Noa Achinoam concluye su gira estatal hoy lunes en el Teatro Arriaga de Bilbao, donde presentará sus dos últimos trabajos discográficos, Letters to Bach y Letters to BachAfterallogy, además de repasar los grandes éxitos de una carrera que supera ya los 30 años y siempre ha estado muy ligada a Euskadi, donde la israelí se siente “como en casa”. La cantante, que dice guiarse por “la curiosidad, la integridad, la pasión y el respeto”, asegura en esta entrevista que “solo rezo al Dios de la música, no soy esclava del dinero, la fama o el ego”.

Regresa a Euskadi, donde imagino que se sentirá como en casa.

—Llevo más de 25 años actuando en Euskadi. Además, mi agencia de producción, Syntorama, es de tu tierra, y son buenos amigos. Supongo que es una buena razón y tiempo suficiente para sentirse como en casa, ¿no?

En el Arriaga actuó en su cumpleaños, y debutó en directo en el Estado en el Festival de Jazz de VitoriaGasteiz.

—Recuerdo ambas ocasiones perfectamente. Mi corazón adora esa tierra, me encanta la belleza física del lugar, las montañas y el mar, que veo como salvaje y libre y verde/gris, impredecible y crudo. Y también me encanta su espíritu.

En Bilbao concluye una gira iniciada en verano. Imagino que estará siendo especial, dado que ha estado tiempo sin actuar debido a la pandemia.

—Ha sido una alegría volver a encontrarme con el público en directo. Me encanta la gente de aquí, su sensibilidad y pasión, y su profunda conexión con la música y su atención a los detalles, las letras y las ideas que hay detrás de las canciones. Estoy feliz por girar de nuevo, aunque admito que realmente disfruté de un descanso durante el año del coronavirus. Lo aproveché con conciertos caseros y grabando un nuevo álbum.

Intercambio y curiosidad pueden ser dos de sus palabras preferidas.

—La curiosidad, sí, soy una persona muy curiosa en todos los aspectos. Pero por encima de todo, mi carrera y mi vida la guían la integridad, la pasión y el respeto.

Por cierto, ha superado ya los 30 años de carrera. ¿Qué ve si mira hacia atrás?

—Voy ya para 32 años, cierto, y me siento orgullosa del camino que he seguido junto a mi maravilloso colaborador, Gil Dor. Siempre hemos hecho la mejor música que hemos podido, solo rezamos en el templo del Dios de la música, no somos esclavos de ningún otro dios, ni el dinero, la fama o el ego. Tampoco nos dedicamos a tratar de adivinar lo que quiere el público. En cambio, siempre presentamos lo que nos emociona y fascina, insistiendo en el nivel más alto posible, por desafiante y provocador que sea. Puede que no seamos grandes estrellas, pero nos hemos ganado el respeto y el amor profundo de muchas personas de todo el mundo que nos quieren por lo que somos. No estamos involucrados en el negocio de la manipulación.

¿Y si mira hacia adelante?

—Estamos en el camino, y seguiremos adelante y tocando hasta que sintamos que ya no tenemos nada interesante y emocionante que decir. Ese será el momento de probar algo nuevo.

Si algún periodista despistado le pregunta qué tipo de música hace, ¿qué le contestaría? La respuesta no sería fácil...

—Le citaría al maestro Duke Ellington, que defendía que solo existen dos tipos de música: la buena y el resto. Nosotros intentamos hacer la buena.

Llega con un concierto cancelado en su día, en el que tenía previsto presentar su incursión en la obra de Bach. ¿Cómo surgió ese proyecto, qué le atrajo de Bach?

—Vivimos en un mundo deprimente y hemos hecho un horrible desastre del planeta, destruyéndolo con avaricia, estupidez, egoísmo y crueldad. Con esto en mente, es importante recordar que también hemos sido capaces de crear belleza y obras maestras increíbles. Bach es el ejemplo perfecto. Le adoro por su estilo polifónico único y brillante en su química y composición. Escribir letras sobre el mundo en el que vivimos hoy en día, tocando la tecnología, el calentamiento global, los viajes espaciales, las redes sociales y la eutanasia, y conectarlas con música de 300 años de antigüedad, fue emocionante. Cantar e interpretar las piezas es muy difícil, pero lo hacemos con mucha dedicación, alegría y amor.

