Convertido en uno de los mejores grupos de posrock de Europa, el cuarteto Toundra visita el domingo el Arriaga para poner banda sonora, en tiempo real, a la proyección de la centenaria y pionera película muda El gabinete del Doctor Caligari, cumbre del expresionismo, de gran carga pacifista y dirigida por Robert Wiene. “Tenemos la distopía a veinte metros del sofá con el avance de la extrema derecha”, advierte Esteban Girón, guitarrista de los madrileños.¿El proyecto partió del grupo o fue una sugerencia externa?

—Surgió de Café Kino, promotora experimentada en juntar a músicos y películas clásicas de cine mudo. La idea no nos pudo parecer mejor. Teresa, su cabeza creativa, dio en el clavo. Llevábamos tiempo esperando hacer algo así. Como en todos los planos de la vida, a veces necesitas que alguien te empuje a hacer algo que llevas pensando mucho tiempo.

La oportunidad era indiscutible, poner música propia a una de las obras claves del cine, ¿no?

—Desde siempre quisimos hacer música para otros proyectos, no simplemente componer discos al tuntún. La música es mucho más que buenas fotos en redes sociales junto a vídeos de productoras de moda. La música es arte y por ello hay que exigirse máximo respeto al adentrarse en ella. Involucrarse con honestidad y humildad con otras artes es una manera de respetarla.

La película es pionera en varias facetas, desde la imaginería de su estética expresionista (muy teatral y cubista) a su mensaje.

—Hay que distinguir dos líneas clave que se dieron cuando la afrontamos. Nos impresionaba porque es todo un reto ponerle sonido a una obra clásica a nivel global. El fracaso era fácil, pero la enorme fuerza estética de la película desde lo visual y el imaginario que crea hicieron que la música saliese fácilmente desde el punto de vista estético.

Y luego está la carga política de su mensaje.

—Claro, está el guion y su significado, que es una advertencia sobre los resurgimientos xenófobos de los nacionalismos de extrema derecha que asolaron Europa en el periodo de entreguerras. Eso nos ayudó a guiar la música que habíamos creado a nivel narrativo. Lo más importante fue la motivación del mensaje, el estar haciendo música para una película que advertía del peligro de la extrema derecha 100 años después, cuando el riesgo de ideologías violentas está ya latente en la sociedad.

Ha pasado un siglo y parece que no avanzamos, como muestra la serie ‘Years&Years’, una distopía futurista en la Gran Bretaña post-Brexit. Aunque con mirar a nuestro alrededor basta para advertir el resurgir del fascismo.

—No la estoy viendo pero me la guardo para el futuro. Ayer, viendo The crown me preocupaba por las horas pasadas desde que estalló el covid delante de la pantalla consumiendo productos audiovisuales. Asusta la facilidad con la que llegamos a ellos y la de datos que damos a cientos de empresas mundiales. ¡Qué bien hubiese estado tocando la guitarra o leyendo en vez de ver series sobre distopías cuando las tenemos a 20 metros del sofá!

Y desde Euskadi da más miedo todavía...

—En Euskadi también ha habido mucho intolerante de todo tipo desde hace siglos. El Carlismo estaba bien aferrado en el Norte, donde nos gusta presumir de adelantados y progresistas. Tanto en mi Asturias como en todo el Norte hasta hace poco se decía mucho Dios, Patria y Rey. El primer paso para no caer en la intolerancia es la autocrítica. Tolerémonos, nadie puede tirar la primera piedra.

¿Cómo se compuso la banda sonora, con el grupo trabajando de forma conjunta, paralela al visionado de las imágenes...?

—Siempre tuvimos la película presente. La hemos visto hasta la saciedad y cada vez me gusta más, aunque está bien aparcarla de vez en cuando. Cada uno la vimos en casa, trabajábamos solos y lo vomitábamos en el local. Siempre hemos trabajado así. En este caso, el sofá, una acústica y alguna cerveza ayudaron al proceso.

La música surge como apoyo al film, pero se disfruta también de la escucha aislada. No en vano, es la tónica de Toundra, cuyo repertorio es instrumental. En este caso, las evocaciones están más sugeridas.

—Creamos la música antes de pensar que se grabaría. En principio la compusimos para un concierto únicamente. Quedamos tan contentos que decidimos grabarla e de gira. Pensamos que sin las imágenes el disco no tiene sentido, pero muchas gracias por el halago. Fue Alberto Tocados (bajista) quien propuso grabarla. Tras el estreno, Macón (guitarrista) y yo salimos de fiesta y me convenció para volver a tocarla. Yo no quería hacerlo. Menos mal, una vez más, que les hice caso. Son más inteligentes y sensibles que yo.

Hay una gran presencia de percusiones. ¿Es por el dramatismo que aportan?

—Si no puedes expresar violencia dando golpes a cosas es que estás muerto por dentro, ¿no?

Imagino la dificultad de presentar este proyecto en vivo. ¿Es la precisión de sonido e imágenes la máxima dificultad?

—Con Alejandro (batería) midiéndolo todo no hay dificultad. El peso cae sobre sus hombros.

En Toundra da la impresión de que siempre se está abierto a la improvisación. Aquí es más difícil, ¿verdad?

—Hay más improvisación que en otros discos, pero somos unos pesados y tenemos que limitarnos porque si no estaríamos haciendo solos de guitarra durante horas. A guitarristas como Macón hay que atarles en corto. Son como pasaba con Aduriz, no les puedes dejar ni un centímetro porque te cogen la espalda tanto en el escenario como de juerga (risas).

Parte del sueño está cumplido, ¿no? Querían componer una banda sonora para una película o un documental, como Mogwai o Pink Floyd. ¿Proyectos?

—Yo he compuesto Música para Xixon, banda sonora del 58º Festival de Cine. Ojalá pronto alguien vuelva a llamar a la puerta. Si te preguntan, dales mi teléfono, por favor.

Y mientras tanto, nuevo disco, ‘Hex’ para enero.

—Sí, en canciones como El odio, dividida en tres partes, hay influencias de Tool, The Who, The Mars Volta y John Lennon. Hay inspiración en Scott Walker, en Schostakovich y en Fucked Up. Al plantear los discos llegamos a sufrir con ellos. Las ideas surgieron de forma caótica y la extrema crueldad que podemos avistar a nuestro alrededor (cada vez más cerca) sirvió de catalizador.

“La música es mucho más que buenas fotos en redes sociales junto a vídeos de productoras de moda. La música es arte”