Bilbao- El músico, compositor, productor y arqueólogo Arthur Jeffes creó Penguin Cafe hace una década para homenajear y mantener el increíble y pionero legado del grupo de su padre, Penguin Cafe Orchestra, de gran éxito en los años 70 y 80. Alternando grabaciones clásicas de su progenitor como Perpetuum mobile y propias, como las incluidas en su último y cinemático cuarto disco, Handfuls of night (Gran Sol), llega hoy domingo al escenario del Teatro Arriaga, a las 19.00 horas, con entradas a la venta entre 20 y 38 euros. "La música de mi padre constituye la mayor parte de mi educación musical", explica en esta entrevista con DEIA.

Estudió Arqueología en Cambridge. Y eso que el tópico asegura que el hijo del músico está predestinado desde la cuna, al crecer rodeado de canciones. ¿Fue así en su caso?

-Sí, eso creo. Cuando elegí estudiar Arqueología, recuerdo estar bastante seguro de que volvería a la música a su debido tiempo, pero por entonces no estaba muy interesado en la música académica. Mi padre decía que dedicarse a ella era genial como carrera, pero que no te podías garantizar ningún grado de éxito, sin importar lo bueno que eras.

¿Qué le atrajo de la Arqueología?

-Hay algo intrínsecamente emocionante en desenterrar cosas. Crecí pasando mucho tiempo en partes de Inglaterra donde había monumentos neolíticos y mis abuelos tenían muchas historias geniales que contarme. Terminé también haciendo Egiptología, que es simplemente increíble.

¿Cómo, cuándo y por qué encauzó su carrera profesional hacia la música?

-Siempre tocaba el piano, además de otros instrumentos. Y también me estrené poco después de la universidad como ingeniero de grabación, pero no fue hasta que pasé unos meses en una expedición en Groenlandia cuando decidí que seguiría con la música. Tuvimos días interminables tirando de un trineo a través de paisajes nevados vacíos, y en un día sin viento el silencio fue muy poderoso. Pude escuchar música en mi cabeza con bastante claridad. Así que decidí ir a buscar mi máster en Composición cuando regresé.

¿Allí, en el Ártico, creó sus primeras composiciones? ¿La soledad ayuda en la creación?

-Allí nacieron, sí, y diría que quizás no sea la soledad lo que me ayudó, sino el vacío o la falta de distracciones.

¿Sin el trabajo previo de Penguin Cafe Orchestra se habría lanzado a hacer música? Fue un grupo rompedor, con una gran personalidad y que creó una sonoridad particular desde la fusión de múltiples estilos.

-Es cierto, sí. El enfoque de mi padre fue inusual en el sentido de que mezcló muchas influencias, pero también de que, cuando las unía, tuvo cuidado de mantener las cosas bellas de una manera que no mucha gente hacía entonces. La música de mi padre constituye la mayor parte de mi educación musical de muchas maneras.

El nombre y la sonoridad de su grupo son claramente deudores del de su padre. ¿Partió como un homenaje a su obra y lo sigue siendo?

-Comenzó como algo divertido con algunos amigos y luego se convirtió en algo más grande. Sin duda fue un homenaje, pero también fue un placer escuchar sus canciones en vivo nuevamente. Además, no quería simplemente tocar esas canciones cuando podíamos seguir explorando ese paisaje musical. Era una idea extraña en el papel, pero tenía sentido en directo.

¿Cree que trabajar con una sonoridad y un nombre tan ligado a su padre puede llegar a entorpecer o minimizar su propio legado como artista?

-Posiblemente, aunque creo que el objetivo es continuar con la idea que él creó. Y pensé que para tener un legado también debería hacer mi propia música.

Hábleme de sus músicos, que han participado en Suede, Gorillaz y Razorlight, proyectos muy alejados de la sonoridad de Penguin Cafe.

-Sí, pero esa es una de las mejores cosas del enfoque de mi padre. En realidad había algo bastante punk al respecto. Era la idea de que está bien trabajar en estilos y con instrumentos que tal vez no te sean familiares, pero quizás se pueda encontrar el corazón de la música a través de ellos.

Llega a Bilbao con un disco reciente, 'Handfuls of night'. Sigue la estela de su obra previa. Es música instrumental y muy onírica, atmosférica en ocasiones y con capacidad para sugerir y viajar sin moverse de la butaca.

-Estoy de acuerdo. Realmente me encanta trabajar desde la perspectiva de los paisajes imaginarios. Es una forma bastante cinematográfica de pensar sobre la música, una ruta directa hacia la historia emocional que se siente.

El disco sigue con esa fusión del grupo original, que va de sonidos clásicos a aires pop, jazz, bandas sonoras de cine, las repeticiones del minimalismo...

-Bueno, cuando estamos en el estudio componiendo y tocando no es con una intención deliberada de usar unos enfoques determinados, sino más bien que seguimos las ideas a medida que se desarrollan. Así, elegiré lo que me suene mejor y, a menudo, será extraño, como tomar un callejón lateral. Y tener músicos de orígenes bastante variados significa que podemos probar muchas formas musicales diferentes.

Hubo un tiempo que a estos sonidos se les ligó a la etiqueta de 'new age'. Era una definición muy restrictiva, en mi opinión.

-Sí, es cierto. Es una definición limitada y al mismo tiempo despectiva e inexacta. Y extrañamente anticuada también.

¿Cómo son los conciertos de Penguin Cafe en cuanto a sonoridad, repertorio, escenografía...?

-Nos estamos centrando en el piano, las cuerdas, la percusión y la electrónica en este momento, por lo que se están volviendo muy cinematográficos, lo que resulta genial. Solemos tocar el nuevo álbum en la primera mitad y luego todos los clásicos en la segunda. Ofrecemos un buen equilibrio entre lo viejo y lo nuevo.

Creo que también hay espacio para clásicos del grupo de su padre.

-Exacto, solemos interpretar composiciones como Perpetuum mobile y Music for a Found Harmonium.

Usted colaboró con el gran Nils Frahm y suele versionar a Simian Mobile Disco? ¿Le gusta la electrónica?

-Sí, mucho. Hay tantos enfoques y compositores diferentes que el término electrónico no puede abarcarlo todo. Muchas veces nuestro proceso de grabación tiene más en común con la música electrónica que con la de cámara o clásica, aunque tocamos un 95% de instrumentos reales. Me gusta ese espacio donde las cosas se difuminan un poco.

También versionaron a Kraftwerk, cuya filosofía era más crítica y distópica respecto a una sociedad de máquinas, deshumanizada. ¿Tiene la misma opinión que su padre a este respecto?

-Diría que sí, pero también había un poso de optimismo en el enfoque de mi padre, ya que existen muchas cosas que nos deshumanizan en el mundo moderno, pero también otras que nos mantienen firmes, que no cambian y que unen a las personas.