Entre susurros y silbidos, chasquidos de lengua y respiraciones entrecortadas, una mano acompasa su baile con los hachazos que cercenan las cortezas de varios árboles al son de un diapasón. Esta es una de las escenas de la evocadora y musical La mano que canta, la obra principal del conjunto de tres piezas con las que la artista Alex Reynolds recaló ayer en el Museo Guggenheim Bilbao. La exposición Hay una ley, hay una mano, hay una canción, en la que se refleja un momento concreto de su trayectoria, está compuesta por dos películas de corta duración y una escultura. La muestra, abierta al público hasta el próximo 20 de junio, es la primera exposición de 2021 en la sala Film & Video, el espacio de la pinacoteca dedicado al videoarte.

La propia artista, nacida en Bilbao aunque vive y trabaja a caballo entre Bruselas y Berlín, calificó ayer como “un pequeño milagro” poder presentar una nueva película debido a las dificultades a las que se ha enfrentado para rodar en pandemia. “Es una constante en su trabajo la exploración sobre nuestros modos de relación, de afecto a través del lenguaje cinematográfico”, detalló Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim, durante la presentación en la que la artista presentó sus trabajos. “El título abarca el conjunto, tiene un componente de retornelo, de frase que vuelve y vuelve”, consideró el curator Manuel Cirauqui, quien destacó, a su vez, el tratamiento del sonido en la obra de la artista.

La pieza principal es La mano que canta, una película de 22 minutos de duración realizada en colaboración con Alma Södeberg, una coreógrafa sueca, y coproducida por la propia pinacoteca bilbaina. Según relató Reynolds, en principio se iba a grabar en su totalidad en Extremadura, pero fue imposible viajar antes de verano. “Finalmente nos pudimos reunir durante tres o cuatro días en Bruselas para grabar juntas y el resto del tiempo hemos estado editando casi a distancia”, explicó sobre el difícil proceso. Cirauqui la calificó como “proeza técnica realizada durante 2020” al considerar que “no solo es una pieza fílmica de una calidad y características absolutamente singulares”. A su juicio, “también es una pieza que en su ubicación en el espacio se despliega con unos componentes extremadamente sofisticados”.

Antes de llegar a la sala principal, en la antesala, Palais, de 34 minutos de duración, plantea un recorrido por el palacio de justicia de Bruselas, “un edificio que es una especie de delirio de grandeza construido a finales del siglo XIX”, según la propia artista. Con la cámara en mano, grabó cada recoveco, que es “casi como una caricatura de lo que es una aberración de la burocracia y del sistema legal”. Reynolds transita por sus espacios interiores, pasadizos, sótanos e incluso parkings. “Me interesaba de este edificio cómo está diseñado para tener un efecto particular sobre el cuerpo que puede ser de confusión, intimidación”, relató la artista, que rodó planos secuencia muy largos.

En la misma antesala, donde también se presenta Justine, describe Cirauqui que “hay una alternancia, un juego espacial entre ambas”. Justine es una escultura que sin ser figurativa es un retrato de Justine, una persona cercana a creadora. “Es un diapasón que he modificado para que suene a la misma frecuencia que la voz de una persona en un momento determinado”, describió Reynolds sobre esta “pieza visagra” hacia La mano que canta. “Vibra exactamente a 422 hercios, que no es la normativa habitual en música”, explicó la creadora, quien detalló que lo que le llamó la atención del diapasón es que “es un elemento para ejercer la normativa, para que todo el mundo esté tocando con el mismo tono, para que nadie desentone”. Por ello, se decidió a crear una ambivalencia dentro del “retrato tierno” de una persona con “la idea de generar una normativa a partir de una única persona”, lo que a su juicio “tiene algo de tiránico”.

En palabras de Manuel Cirauqui, quien reivindicó la experiencia expositiva con ímpetu incluso en la actual crisis sanitaria, hay un tratamiento del sonido que es característico en la obra de Alex Reynols. “La personificación del sonido en cada momento de la película alcanza un nivel muy alto de detalle”, consideró el curator, quien mencionó también como característica “su tratamiento abierto del guión y su extrema minucia en el montaje”. A su vez, alabó el conjunto de obras como “una celebración del aspecto colaborativo de la obra de arte, de cómo el pensar colectivo puede llevar la obra de arte a puntos desconocidos incluso para sí misma”.

‘La mano...’

Realizada en colaboración con Alma Södeberg fue grabada el año pasado en lugares como Extremadura y Bruselas. Reynolds construye una red de gestos, voces e imágenes conectados en el tiempo.

‘Palais’

La artista recorrió el palacio de justicia de Bruselas con una cámara en mano grabando largos planos secuencia para escenificar el efecto de intimidación que genera.

‘Justine’

Se trata de un retrato atípico realizado con un diapasón que vibra en el aire ligeramente imperceptible con la frecuencia de una persona cercana a la artista.