Se atrevieron a poner letras a su música. ¿Le da miedo algo?

—Quien oiga mi álbum Love medicine descubrirá una canción titulada Don’t be afraid, en la que canto que no tengo miedo de nada (risas).

Y en el impasse, ha publicado otro álbum. Se trata de un disco de jazz, con estándares como ‘My funny Valentine’. Usted empezó con el jazz y con Pat Metheny, pero no resulta fácil ofrecer versiones novedosas de canciones que se han grabado tantas veces. ¿Cómo encararon el proyecto?

—Con amor, dedicación, respeto y pasión. A mí me catalogaron como cantante de jazz aunque nunca me consideré como tal. Siendo una niña yemenita del Bronx, he rechazado las etiquetas desde que soy muy pequeña, y siempre me ha preocupado que a la gente le cueste tanto entender algo que no pueden categorizar. En ese sentido, no he cambiado nada.

Pero el jazz siempre fue una influencia en su música ¿verdad?

—Haber crecido en Nueva York, hablando inglés de forma fluida y estando inmersa en la maravillosa cultura que una gran ciudad ofrece, hizo que el catálogo American Songbook de los estándares del Jazz fuera una raíz musical esencial. Profundizar en él era tan natural como explorar mis raíces hebreas o yemenitas. Mi objetivo era y sigue siendo, hacer lo correcto con esas fantásticas piezas, destacando su grandeza desde la humildad y el amor.

¿Se plantea un disco o concierto sin Gil Dor? ¿Cómo habría sido su carrera sin él?

—No tengo ni idea, somos como una sola persona.

¿Qué músicos le acompañan en esta gira?

—Tendremos una gran sección rítmica, con Gadi Seri a la percusión y Or Lubianiker al bajo. Yo toco percusión y canto, y Gil es el arreglista, director musical y guitarrista.

Presentó el último disco anunciando que ya estaban preparando la próxima aventura. ¿Se puede adelantar qué camino seguirá?

—Las cosas cambian todo el tiempo. Como dice el refrán yiddish, el hombre hace planes y Dios se ríe (sonríe). Pero habrá un nuevo álbum, y será audaz. Es todo lo que puedo decir al respecto.

Le guste más o menos, es una embajadora de su país en el mundo. El año pasado se implicó en las protestas contra Netanyahu. ¿En qué punto está Israel hoy con el nuevo gobierno?

—Creo que es el mejor que hemos tenido en más de una década. No es el ideal, pero es una colaboración de personas de diferentes orígenes filosóficos que se han unido para trabajar por los ciudadanos de Israel. Por todos ellos, árabes y judíos por igual. Además, hay muchas mujeres fuertes en el gobierno, y también un partido musulmán en él, por primera vez en la historia de nuestro país.

¿Y cómo ve el eterno conflicto con los palestinos?

—En cuanto a la paz, no parece que las negociaciones vayan a reanudarse pronto, pero la etapa en la que nos encontramos es fundamental para la estabilidad de Israel tras haberla limpiado de corrupción, extremismo y técnicas maquiavélicas como las que empleó y favoreció Netanyahu. Creo que lograremos la paz, estamos más cerca que nunca. Eso sí, se necesita paciencia y confianza. Y, por supuesto, mucho trabajo por parte de organizaciones maravillosas, como aquellas a las que pertenezco y apoyo, como he hecho durante 25 años. Los cambios en el mundo y en las alianzas, la crisis climática y otros, nos acercarán a la paz. Soy optimista (sonríe).

“Me encanta la gente de aquí, su sensibilidad y pasión, y su conexión con la música y su atención a los detalles”

“Puede que no seamos grandes estrellas, pero nos hemos ganado el respeto y el amor de muchas personas”

“Es importante recordar que hemos creado belleza y obras maestras increíbles. Bach es el ejemplo perfecto”

“Siendo una niña yemenita del Bronx, he rechazado las etiquetas desde que soy muy pequeña”

“Como dice el refrán yiddish, el hombre hace planes y Dios se ríe (sonríe). Pero habrá un nuevo álbum, y será audaz”

“Creo que lograremos la paz en Israel, estamos más cerca que nunca. Eso sí, se necesita paciencia y confianza”