La pandemia no está siendo un obstáculo para que la artista Amaia Molinet pueda dar salida a sus obras. Admite que ha podido vender algunas piezas, lo que le ha aportado algo de tranquilidad para unos meses. Sin embargo, reconoce que su situación no es la más representativa. Por eso aplaude la iniciativa Arte Non-nahi, una galería de arte al aire libre para exhibir y vender cuarenta obras de artistas locales entre los que está ella misma. El proyecto, impulsado por la asociación local Moving Artists con el apoyo del Ayuntamiento de Bilbao, muestra en el circuito urbano de marquesinas de autobús y de metro de la ciudad una selección de obras que los ciudadanos pueden adquirir al momento. La obra de Molinet, una impresión fotográfica en papel hahnemühle, está visible en una marquesina del Campo Volantín y puede adquirirse por 200 euros.

El objetivo principal de la iniciativa es “llevar el arte al espacio público para ver si el ciudadano de a pie se anima a comprar arte, como compra otro tipo de cultura, u otras cosas en las que se gasta dinero habitualmente, como puede ser un viaje, un mueble o unos pendientes”. Así lo describió ayer martes Ixone Sádaba, cofundadora de Moving Artists junto a Ignacio Rodríguez Tucho, antes de explicar que la convocatoria fue secundada por 120 artistas, de las que 78 son mujeres. “Se sumaron más de los que esperábamos”, reconoció. De ahí seleccionaron, junto al colectivo Okela, a cuarenta artistas con sus correspondientes obras, que son las que se exhiben en las marquesinas. “El resto se pueden ver on line”, especificó Sádaba.

“Una marquesina puede ser un espacio adecuado para vender arte”, apuntó, por su parte, Xabier Ochandiano, concejal de Desarrollo Económico, Comercio y Empleo, quien explicó que Arte Non-nahi forma parte de la serie de iniciativas subvencionadas por el Consistorio para apoyar la cultura y las industrias creativas. “Es un proyecto importante que puede ayudar a que la ciudadanía, que puede pensar que el arte es algo más lejano, lo vea como algo propio y real”, defendió. En la misma línea, la impulsora del proyecto hizo un llamamiento a que el arte se vea “como algo que se puede adquirir, se puede disfrutar desde casa y toda la vida”. Y recordó que en este momento de pandemia no solo es importante que las piezas se vean, sino que también se compren.

Escanear los códigos

Junto a la imagen de las obras que se exhiben en la calle, los viandantes pueden encontrar sus fichas técnicas, en las que se especifica el nombre del autor o de la pieza, así como sus medidas y su precio. “Hay un código QR que te lleva a la pasarela de pago de la web para poder adquirir las obras”, concretó la promotora de la iniciativa. En la página web se puede observar la totalidad de las piezas y del rango de precios: desde los 25 euros que cuesta una ilustración digital de Iñaki Landa Fuentes hasta los 6.000 de la escultura de madera de Antton Jauregizuria. “Es como cuando adquieres cualquier otro objeto: cuando vas a comprar una silla puedes encontrarlas desde 40 euros hasta otras de 800”, apuntó.

Sádaba destacó, además, que el total de la venta es para los artistas, ya que no hay ningún porcentaje de venta. Y concretó que la misma diversidad que hay en el rango de precios se aplica al abanico de piezas que pueden encontrarse -óleos, esculturas, dibujos, fotografías en papel, diseño gráfico, ensamblajes- o a la naturaleza de los artistas, unos más conocidos y otros totalmente anónimos. Algunos de los creadores cuyas obras estarán en la venta en la web hasta el 15 de mayo son Ana Riaño, Idoia Montón, Zuriñe Amoroso, Patrik Grijalbo, Mikel Serna o Judas Arrieta. “Les agradezco que hayan estado por encima de ciertos tabús que hay en el arte, como el de enseñar el precio de su trabajo. Para ellos eso es un reto, porque no se suele hacer”, concretó Sádaba.

En la consecución de ese desafío ha participado Amaia Molinet, a quien la crisis sanitaria ha tratado especialmente bien. “Soy afortunada pero soy consciente de que no es una situación que se pueda aplicar al sector”, señaló la artista frente a la marquesina que muestra su obra, tras explicar que en los últimos meses incluso ha conseguido una beca de investigación. A pesar de su situación particular, mostró su inquietud por lo que pueda ocurrir cuando el ímpetu por ayudar a los profesionales de la cultura se apague. “Quizás ahora sí genere una empatía. Lo que más me preocupa es lo que vendrá después de la incertidumbre”, repuso. En ese sentido, deseó que la iniciativa sea un bálsamo y sirva para abrirse a otros públicos. “Hace falta que la gente se anime. Los medios están ahí, pero hace falta voluntad”, concluyó.

Iniciativas internacionales. Según confesó ayer Ixone Sádaba, este mismo proyecto ya se llevó a cabo en Lituania, donde cosechó un éxito notable. “Esperamos que tenga la misma resonancia para nuestros artistas”, señaló. En los últimos meses han sido varias las ideas para impulsar el arte importadas de otros países. Ejemplo de ello es también Artoteka, una plataforma de préstamo de obras artísticas nacida con la voluntad de mediar entre los artistas y la ciudadanía. Su colección inicial, formada por treinta obras de diez artistas locales, puede verse en Azkuna Zentroa hasta el domingo.