Joxean Fernández tiene tres objetivos claros para la institución que dirige. Desea que la Filmoteca Vasca acometa restauraciones de los "grandes títulos de la cinematografía vasca". Además, quiere que se consolide su figura como "programador de país" y trabaja para que los ciclos de cine lleguen también a Gasteiz, además de a Donostia y a Bilbao. A su vez, anuncia que durante 2021, con intención de reforzar su posicionamiento internacional, la Filmoteca pedirá ser miembro de pleno derecho de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF).

¿Cómo ha vivido la Filmoteca Vasca 2020, el año del covid-19?

—Ha sido un año complicado, como para casi todos. Desde el punto de vista del trabajo de conservación, ha tenido una influencia mucho menor porque hemos seguido llevando a cabo los trabajos internos sin grandes modificaciones.

En cambio, la programación sí se vio afectada.

—Sí, en marzo tuvimos que interrumpir nuestra programación; estábamos terminando el ciclo de Cine y Ciencia. La retomamos en julio, para terminar con las dos sesiones que nos quedaban. A octubre llevamos el ciclo de Éric Rohmer, inicialmente previsto para proyectarse entre abril y junio. Evidentemente, nos hemos visto afectados por los aforos, que se han visto mermados considerablemente.

La Filmoteca venía de tener unas cifras muy buenas en 2019.

—Evidentemente las cifras de público no van a ser las de ese año. Pero en 2020 el volumen de ocupación dentro de los aforos permitidos va a ser buenísimo. Si en 2019 batimos todos nuestros retos con 95 proyecciones y casi 12.500 espectadores, el porcentaje de ocupación en 2020 con los aforos permitidos no va a estar por debajo. Esto me confirma la idea de que a la gente le han seguido interesando mucho los ciclos que hemos organizado.

Como ha ocurrido en otras instituciones, ¿la Filmoteca se ha visto obligada a acelerar su digitalización?

—Ya estábamos en eso. Nosotros tenemos dos líneas de preservación. Por un lado, estamos obligados a preservar el material fotoquímico; esto es una base fundamental para cualquier filmoteca del mundo. Por mucho que digitalicemos, no hay que perder jamás la copia fotoquímica porque sabemos que, bien conservada, dura, por lo menos, 125 años. Nuestro actual archivo fotoquímico está en Tabakalera, en las mejores condiciones que hemos tenido nunca. Por otro lado, en un camino paralelo tenemos la conservación digital. Hace poco hicimos una inversión importante para tener un repositorio digital en nuestra sede de Tabakalera y que tiene un espejo en Gasteiz, en la sede del Gobierno vasco. En el confinamiento lo que hicimos fue darle un mayor eco a ese material digitalizado y que tenemos on line y accesible para todo el mundo en nuestra página web.

¿Tienen buena acogida?

—Son unos archivos con un número de reproducciones bastante sorprendentes, teniendo en cuenta que no colgamos películas comerciales, sino de carácter más amateur, doméstico, de interés histórico o antropológico... Sin embargo, son muy vistas en nuestro país.

El investigador o el ciudadano que desee visionar una película guardada en la Filmoteca tiene a su disposición una copia digital en la sede.

—De cine vasco, todo lo que se nos ocurra ahora mismo ya se encuentra disponible en digital y consultable en la sede de la Filmoteca.

¿Cuántos documentos conserva la Filmoteca Vasca?

—En 35 milímetros, estamos cerca de las 7.500 películas; tenemos también cientos de negativos; tenemos más de 1.300 películas en 16 milímetros; tenemos películas en 9 y 8,5 milímetros... Hemos conservado muchísimo. Somos una filmoteca que ha conservado mucho fotoquímico, siempre teniendo en cuenta nuestro tamaño de país. No podemos compararnos con la Cinemateca Francesa o con otras filmotecas que tienen un mayor volumen de registros, o con algunas que han recibido donaciones o fondos de laboratorios que han cerrado. A la Filmoteca de Catalunya sí que le paso hace unos años, pero a nosotros no; aquí no ha habido laboratorios de ese tipo. Dentro de lo que es nuestra cinematografía, creo que tenemos un buen archivo.

