leire Urquijo, Pili Basoa, Víctor Eguía y Patxi Luia, que se han acercado desde Laudio, a escuchar a la escolanía ArteOn, del que forman parte sus hijos. Unos metros más atrás, Virginia Montoya, Carmen Carretero, Yolanda Simón, María Luisa Sardón y Ana Álvarez, que vienen de Arrigorriaga, Olatxu y La Peña, conjuntan los giros de rumba y salsa que practican en la Academia Al Son. Al fondo de la platea, Elena Ellacuría, Casilda Eulate y Miren Marqueño se declaran fans del coro del Liceo Francés.

Ya desgrana su rock melódico James Room. Y suena a gloria esa voz, el contrabajo y las guitarras. No queda nada. Darán las ocho de la tarde. Se habrán agotado las entradas.

Cuando comience el espectáculo del evento inaugural de Fair Saturday 2021, cualquiera podrá contar más artistas entre el público que bajo los focos. El programa promete un espectáculo inolvidable. Aunque sea cierto, puede que no se trate de lo más importante. Lo realmente único eran la ilusión, la alegría y la sensación de plenitud que flotaba por todas partes. Eso es la música.