Con el objetivo de escribir una saga que homenajee a Bilbao, Félix G. Modroño acaba de alumbrar el segundo volumen que se imbuye del “microcosmos” de la ciudad. En esta ocasión, se trata de una historia en la que el amor se abre paso entre los escombros de la guerra civil. Con una ambientación rigurosa, el autor recrea sucesos que fueron olvidados “para que su memoria siga viva”.

Vuelve a Bilbao, una villa que ya ha sido escenario de una novela suya.

—Sí, he tocado Bilbao en varias novelas. En La ciudad de los ojos grises fue una parte fundamental, casi un personaje principal de la novela. A raíz de su éxito, para mí Bilbao ya no es un escenario de novela. Mi intención es convertirlo en una ciudad literaria, con novelas que la homenajeen.

¿Por qué ese explícito homenaje?

—Mi propósito es explicar lo que fue Bilbao para que entendamos lo que es ahora. Si en La ciudad de los ojos tristes conté cómo cambia a raíz de la transformación económica, en esta narro el cambio social.

La época en la que está ambientada es tan importante como el espacio.

—La novela comienza en la Navidad de 1935, no es casual. Describo un Bilbao amable, donde a pesar de las diferentes ideologías se convivía pacíficamente. No se esperaba lo que desembocó el año siguiente, en julio de 1936. Fue así para otras ciudades también, pero Bilbao lo vive de una manera muy intensa porque son unos meses de una transformación brutal.

Esa transformación es visible también en sus ciudadanos.

—Desde el punto de vista de los personajes es muy interesante contar esa transformación, cómo al final, con la toma de Bilbao, se viene todo abajo: se pierden el euskera y las costumbres, la cultura desaparece… Muchos tuvieron que ir al exilio, otros murieron o fueron represaliados. De ahí viene el título de La ciudad del alma dormida, fueron unos años que adormecieron el espíritu que imbuía Bilbao.

Considera que Bilbao es una ciudad literaria, pero no hay muchas novelas ambientadas en el ‘botxo’.

—No, pero cada vez hay más. En esta novela, e intento hacerlo con rigurosidad, creo el microcosmos de Bilbao en 1935. Todo es real: los nombres de los periodistas, comerciantes, políticos… Introduzco unos pocos personajes de ficción con estereotipos e ideas de la época. Son historias que nuestros padres o abuelos nos contaban a retazos o nos ocultaban por no querer recordar tragedias.

Bilbao, ciudad de ojos grises o del alma dormida. No la describe de forma muy alegre...

—El año 1937 fue el peor momento histórico de Bilbao. No se han escrito muchas novelas de esa época porque ha habido un intento de olvidarlo. Este es un homenaje para toda esa gente que quedó olvidada; como Juanita Mir, la única periodista de la época, que sufrió los rigores de la época simplemente por sus ideas pacifistas. Lo que hago es contribuir a su recuerdo para que su memoria siga viva.

Vuelve a principios del siglo XX. ¿Es más interesante que la ciudad contemporánea o es más fácil escribir sobre una época pasada?

—Al escribir sobre la actualidad no sabemos en qué van a desembocar los acontecimientos, para eso están los periodistas. Escribir sobre el momento actual es muy complejo, te tienes que adelantar a los acontecimientos y te puedes equivocar. Está el ejemplo del terrorismo vasco, sobre el que no se ha empezado a escribir hasta hace poco. Si escribes sobre los años 30 o 40 tienes una distancia que te permite ser ecuánime y que la novela perviva en el tiempo.

Narra una historia de amor con la guerra como telón de fondo. Es un clásico.

—Sí, viene desde los griegos. Las grandes novelas son de amor y muerte, no hay más opción. Cuando los tiempos son complicados, por una crisis o una guerra, lo que nos queda es el amor que es una especie de tabla de salvación. Pero a pesar de todos los rigores de una guerra, una historia de amor anima a seguir adelante. Si no sería muy tentador hundirse.

Cuenta la historia de amor de Ignacio Segurola e Irene Lasa, un periodista y una librera.

—Además ella es una baseritarra de Gernika, con lo cual podemos adivinar qué le espera. Quería narrar esa dualidad entre la chica que se siente aldeana al llegar a un Bilbao cosmopolita y el periodista urbano y cosmopolita. También hay un triángulo amoroso, porque hay un chico del pueblo de Irene enamorado de ella.