¿Qué porcentaje ocupa el cine vasco dentro de la totalidad del archivo?

—Es lo principal. Las filmotecas, además, tienen una red de solidaridad muy importante y es fundamental que así sea. Para nosotros la generosidad en este campo es puro pragmatismo. Nuestra esencia es la cinematografía vasca, todo lo que tiene que ver con los cineastas vascos. A veces, también con temas vascos tratados por otras cinematografías. Tenemos una definición muy laxa: nos interesa todo. Pero, evidentemente, no somos reacios a recibir en nuestro archivo copias de otras cinematografías que pueda ser interesante conservar.

¿Por ejemplo?

—Hace unos años se encontraron unas películas en Donostia del siglo XIX; por supuesto, nos interesamos por ello y colaboramos con la Filmoteca de Catalunya para una digitalización y restauración en condiciones.

¿Cuál es el archivo con temática vasca más antiguo que conservan?

—Tenemos unas imágenes de Irun de 1912. Son imágenes del Alarde y del Irun urbano de la época. De otras cinematografías, tenemos documentos incluso más antiguos, que se remontan a los inicios del cinematógrafo.

De vez en cuando se escucha que ha aparecido una película desaparecida; ahí está el caso del metraje perdido de 'Metrópolis' que salió a la luz hace unos años en Argentina. ¿Puede haber 'tesoros' vascos de los que no se conozca copia pero que estén documentados y puedan hallarse en un futuro?

—Aún puede haber sorpresas. Es verdad que en los últimos años, gracias a proyectos de investigación, se han recuperado bastantes copias que se creían perdidas. Por ejemplo, Andoni Elezcano de la UPV/EHU encontró Sinfonía vasca, una película de 1936 de la que pensábamos que no existía copia. Josu Martínez, por su parte, encontró copia del primer largometraje rodado íntegramente en euskera, Gure sor lekua, de André Madré, que además se convirtió en una tesis doctoral y en un documental rodado por Martínez (Gure sor lekuaren bila). Ahora, Elías Querejeta Zine Eskola está trabajando también con archivos y fondos amateurs que son muy interesantes. Una Filmoteca siempre tiene que estar alerta con esas cosas, aunque es cierto que no siempre podemos seguir desde la primera línea todos los proyectos de investigación. Lo que intentamos es que todo lo descubierto quede depositado aquí. No me extrañaría pensar que lleguen nuevos fondos. Siempre tengo ese pensamiento y esa esperanza de que aparezca una u otra copia.

¿Qué le gustaría que se encontrase?

—(Ríe) Es un tema que tiene que ver con mi tesis doctoral pero me encantaría que se encontrasen las imágenes rodadas inmediatamente después del bombardeo de Gernika por Agustín Ugartechea, un militante del PNV, y que, teóricamente, hizo desaparecer la casa alemana Agfa en París, cuando fueron entregadas allí para ser reveladas. Creo que será difícil. Pero en aquel momento de batalla respecto a la autoría del bombardeo de Gernika, aquellas imágenes, como bien dijo Nemesio M. Sobrevila, que fue el autor de Guernika, serían muy importantes. Si esas imágenes se hubieran podido revelar completas y las tuviéramos, serían un tesoro.

¿Cómo se vive desde una Filmoteca el auge de las plataformas?

