El grupo musical Los Enemigos sigue siendo una leyenda viva que cautiva y engancha a su público fiel tras más de tres décadas de trayectoria. Hoy en el Iradier Arena a las 19.30 horas el público podrá disfrutar de una cita con el grupo de Josele Santiago, gracias a la special edition del Azkena Rock.

Lleva más de tres décadas sobreviviendo en la industria musical, trabajando en el género de la canción y trabajando, además, de una manera muy artesana.

- Sí, tampoco sé trabajar de otra manera, ni me interesa. Hemos logrado estar todo este tiempo, pero mi secreto ha sido no crearme grandes expectativas nunca; durante los años he ido trabajando y el tiempo ha ido pasando. Supongo que el sobrevivir ha sido una cuestión de cabezonería (risas).

¿Cómo recuerda sus inicios en su barrio madrileño, en la Puerta del Ángel?

- Cuando vivía allí tampoco tenía muy claro profesionalmente por dónde iba a continuar. Tocaba con quien me dejaban y procuraba aprender de la gente que veía. Entonces se tocaba en la calle, luego salí del barrio y seguí con la música. Estuve en muchísimos grupos y recuerdo de aquella etapa la gran despreocupación con la que vivía. Lo único que me interesaba era tocar canciones.

¿Ha cambiado mucho desde entonces?

- No, sinceramente no he cambiado mucho; mi actitud sigue siendo la misma. Siempre estoy buscando la chispa sobre la que escribir una canción. Es una especie de obsesión y de enfermedad que afortunadamente, por una serie de golpes de suerte, ha hecho que acabe viviendo de esto.

¿Esto ha sido así desde pequeño?

- Mi afición por la música, sí. Apostar por ella, no. Empecé a querer trabajar y vivir de esto cuando vi que realmente tenía posibilidades. Al principio ni me lo planteaba.

¿Fue con Los Enemigos cuando cambió de opinión?

- Sí, sin duda. Antes ni de coña. Cuando yo entré era otra banda compuesta por otros integrantes. Al de poco se fueron todos y me quedé solo. Al final creamos el grupo que se conoce hoy. Con el tiempo el nombre que ya estaba puesto ha cobrado sentido, porque me gusta siempre ser el enemigo: siempre llevamos uno dentro, te puedes encontrar uno fuera y es complicado enfrentarte a él.

Usted fue el amor platónico de estudiantes que hablaban de esta banda en los pasillos de las facultades, especialmente en la década de los 90. ¿En todos estos años, cree que ha cambiado el concepto de disfrutar de la música; cree que se sigue hablando de música en los pasillos de las facultades?

- No, quizá la música, y en concreto el rock, ha dejado de tener el papel central y protagonista que tenía para la juventud cuando yo era joven. El rock era el centro mundial de todo y ahora es una cosa más marginal, un poco menos decisiva. Pero ahí está, ahí sigue. Nos lo han matado miles de veces y, aún así, sigue y creo que permanecerá para siempre. Sinceramente, a mí me sigue poniendo el rock. Es lo que mejor sé hacer.

36 años desde que se iniciaron como banda, con un descanso de una década separados, pero muchos años juntos igualmente. ¿Cuál es el secreto para permanecer tantos años unidos?

- Lo de estar diez años separados ayuda mucho, eso te lo aseguro. De lo contrario, no sé si seguiríamos aquí (risas). Supongo que la cabezonería también nos ha ayudado y el no crearnos expectativas profesionales, estar centrados en hacer buenas canciones y en sonar bien.

¿Pero es compatible ver que su éxito crece, que la gente acude a sus conciertos y se sabe sus canciones, y no crearse aún así expectativas?

- No, fácil no es. Siempre que entro al local procuro guardar estas consideraciones y no es nada fácil. A veces sí me como la cabeza pensando si seguiré gustando a mis seguidores o si seré capaz de conseguir nuevos. Es una cuestión difícil como para dejarla aparcada en la puerta del local, pero es necesario hacerlo para centrarnos en las canciones. También es una parte de nuestro trabajo.

¿Cómo son esos minutos antes de salir al escenario, esos minutos en los que pretende que esos pensamientos no estén ahí pero que pueden alterar sus nervios?

- Los nervios son buenos antes de salir. De todas formas, últimamente he descubierto un antídoto muy bueno para los nervios: una pelota de tenis. La estrello contra la pared y funciona bien. Lo recomiendo.

Supongo que entonces le vendría bien utilizarla, no sé si por nervios o emoción, el pasado marzo. Lograron ser número uno en ventas de discos españoles justo antes del confinamiento. ¿Cómo vivió ese momento?

- Con bastante incredulidad: por ser número uno en ventas y también por el propio confinamiento. Recuerdo cuando me llamó Carlos, mi mánager, para decirme que éramos número uno en ventas. Pensé que estaba de coña, no nos habíamos acercado a eso nunca. ¡Menuda sorpresa! A la semana vino el confinamiento y todo este follón nos mató la emoción. Se quedó en anécdota y ahora carece de importancia con todo lo que vino después. El premio ahora es seguir bien, pese al coronavirus.

¿Cómo vivió el confinamiento?

- Malamente. Vivo en Catalunya y me fui corriendo a Madrid, a casa de mi madre, para que no se quedara sola. Y allí estuve; en el piso de mi madre, que es muy pequeñito, los dos ahí. Como todo el mundo, malamente.

¿Han vuelto a la normalidad en cuanto a conciertos y ensayos?

- De entrada, nos hemos quedado sin la presentación del disco. Poco a poco van saliendo cosas, aunque también nos van cancelando conciertos. Supongo que esto será la nueva rutina en una temporada. Esperemos que esto pase pronto. Pero está asumido, es lo que hay. Y eso no nos va a echar para atrás. Entre unas cosas y otras, vamos tirando.

De hecho, la cultura ha sido uno de los sectores más golpeados. ¿Cree que esto empeorará el futuro del rock?

- Es complicado, a veces pienso que nada será lo mismo y me pongo muy trágico. Otras veces intento ser más optimista.

¿En qué se inspira a la hora de componer una canción?

- Depende. Cada canción es muy suya. A mí me gusta pensar que descubro mis canciones, que voy viendo las chispas y las dejo hacer, no las interrumpo, veo cómo se comportan y les voy dando lo que van pidiendo. Las canciones pasan por muchas transformaciones y formas distintas antes de ver la luz.

¿Y cuándo sabe si está terminada?

- Uf, es difícil verlo y saber cuándo está terminada. Es una labor complicadísima. Eso sí, me paso el día buscando canciones. Y lo cierto es que están por todas partes. Más cerca de lo que uno se piensa. Yo las cojo y las dejo hacer.