Juan Ignacio Vidarte ha estado ligado al proyecto desde el inicio de las negociaciones para crear en Bilbao un museo en colaboración con la Fundación Guggenheim de Nueva York. Y desde que abrió sus puertas en octubre de 1997 ha dirigido este museo, cuyo efecto Guggenheim todavía hoy en día se sigue estudiando en las universidades del mundo.Hoy se cumplen 24 años desde la inauguración oficial del Guggenheim Bilbao. ¿Cómo recuerda aquel momento?

—Ese día, las cosas fueron muy bien. El público lo acogió con mucha ilusión. El peor recuerdo, por supuesto, fue el asesinato del ertzaina Txema Agirre unos días antes en el exterior del museo.

Hoy nadie discute su éxito, pero no hace falta más que tirar de hemeroteca para comprobar que el Guggenheim fue un proyecto muy contestado, muy criticado. Incluso les llegaron a tirar huevos a la entrada de la Bolsa...

—Cuando se presentó el primer boceto del proyecto de Gehry hubo una manifestación; la gente nos tiraba de todo, hasta huevos. Pero cuando el museo abrió sus puertas, yo creo que la sensación ya había cambiado. La oposición al proyecto fue durante los primeros años de desarrollo, de la construcción del museo... Enseguida, el museo demostró que era un ejemplo de lo cierto que es esa afirmación, de cómo una institución artística ha sido un elemento fundamental en un proceso de transformación de una ciudad, de un territorio...

La pandemia habrá sido la situación más difícil a la que se ha tenido que enfrentar el museo en su historia, ¿no?

—Probablemente sí, quizás porque nos ha pillado más desprevenidos; ha durado mucho tiempo, todavía seguimos con sus efectos. Ha sido complicado, fue parar de golpe cuando estábamos en una velocidad más que de crucero, porque realmente el año anterior, 2019, había sido un año estupendo desde el punto de vista de visitantes, y habíamos empezado 2020 con una programación muy ambiciosa. Y realmente fue algo muy inesperado. Habíamos contemplado otras posibilidades, pero nunca ésta. El museo estuvo cerrado dos meses y medio, pero a partir de junio abrió y fue como tener que preparar los motores de un avión pero en vuelo. Ha sido complicado, de la noche a la mañana perdimos en torno al 70% de los visitantes en 2020.

Y su repercusión en los ingresos.

—Tuvimos que ajustar el presupuesto teniendo en cuenta esa reducción de visitas, que para nosotros tienen un peso muy importante desde el punto de vista de los ingresos. Tuvimos que continuar 2020 con unos ingresos en torno a algo más del 30% inferiores a los que habíamos previsto el año. Ha sido difícil, pero hemos sido capaces de acabar el año manteniendo el museo en funcionamiento, ofreciendo a unos visitantes más reducidos una experiencia de visita gratificante, cómoda y segura desde el punto de vista sanitario. Lo hemos conseguido sin ayuda financiera extraordinaria y sin recurrir a ningún ERTE.

¿Y 2021? ¿Qué perspectivas tienen para acabar el año?

—También va a ser un año afectado por la pandemia, aunque la situación será mejor porque ya nos ha permitido preveerlo y organizarnos teniendo en cuenta estas circunstancias. Este año lo hemos hecho con unas previsiones que el patronato aprobó el año pasado, contemplando que se iba a ir produciendo una progresiva recuperación de la normalidad, sin llegar a la absoluta con respecto al número de visitantes. Pensábamos que íbamos a poder acabar el año en torno al 50 o 55% de los visitantes de un año habitual, es decir, alrededor de los 500.000. Y la verdad es que ha ido discurriendo más o menos con esas previsiones. La primera mitad del año más floja y a partir del verano una recuperación paulatina. Objetivamente, además, está siendo mejor porque progresivamente hemos ido recuperando la normalidad.

¿Y los visitantes extranjeros?

—Todavía esa es la asignatura pendiente. Están llegando al museo, pero no en el porcentaje habitual. Este año, más de la mitad proceden del Estado, cuando en una situación normal, esta cifra estaría en torno al 30%. El visitante estatal se mantiene en unos niveles e incluso en algunos momentos por encima de un año normal. Sin embargo, los extranjeros todavía no han alcanzado estas cifras. Este puente de octubre hemos tenido unas cifras muy buenas; hemos estado en torno a los 14.600 visitantes, el año pasado fueron 5.000. Pero mayoritariamente son procedentes del Estado todavía.

