José Javier Gamboa (Bilbao, 1965) disfruta hablando de literatura. El colaborador de DEIA confiesa que durante años fue más bien un lector “compulsivo”. Porque, además, bebe de clásicos como Cervantes, Shakespeare, Wilde, Joyce o Poe, mientras le hipnotizan desde John Ford hasta Allen y Tarantino. Inquieto consumidor de cualquier manifestación estética, asegura que prefiere estar ocupado en modo multifunción, haciendo varios trabajos en un mismo periodo. Aun así, las musas no suelen abandonarle y esta vez lo muestra con una compilación de relatos publicados en DEIA que ha editado Nati de la Puerta, de la audaz A Fortiori. Se puede adquirir con una promoción que se puede reservar hasta el jueves en el diario o en sus puntos de venta.

Algunos de sus relatos tienen algo de guion cinematográfico. ¿Le influye el cine a la hora de escribir?

—Al igual que a la gente más joven le influye la narración del videojuego o del videoclip, o series de YouTube, a la gente de mi generación nos influye el cine, pero lo mismo Tarantino que Ford. Son formas de contar historias que tienes en cuenta. A la hora de contar un relato breve tienes que intentar trabajar sobre lo que las personas que están leyendo imaginan, crearles estímulos, porque hay cantidad de cosas que no puedes contar. Tienes que sugerir cosas. Para decir que sucede algo en una clase de Primaria casi te basta con decir que huele a goma de borrar. Que la lectura vaya a generar una frase con un toque. Tarantino hace esas cosas. De todas formas, me influye mucho más la lectura, aunque el cine, la televisión, el móvil, etc. me influyen. Era un lector enfermizo hasta hace no mucho tiempo.

¿Y de todo ello qué es lo que más le ha influido en su forma de narrar?

—Cantidad de autores, cantidad. Por ejemplo, no estaba de moda pero Horacio Quiroga es un escritor teatral uruguayo cuyas narraciones me han influido mucho. O Bernardo Atxaga cuando escribe cortos, que es un maestro que te guía. O Cortázar...

Ya veo que nada entre nenúfares hablando de literatura.

—Sí, sí, me encanta leer. Y me encanta leer prensa y artículos... Y hay periodos en los que solo leo ensayo. Sobre todo, de Historia. Y a veces me ocurre con la novela negra. O de repente me pongo con El Quijote y solo leo eso. Me cuesta leer teatro. Por eso tengo un problema con Shakespeare. Pero Oscar Wilde es un maestro. O las narraciones cómicas de Poe...

Esta búsqueda de sintetizar y de, con pocas palabras, sugerir sensaciones le llevará a un periodismo más conciso, ¿no?

—Son caminos diferentes. Aunque en la narrativa tenga que ser conciso, te puedes permitir adjetivar, mientras que en periodismo tienes que contar las cosas de otra manera. En información deberás ser muy conciso, mientras en una crónica vas enseñando cositas para crear una atención, como en la narración.

Imagino que habrá estado enganchado a ‘La Codorniz’, ‘El Jueves’,... ese tipo de publicaciones mordaces y audaces, contra viento y marea. Y que bebe de ellas.

—Sí, sí, mucho. Lo que te permite el tránsito de lo que he hecho en esas publicaciones es ser irreverente o no preocuparte por romper convenciones o hacer un planteamiento que pueda ser molesto. Y afinar la ironía. Me pasa que tengo que intentar controlármela.

¿Le gusta más la ironía o el humor absurdo?

—Soy un enamorado del humor absurdo. Lo que decía de Poe y otros autores clásicos. Son absolutamente maravillosos. Las memorias de un amante sarnoso, de Groucho, no sé cuántas veces las he leído, y dices: “¡Qué cabrón!”.

Cómo se lo ha pasado.

—Sí, je, je, cómo se lo supo pasar y qué envidia. El librito, que no es muy extenso, es una maravilla. Me parece que el absurdo es una defensa contra la vida y la muerte...

Contra nuestra vulnerabilidad.

—Es una forma de sobrevivir.

Dice Josetxu Rodríguez que hay que tener humor hasta en un entierro.

—Sí, por supuesto. Lo tienes que aceptar con esta cosa dadaísta, absurda, porque al final todos pasamos por ahí: todos somos el fiambre. La forma de llevarlo bien es la ironía. Y este mundo que estamos viviendo en este último año, más absurdo que esto...