Desde la Casas de Juntas a La Palanca de Bilbao. El lector vizcaino encontrará escenarios conocidos.

—Y sobre todo edificios con un importante valor histórico. Algunos han cambiado su fisionomía, otros ya no existen. La sede de las Juntas Generales de Bizkaia era el Hotel Excelsior, donde paraba todo el ejército alemán, los nazis que había en Bilbao. Era un nido de espías en aquellos años.

Es difícil imaginar que esos edificios hayan vivido tanto, ¿verdad?

—Cuando veo el Hotel Carlton me imagino al lehendakari Aguirre asomado al balcón esperando ansioso a los aviones republicanos que vinieron a ayudar en el asedio de Bilbao. Son sitios reconocibles por los que nos cuesta pensar que no hace tanto pasearon nuestros abuelos.

Se trata de un novela de ficción histórica, pero tiene personajes reales. Un ejemplo es Hermann Thate.

—Tenían su tienda en Astarloa, La moderna, era una institución. Uno de mis protagonistas es un aficionado a su cerveza. Es un ejemplo de tantos alemanes que llegaron a principios de siglo y que se han convertido en vascos. También sufrieron, porque al ser alemanes su ideología era la que era y en 1936 se tuvieron que ir y sus negocios fueron destrozados. Volvieron porque ganó su bando y se rehicieron.

También rescata a Fernando Zumalde como protagonista.

—Sí, era el nexo de unión con La ciudad de los ojos grises. El comisario Zumalde trabaja para la guardia municipal, pero ya no es joven, es un señor de vuelta de todo, con más retranca. Se ve envuelto en la investigación de un crimen en medio de una guerra en la que parece que a nadie le preocupa el crimen de una chica. Zumalde no va a parar en su empeño de descubrir la verdad.

Ha consultado numerosos documentos originales de la Fundación Sabino Arana para documentarse.

—Eduardo Jauregi o Luis de Gezala, por ejemplo, me han aportado visiones que desconocía. He disfrutado mucho con las memorias de Tere Verdes, con cartas de amor de condenados a muerte que incluían fotografías... En Internet te das cuenta de las inexactitudes que hay, pero ahí lo tenía todo contado de primera mano.

Actualmente se dedica en exclusiva a la producción literaria.

—Sí, era director de banco y lo compaginaba con la escritura. Llegó un momento en el que empecé a vender libros, pero sobre todo empezó a aburrirme lo que hacía. La banca se había convertido en algo que no era cuando empecé.

¿Cómo ha sido el proceso de escritura de esta novela?

—Es la primera novela que he escrito encerrado en mi habitación durante meses, conviviendo con los personajes, disfrutando y sufriendo con ellos.

¿Y cómo ha llevado un posterior confinamiento a la fuerza?

—Lo llevé mal. Cuando me tocaba libertad nos obligaron a encerrarnos. La novela salió en los supermercados un mes después de que comenzara el confinamiento. Sin hacer ejercicio, cogí mucho peso y me dediqué a quitar los kilos que había cogido en mi primer confinamiento.

¿Habría sido el mismo libro de haberse escrito en la pandemia?

—Creo que hubiera perdido frescura, muchas de las situaciones posiblemente las hubiéramos asimilado y asemejado. No hubiera sido justo comparar nuestras vivencias con las de nuestros padres y abuelos, que no lo pasaron igual de bien que nosotros. Ellos tenían hambre.

¿Le ha servido al menos para rumiar sobre proyectos futuros?

—Sí, no he escrito una sola línea, pero siempre tengo siete u ocho novelas para escribir, con mucha documentación recopilada. Mi idea es hacer una trilogía sobre Bilbao, aunque para la próxima necesito tener un poco más de distancia. Tengo muchas ideas en la cabeza, no voy a vivir lo suficiente para escribir todo lo que tengo pendiente.

“El año 1937 fue el peor momento histórico de Bilbao. No se han escrito muchas novelas de esa época porque se ha querido olvidar”

“A pesar de todos los rigores de una guerra, una historia de amor anima a seguir adelante. Si no sería muy tentador hundirse”