Mucho antes de que Frank Gehry garabateara en una servilleta de papel de una cafetería bilbaina los primeros bocetos arabescos que dieron lugar al Museo Guggenheim, Lucio Fontana creó el icónico diseño de neón que ahora luce suspendido sobre las cabezas de los visitantes en un extremo del atrio. La innovadora pieza que dialoga con la característica arquitectura de la pinacoteca -aún sin tener nada que ver con la misma- fue concebida expresamente para la Trienal de Milán de 1951 en la que resultó ser una sorpresa al desligarse de los criterios estéticos de la época. El Museo Guggenheim podrá exhibir la instalación del artista italo-argentino "al menos" durante tres años gracias a una colaboración con la Fondazione Lucio Fontana de Milán.

"Es un privilegio haber llegado a este acuerdo excepcional", aseguró durante la presentación de la obra Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim, sobre Estructura de neón para la IX Trienal de Milán, antes de recordar que no es la primera vez que pende de la pinacoteca bilbaina. De hecho, hace dos años, la exposición retrospectiva En el umbral mostró un centenar de piezas realizadas por Lucio Fontana entre 1931 y 1968. En aquella ocasión se exhibieron también los inconfundibles lienzos rasgados con cúter por los que consiguió la fama a nivel europeo. Sin embargo, la composición de neón que el miércoles presentaron no se queda atrás. "Es una obra muy relevante. Un ejemplo de los más icónicos, destacados, de la conjunción entre arte y tecnología", destacó Vidarte.

Así lo considera también Paolo Laurini, presidente de la Fondazione Lucio Fontana, para quien la obra es "un ejemplo absoluto de su rompedora creatividad" en la que se recrearon más de 500.000 personas durante su primera estancia en la pinacoteca bilbaina. Manuel Cirauqui, curator del Museo Guggenheim, mostró su sintonía con esa apreciación: "No se ven muchas obras de estas características, en neón, en las obras de los artistas porque es un desafío técnico inmenso". Según detalló, la obra está compuesta por más de 100 metros de neón, suspendidos en el aire, "en un enclave en el que hay que hacer una medida de cálculos para que la obra aparezca donde está".

Según expresó Cirauqui, es una obra pionera con una larga historia al haber coincidido prácticamente en el tiempo con el Manifiesto blanco, la primera declaración del Espacialismo que fue redactada en Buenos Aires en 1946. "Es un movimiento que Fontana fundó con otros artistas para reivindicar una serie de valores estéticos que siguen valiendo hoy", detalló. El manifiesto surgió a la luz de los nuevos descubrimientos de la física, desde la relatividad hasta la mecánica cuántica; y en el documento sus autores promovían el uso de las nuevas tecnologías. Fontana plasmó en la creación presentada ayer su sintonía con el manifiesto en el que definían: "Con los recursos de la técnica moderna haremos que aparezcan en el cielo formas artificiales, arco iris de maravillas, carteles luminosos".

En ese contexto entra el juego el neón, "un material que fascinaba a Fontana por su presencia en las calles y por su capacidad de generar lecturas del espacio". Pero también fue rompedor por ampliar la noción de experiencia artística para incluir en la obra de arte el espacio que rodea al espectador. "Al mismo tiempo, la idea de dibujar en el aire y trabajar en una dimensión que no era propia de la pintura hasta entonces, ni de la escultura o la arquitectura, lleva a Fontana a pensar que hay una comunicación de la obra de arte contemporánea con las formas de exploración del espacio", expresó Cirauqui.

Sintonía con la arquitectura

El diálogo con su tiempo, particularmente con la arquitectura, fue primordial para Lucio Fontana. Lo atestigua también el presidente de su fundación, que aunque el miércoles no pudo asistir a la presentación hizo llegar unas palabras: "El artista siempre tuvo una relación espacial con los arquitectos, a quienes sentía cercanos en su sensibilidad espacial. La gran naturalidad con la que la instalación de Fontana en Bilbao dialoga con la fascinante arquitectura de Frank Gehry -ofreciendo visiones y perspectivas sugerentes e inéditas- nos hace pensar que esa relación encuentra aquí una continuidad ideal".

A esa unión con la arquitectura también hizo alusión Manuel Cirauqui, quien recordó que la colaboración con arquitectos fue para Fontana "un punto de inspiración y desarrollo". De hecho, recordó que el ambiente espacial fue realizado en el marco de la IX Trienal de Milán en colaboración con arquitectos. De esa forma, "el neón burla la perspectiva y la distancia, proporcionando a quien la observa una experiencia intensificada de la arquitectura", perceptible tanto desde el interior como el exterior del museo, desde donde se puede observar. "Sintoniza y juega perfectamente en esta parte del museo", concluyó Vidarte.