—Creo que la cuestión de las plataformas afecta más a otras instituciones como los festivales internacionales de cine o las salas comerciales, más que a las Filmotecas. Sin embargo, eso es solo una percepción porque se están produciendo cambios muy rápidamente y con bastante desorden. De cara a las salas comerciales, se da una situación preocupante; y de cara a las salas de las filmotecas que programamos, creo que se van a convertir en reductos de la cinefilia, donde se va a ver cine como se ha concebido el cine hasta ahora: en sala oscura, rodeados de desconocidos, en pantalla grande, con buen sonido y sin botón de pausa. La defensa de la sala oscura va más allá de una defensa romántica; es decir, va con la idea de transmitir lo que ha sido el cine durante el siglo XX y lo que va del XXI.

Se lo pregunto porque hay producciones de plataformas que no tienen un soporte físico, solo pueden visionarse 'on line'. ¿No es eso un problema para las Filmotecas?

—Es un tema que va a afectar mucho a la producción: qué se produce y qué se hace. Ese debate está ahí. Y también me preocupa como cinéfilo de cara al futuro del cine. Desde el punto de vista de la conservación, como Filmoteca Vasca solemos recibir copias de películas que han recibido subvención del Gobierno vasco. Las demás las tenemos que perseguir. De momento, no nos estamos encontrando con grandes dificultades, aunque puede llegar el momento en el que se planteen. Me parece que, tal vez, debamos hacer pedagogía desde los archivos fílmicos hacia las plataformas para explicarles que eso que crean también debe ser conservado y que son las filmotecas las que se dedican a eso. Intuyo que las grandes plataformas no tienen una gran vocación de archivo fílmico; tienen otras que, ojo, también son legítimas.

Por poner un ejemplo, ¿cuentan con una copia de 'El hoyo', éxito distribuido por Netflix y dirigido por el vizcaino Galder Gaztelu Urrutia?

—Sí. Si tiene ayuda del Gobierno Vasco es una cuestión de estricta legalidad, han de depositar copia en la Filmoteca. Otra cosa es que haya una película dirigida por un cineasta vasco para una plataforma que no haya recibido ayuda, ahí lo que podemos hacer, como decía, es perseguirla. Pero eso siempre ha pasado.

¿En qué sentido?

—Ha habido películas de nuestros cineastas que a veces no han sido depositadas aquí porque no lograron la citada ayuda y, por lo tanto, ha sido difícil. Solemos aprovechar las retrospectivas que hacemos de nuestros cineastas para recuperar copias. Nos ha pasado en el caso de Daniel Calparsoro, en el de Yannick Bellon, Ana Díez, Helena Taberna...

¿Qué objetivos se marcan para 2021?

—Uno de nuestros objetivos para 2021 es el de solicitar el ingreso como miembro de pleno derecho de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF). Ese es uno de nuestro objetivos a corto-medio plazo, tener una mayor presencia internacional. Aunque seamos una filmoteca pequeña, creo que tenemos que tener un pie en lo que sucede internacionalmente. Sobre todo porque la FIAF está compuesta por filmotecas muy grandes y también por otras de países relativamente pequeños como el nuestro, a los que se les presentan problemáticas similares a las nuestras.

¿Le gustaría tener una mayor capacidad para hacer restauraciones?

—Restaurar es largo y costoso pero, como siempre digo, lo contrario resulta aún más caro. Por poner un ejemplo, una restauración como la Le Corbeau (1943), de Henri-Georges Clouzot, cuesta entre 50.000 y 100.000 euros. Me gustaría poner en marcha procesos de este tipo, de conservación activa en términos de restauradores. No podríamos hacer cinco anuales, pero en el horizonte cercano de la Filmoteca me gustaría iniciar proyectos de restauración de los grandes títulos de la cinematografía vasca.

¿Qué copia restauraría?

—Hace no muchos meses hablé con Montxo Armendariz de la posibilidad de restaurar algunas de sus películas. Con Tasio (1984), que es una película bastante fundacional de los 80, se podría hacer algún trabajo. Además, deberíamos aprovechar que los cineastas de aquella época y algunos miembros de sus equipos están con nosotros y pueden validar un proceso de restauración.

