Manuel Vilas (Barbastro, 1962), uno de los mayores referentes de la literatura española actual, vuelve con una gran historia de amor. En Los besosy el equilibrio perfecto entre el erotismo y la ternura. “La obra nos demuestra que enamorarse, a cualquier edad, es la auténtica salvación”, explica a DEIA sonriente su autor.

La vacuna defiende del virus. ¿Pero la mejor defensa contra el abatimiento que produce una pandemia puede que sean los besos?

—Claro. La novela deja claro que el refugio de los seres humanos es el amor. Es el lugar desde el cual luchar contra los enemigos de la vida: virus, guerras o las crisis económicas.

¿Cómo se atrevió a escribir de besos, abrazos y cercanía durante una pandemia de distanciamiento y abrazos/besos virtuales?

—Porque lo que caracteriza al ser humano son los besos y abrazos, que eran lo prohibido, lo que nos habían quitado. Como la frase de Bogart a Ingdrig Bergman en Casablanca: El mundo se derrumbay tú y yo nos enamoramos. Eso es lo que hay en Los besos; la historia de dos personas que se encuentran por culpa de la pandemia y la manera que tienen de evadirse de ese horror es enamorándose, explorando los límites del erotismo y la relación carnal en sus vidas.

El erotismo del relato es romántico e idealizado. ¿Por qué lo pone en el cuerpo de dos adultos ya maduritos y no en el ‘subidón hormonal’ de dos adolescentes/jóvenes?

—Quería reivindicar la edad madura como lugar también de pasiones; me parece injusto que la pasión erótica, más carnal y más sexual esté limitada a la juventud. Pienso que es un derecho que puede tener cualquier ser humano y que en la edad adulta la gente necesita vivir igual y que la mayor forma de vida y subidón de ilusión y plenitud de vivir está en el amor. Quería reivindicar que el amor no tiene edad.

Hay quien piensa que a los 60 años ya no es posible llevar el erotismo del pensamiento a la acción real de tu vida. ¿Puede ser Salvador (su personaje en la novela) un ejemplo?

—Esun hombre maduro que quiere vivir intensamente y quiere amor, por lo que intentará aprender a amar. Montse es la mujer de la que se enamora y la idealiza; se convierte en una utopía y se equivoca. Pero esa creación utópica le sirve para crear una ilusión de vida. Ella no lo ve así, ve la vida de otra manera; es más realista y se confrontan esas dos psicologías. Él está muy obsesionado con que la pasión erótica no termine nunca; pero como sabe que va a terminar, eso le angustia. Hay muchas páginas dedicadas a cómo puede ser la integración de sexo y amor; el tema es una constante en Los besos. Hay una comparación entre la pasión erótica y lo que queda después. La idea del amor como algo rutinario; la convivencia como un lugar donde se produce la amistad, la complicidad y la estabilidad, pero se echa en falta esa otra parte atávica que es la pasión amorosa.

¿Es posible enamorarse hasta la pasión carnal a cualquier edad?

—En la novela defiendo que sí; al menos la ilusión, porque si no la tienes, no estás vivo. La prueba del algodón de que estás vivo es que todavía albergas deseos en tu corazón. Si no, solo estás sobreviviendo, que es lo que la novela plantea en el tener pasiones amorosas en el corazón.

¿A esta edad madura es todavía posible convivir en armonía el amor platónico romántico con la pasión carnal o es solo en la novela?

—Sí, ese es uno de los enigmas; la gente encuentra cada cual la solución que puede. Yo ahí he querido indagar sobre esta relación enigmática que hay entre pasión, sexo y amor. Cada lector verá allí, en la historia, lo que quiera ver. Yo simplemente he intentado hacer una foto de ese tema.

Veo a su hombre/protagonista más romántico, platónico e idealizador hasta dar nombre ‘quijotesco’ a su amada. Veo a la protagonista más pragmática, realista y carnal. ¿No suele ser al revés a esa edad? ¿Es una idea preconcebida pero no real?

—Hay de todo. En este caso, Salvador es el idealista y ella la pragmática, pero podía ser al revés igual. Me ha salido así, pero en la vida hay de todo. Lo importante es que juntos viven una historia de amor. Era importante para mí que se contaran la vida uno al otro.

¿Escribir sobre contacto, besos, sexo, amor... y cercanía durante la pandemia le ha resultado liberador y tan reflexivo como a Salvador?

—Yo necesitaba encontrar un sitio donde todavía hubiera belleza y plenitud humana. Como escritor y como ser humano precisaba saber que había algo en la vida que no podía haber sido por la pandemia y pensé que eso era el amor. La obsesión del libro es que haya algo que no ha sido alcanzado por el virus. Que haya siempre en la vida humana algo que no pueda ser derrotado; una esencia maravillosa, única y misteriosa. Y pensé que esa era el amor y que la manera de visualizarla era a través de Los besos; yo, en realidad era un incauto, porque también a la hora de escribir he sido idealista; pensar que el amor es la vida, a lo mejor es un poco inocente. Pero si eso no existe, ¿qué nos salva como seres humanos?

Para Salvador, como para el Quijote, los libros son un bálsamo. ¿Espera que lo sea su libro antipandemia para el lector?

Los besos son como una vacuna. Esa es la gran vacuna...

Siempre hay algo de autobiográfico en una novela. ¿A qué modelo desearía seguir más, a Salvador o a Montse? ¿O a los dos juntos?

—Son personajes de ficción, distintos. Básicamente, la novela es una historia de un amor maduro e idealista por parte de él, que buscando una utopía para vivir se enamora de Montse pasando a idelizarla; al final acaba decepcionado, pero vivir sin idealismo también decepciona.

“Reivindico la edad madura como lugar de pasiones; es injusto que la pasión más carnal, erótica y sexual esté limitada a la juventud”