¿Cuándo prevé que se podría volver a alcanzar la cifra del millón de visitas anuales?

—Yo tengo mucha confianza pero requiere un poco de tiempo; quizás el año que viene no lleguemos al millón, pero vamos a estar cerca. Si no hay imprevistos, nos iremos acercando a esa cifra para en 2023 estar ya donde estábamos. El dato bueno de cómo se están comportando los visitantes este año es muy positivo porque desmiente algunas previsiones un poco apocalípticas que se hacían al principio de la pandemia cuando algunos decían que iba a ser el final de una época, de un modelo, que la gente no iba a querer viajar, no iba a acudir a lugares con concentraciones de gente, no se iba a mover... Afortunadamente eso no es así, la gente tiene ganas de viajar y en la medida que se ofrezcan experiencias atractivas va a seguir queriendo verlas. Eso me produce tranquilidad y una buena esperanza de cara al futuro. Este año estamos cerca ya de los 400.000 visitantes; al final del año, si todo sigue normal, llegaremos en torno o por encima de los 500.000. Y el año que viene, si no hay imprevistos, nos iremos acercando en torno al millón.

Uno de los principales retos al que se enfrenta el museo en los próximos años es la ampliación del Guggenheim Urdaibai.

—La ampliación era un proyecto de futuro en el año 2008, cuando nos planteábamos en qué medida el museo tenía que abordar nuevas iniciativas para garantizar su propia persistencia, pervivencia y relevancia, en aquel momento pensando en un horizonte lejano que era 2020. De todas aquellas iniciativas que pusimos en marcha desde 2008 para preparar 2020, la mayor parte se han desarrollado, pero este es un proyecto que está todavía pendiente. Creo que sigue siendo vigente para el museo, que es una ampliación no tanto cuantitativa de más metros, sino cualitativa, que nos permita hacer cosas diferentes a las que ya venimos haciendo, de manera que se propicie una experiencia complementaria a la del museo de Bilbao; que tenga más que ver con la conexión con el paisaje, la naturaleza, la sostenibilidad... Ese proyecto se ha plasmado en esa idea en un proyecto con dos localizaciones, Gernika y Murueta, conectadas a través de una senda en Urdaibai.

Una inversión sufragada en buena parte por fondos europeos -unos 81 millones-, si es que llega esa ayuda de Bruselas.

—Es un proyecto que sigue teniendo vigencia, pero que sigue pendiente de que se tome una decisión respecto a su financiación porque el museo genera fondos en su actividad ordinaria suficientes, con un apoyo público, para su funcionamiento, pero no para acometer un proyecto de inversión de estas características... La Diputación también ha manifestado su voluntad de financiar el proyecto si hubiera esos fondos europeos, pero está pendiente de que lleguen. El proyecto está incluido en la lista que presentó el Gobierno vasco para la financión de los fondos europeos Next Generation.

Estamos hablando de una inversión global de aproximadamente 120 millones de euros.

—Todavía queda pendiente realizar un concurso para dotarle de una identidad arquitectónica. Pero el presupuesto del que se habla es de unos 120 millones de euros, de los cuales en torno a 80 o 90 son de construcción.

¿Tienen ya una estimación de visitantes?

—La estimación de visitantes es de 130.000 a 140.000 visitantes al año.

Es un modelo estacional, con una accesibilidad restringida; tampoco aspira a maximizar el número de visitantes, sino a acoger un número de visitas que pueda ser compatible con ese formato de museo y con el lugar en el que se encuentra, en Urdaibai. Es una oportunidad, desde el punto de vista de impacto económico, de aportar una actividad en una zona protegida por ser una reserva de la biosfera como es Urdaibai. En parte, como consecuencia de ello, es una de la zonas de menor renta per capita de la CAV, entre otras cosas porque la actividad económica está muy supeditada a unos condicionamientos por ser una reserva. Esta es una de las actividades que se entiende que puede ser compatible con la condición de reserva y con el mantenimiento de algo que es muy connatural de la reserva, que es la coexistencia de la naturaleza, con la vida humana y la actividad económica. Por eso, la idea es que el concurso que se desarrolle sea no solo para arquitectos, sino para equipos multidisciplinares, donde haya arquitectos, paisajistas y ecólogos, porque se busca la solución que mejor responda a ese encaje en el ecosistema.