Aparte de su sede en Tabakalera, la Filmoteca proyecta en el Bellas Artes en Bilbao. ¿Tienen intención de llegar a Gasteiz?

—Queremos consolidar nuestro papel como programadores en todo el país. El siguiente proyecto debe ser llegar a Gasteiz. Estamos muy bien asentados en la Pantalla Compartida de Tabakalera; y en Bilbao también estamos bien asentados y nuestra relación con el museo Bellas Artes es muy buena. Tenemos que ir a Gasteiz, nuestro sitio allí es Artium; trabajamos en ello. Además hemos implementando una colaboración con Donibane Lohizune con el Cinéma Le Sélect; llevaremos allí cinco sesiones del ciclo de Cine y Ciencia.

¿Qué valoración hace de los últimos años del cine vasco?

—Escribí un libro para el Instituto Etxepare que suponía una síntesis de la historia del cine vasco. No obstante, la última década quedó fuera y es sobre la que últimamente reflexiono mucho; ha sido un periodo extraordinario. Se han producido algunos fenómenos que no se habían dado hasta ahora.

¿Qué fenómenos?

—Yo siempre hablo de tres generaciones en el cine vasco. La primera surge a finales de los 70 y durante los 80 con Armendariz, Olea y Uribe, entre otros; terminó viajando a Madrid a finales de esa década. La posterior que surge en los 90 y que fue una sorpresa porque en ese momento se pensaba que no iba a haber un recambio, con Urbizu, De la Iglesia, Bajo Ulloa, Calparsoro, Taberna o Díez deslumbra al mundo y tiene una repercusión enorme en festivales internacionales. No obstante, casi todos también viajan a Madrid. Sin embargo, la tercera generación que yo vinculo mucho a Kimuak, no se ha terminado marchando de manera sistemática; han seguido rodando aquí y creo que en esta segunda década del siglo XXI han explotado. Ya no parece que es tan necesario moverse para rodar, y lo han hecho mucho más en euskera. Es un dato importantísimo, porque prácticamente no sucedió en las dos generaciones anteriores. Asimismo, creo que están llegando, poco a poco, muchas más cineastas mujeres que antes. Lo vemos más en la no ficción, pero también en la ficción.

¿Es usted optimista?

—Creo que cabe serlo. Además, no solo está el talento en la creación, también hay que tener en cuenta el apoyo institucional. Ha habido políticas bastante acertadas en apoyar todo esto. También es verdad que en este edificio, en Tabakalera, está generándose un contexto que favorece el crecimiento de todo ese talento: convivimos la Filmoteca, el Zinemaldia, la Elías Querejeta Zine Eskola y Zineuskadi, con objetivos similares a ese respecto. Dicho esto, también es cierto que vivimos un momento extraño, no sabemos cómo va a afectar la pandemia. Pero como digo, soy muy optimista porque veo mucho talento y si las instituciones siguen apoyándolo, los resultados deberían llegar.

Cita el edificio en el que se alojan, igual que la propia Tabakalera en septiembre de 2020 la Filmoteca también cumplió cinco años en su nueva sede, si bien los nuevos archivos se inauguraron en 2018.

—Creo que fuimos la primera institución en llegar. Teníamos unas ganas locas de salir de Sancho el Sabio y de tener una pantalla para programar. Los archivos se inauguraron más tarde porque se tuvo que hacer una obra con una inversión muy potente para instalar las cuatro cámaras que tenemos y también las dos salas de conservación de papel y tener garantizadas la estabilidad de temperatura y humedad.

"Me encantaría que se encontrasen las imágenes rodadas inmediatamente después del bombardeo de Gernika"

"Por mucho que digitalicemos, no hay que perder jamás la copia fotoquímica de una película; bien conservada dura, por lo menos, 125 años"

"Desde los archivos fílmicos hacia las plataformas, tal vez debamos explicarles que eso que crean también debe ser conservado"