El ‘Caduca Hoy’, Josetxu, Ripa... le habrán influido.

—Sí, una de las cosas que lamento es no haber podido participar en ese proyecto. Económicamente es un suplemento bastante insoportable, pero era una pasada. No solo los grandes montajes: cualquier esquinita, cualquier columna... Todo merecía la pena. Es un orgullo para DEIA haberlo hecho.

Con el dibujante Asier Sanz es casi pareja de hecho...

—Es que trabajamos juntos desde hace treinta y tantos años. Ambos tenemos ideas y juntos, más.

Encima, la gozan. ¿Hacen ‘brainstormings’ para que surja la chispa?

—Son muchos años ya y sabemos cómo va la cosa. El tiempo todo lo nutre y todo lo desgasta.

¿Cómo conectó con Nati de la Puerta, de la editorial A Fortiori?

—Por Iñaki Mendizabal. Y para mí fue una suerte en su día haberle conocido a él y en una reunión pude conocer lo que hace Nati, Jaio.

Es un torbellino, y muy divertida.

—Sí, es una bomba. Estuvimos hablando del Puerto de Bilbao y viendo postales de la ría de 1920. Y es muy positiva, tiene mucha energía.

¿Y llegaron a un acuerdo, le dio libertad...?

—Sí, libertad absoluta. Ella ha decidido cosas que no tienen que ver con el contenido. Calculó la extensión más conveniente. Y todavía me quedan ochenta relatos. Están publicados en DEIA. Unos tienen que ver con la historia y otros son libres. Y estoy muy contento, y Jaio también.

Es valiente a la hora de apostar por propuestas que no son ‘mainstream’.

—Sí, menos mal. Menos mal que hay gente como ella. Yo estoy encantado con el libro, pero también de tener relación con un tipo de persona que creo que es necesaria para una ciudad como esta. Lo mismo organiza un archivo, que localiza autores, que se va a unos encuentros de poesía a Jaén, que aprende a hacer sushi. Eso da ganas de vivir.

Imagino que Forges y Tom Sharpe serán otros referentes, ¿no?

—Claro. Y Quino. Pero Forges tiene mucho de esa forma dadaísta y absurda maravillosa. Quino es más cerebral, y maravilloso también. Y Sharpe, ¿qué podría decir de Sharpe? Qué capacidad tiene de hacerte reír. A mandíbula batiente.

¿Qué es lo más bonito que le han dicho por sus cualidades como redactor o humorista?

—Lo paso mal cuando empiezan a hablarme de si esto me gusta o me deja de gustar. Ni escucho... No lo llevo bien. Pero es algo que es automático, no consciente. Llevo mal hablar en público, forma parte de mi carácter. Para mí lo más bonito es que Jaio esté casi tan ilusionada como yo con este libro. Me enorgullece mucho.

¿No le ha dicho Juan Bas que participe en el Festival Ja!?

—Participamos con una exposición de viñetas nuestras y en una muestra colectiva. Para mí sería un orgullo, pero no sé dónde podría encajar ahí.

Periodista, humorista, radio, televisión, revistas, relatos, libros... ¿Cómo llega a todo?

—Sí, pero si no hago tantas cosas no lo paso bien.

¿Es que es un humanista?

—No, soy un neurótico (risas). Necesito estar ocupado. Es difícil que diga no voy a hacer tal cosa. He trabajado en agencias de publicidad, en radios, televisiones... y me faltaba trabajar en un periódico. Pero para mí esto es una medicina, ¿eh?

Hizo un libro con ‘La Otxoa’. Imagino que sería muy satisfactorio.

—Había una parte de su vida que conocía menos. Pude ver espectáculos en el backstage, estar en su casa charlando y hablar con él en el bar cerrado. Me parece tremendamente humano y muy generoso. Otro personaje que esta ciudad necesita. Tiene toda esa parte de reivindicación, de lucha...

Y este es su segundo libro.

—Sí, primero es un desafío y un estímulo continuo, y coincidir con Jon Mujika es un lujo. Y el haber podido revisar mis relatos sin presiones.

“Lo paso mal cuando valoran mi trabajo; no es consciente, pero me enorgullece que mi editora esté ilusionada”

“Me influyen de Cervantes a Allan Poe, pasando por Horacio Quiroga y Bernardo Atxaga, Cortázar...”

“Trabajar para ‘El Jueves’ te permite no preocuparte por hacer un planteamiento que pueda ser molesto”