¿Y fecha de apertura del Guggenheim Urdaibai? Al principio, se apuntaba que para 2025 podría ser ya una realidad...

—No me atrevo a decir fechas, estamos hablando del año 2025 o 2026 pero claro, depende de muchos factores: de la financiación, de que en paralelo haya un esquema de complicidad administrativa de las diferentes administraciones que tienen competencias en la reserva, que es muy complejo, porque estamos hablando de dos ubicaciones... Requiere un consenso político e institucional entre todas las administraciones implicadas.

El año que viene el museo cumplirá sus primeros 25 años, sus bodas de plata...

—Nos gustaría que a lo largo de todo el año, y empezando desde el final de este, desarrollar una programación especial que busque, por un lado, celebrar un hito que es importante para el museo, como es el haber llegado a esos 25 años y con buena salud. Y a la vez, queremos aprovechar ese momento para reflexionar y pensar en el futuro. Esos hitos te permiten celebrar lo conseguido pero también pensar qué es lo que hay que hacer para que en el futuro se pueda seguir celebrando.

¿Y cuáles son esos retos?

—El reto de su relevancia; el museo tiene en su propio ADN que es una institución que se tiene que ganar su derecho a existir porque pueda generar interés para la sociedad. Y eso que ha hecho hasta ahora tendrá que seguir haciéndolo en los próximos 25 años. Tendrá que seguir siendo lo que ha sido, un catalizador de un proceso de transformación, que esperamos que continúe y confío en que el museo pueda seguir jugando ese papel con su propia actividad y con la de su ampliación si se realiza. Y además, siendo un elemento de proyección en el mundo de la realidad de este país. Creo que es importante que esos votos se reconfirmen y que ese papel que ha venido jugando lo siga haciendo en los próximos 25 años.

¿Puede adelantar algo de la programación del año que viene?

—La colección propia tendrá una gran importancia. El año que viene uno de los hitos que estamos pensando es que el museo pueda, coincidiendo con el otoño que es cuando cumple sus 25 años, hacer un guiño a lo que fue la exposición inaugural, cuando se presentó la colección de la Fundación Guggenheim. Ahora será algo similar pero se presentará en todo el museo fondos de la colección del Guggenheim Bilbao, que es uno de los elementos fundamentales en el desarrollo del museo. Hemos ido creando una colección propia que ya tiene una identidad que no tenía hace 25 años, que ha vivido momentos mejores o peores, años en los que el museo no ha tenido financiación para ir creando esa colección, pero que afortunadamente estamos recuperando poco a poco. Y creo que poder presentarla va ser uno de esos momentos importantes del año. Muchas de las obras son conocidas pero nunca se han visto juntas en su conjunto y habrá probablemente algunas que sorprenderán.

Le veo optimista con respecto al futuro...

—Soy optimista por naturaleza, creo que hemos pasado lo peor aunque, por supuesto, algunos efectos de la pandemia los vamos a sufrir. Hemos estado unos años en los que no se han podido dedicar fondos a la colección, llevamos dos años prácticamente sin ningún margen de maniobra porque hemos tenido que reducir todo a lo estrictamente imprescindible para poder seguir en funcionamiento. Aunque esto también va a tener una parte positiva, porque te hace más resiliente.

“Con la pandemia, de la noche a la mañana perdimos en torno al 70% de los visitantes en 2020”

“La estimación de visitas al Guggenheim Urdaibai es de 130.000, compatible con el modelo del museo y el lugar”

“El Guggenheim tendrá que seguir siendo lo que ha sido, un catalizador de un proceso de transformación”

“El año que viene celebraremos los 25 años del museo con una exposición de nuestra colección”

“La asignatura pendiente ahora es también llegar al porcentaje de extranjeros de antes de la pandemia”