Donostia - ¿Cómo valora la temporada?

-Estamos terminando nuestro estudio sobre la música de Elgar, que comenzamos con un programa anterior. Es la primera vez en la historia de la OSE que interpreta la Sinfonía Final de Elgar; es un momento excitante. Como director titular es interesante poder introducir piezas sustanciales al repertorio. Esto es lo que comienza a dar forma a la base de una tradición. Por supuesto, la OSE ya existía antes de mi llegada y tenía un repertorio de muchas piezas, como el Concierto para violonchelo, de Dvorak, o la Quinta Sinfonía, de Tchaikovsky.

¿Busca ampliar el repertorio?

-Hay muchísimas obras maravillosas más allá de la Quinta de Tchaikovsky o la Quinta de Beethoven. Cuanto más cultivada esté la orquesta y más amplio sea el repertorio, mejor. Elgar estuvo influenciado por Wagner y Beethoven y por otros compositores anteriores. Elgar, por su parte, influyó en John Adams y también en Samuel Barber. Continuamos en el conocimiento y en el estudio de nuestra forma de arte.

‘Muerte en palacio’ cuenta con el violonchelista Pablo Ferrández.

-En este programa combinamos la última sinfonía de Elgar con la última gran pieza de Dvorák para violonchelo. Para ello, contamos con Ferrández, un increíble chelista y buen amigo.

¿Qué puede adelantar del último programa de abono de esta temporada, ‘Fracaso o victoria’?

-Interpretaremos de nuevo a Rachmaninoff. Una buena manera de terminar la temporada es con Sinfonía número 5, de Tchaikovsky. Está bien terminar con algo que es fantástico. Todo el mundo sentirá que hemos llegado al final de la temporada, sentirá que hemos hecho un gran viaje juntos. La OSE ha interpretado en el pasado la Quinta de Tchaikovsky en muchas ocasiones. Ahora, el público tiene la oportunidad de escuchar, no mi versión con esta orquesta, sino de ver cómo esta ha cambiado desde la última vez que interpretó esta pieza. Sé que escucharán algo muy diferente, porque el conjunto ha cambiado mucho en mis dos años en este proyecto.

¿Cómo se siente en esa evolución?

-Me siento increíblemente feliz. Por naturaleza soy un hombre descontento, no porque tenga mal carácter. Creo en la habilidad de ir más allá de las personas, de la sociedad y de las instituciones. Eso necesariamente implica estar descontento con tus circunstancias actuales, para poder impulsarte al siguiente estadio. Hemos conseguido muchos de nuestros objetivos, pero es el momento de seguir. Hemos hecho un viaje de dos años y ahora es el momento de ir más allá, en un viaje más intenso, con más pasión, más preciso.

¿Cómo ha sido el camino hasta este momento?

-Si soy sincero, tras llegar a la OSE, la situación durante el primer año fue de angustia para algunos. Es normal. Cuando llega un nuevo jefe, a pesar de que tu trabajo sea el mismo, algunos detalles son diferentes y puedes no estar cómodo con esos cambios. He aprendido a ajustar mi manera de hacer hacia ellos y ellos se han ajustado para mí. Después de hacer eso, para mí es muy difícil diferenciar dónde están los músicos y dónde estoy yo, porque se da una simbiosis de ideas, trabajo, objetivos y sueños entre todos. Yo puedo provocarles a ellos y ellos me pueden provocar a mí.

Comenta que la OSE “ha cambiado mucho”. ¿De qué salud goza?

-Ese diálogo del que hablo, esa provocación mutua, me hace pensar que goza de una muy buena salud. La orquesta es capaz de proponerme y de provocarme en una manera positiva. Los músicos tienen una actitud positiva, provocativa, emocionada. No solo tienen confianza en sí mismos, sino que confían en mí, en que les voy a escuchar.

¿Qué es lo que considera que aporta como batuta titular?

-Les proporciono una guía desde el podio y también en las maneras de trabajar mejor de manera conjunta y unos con los otros. Muchas veces digo que está la orquesta y luego yo. Es cierto que también suelo decir lo contrario, porque me siento orgulloso de ella, pero suelo pensar en cómo hacer para que haya cuestiones que perduren después de que yo me haya ido, sea cuando sea eso. Mi contrato social con el público no es hacer una orquesta mejor para mí, sino para ellos. El público es el dueño de la OSE.

¿Cuál es el siguiente paso?

-La OSE tiene en sus músicos una brecha de edad de cincuenta años. Hablamos de múltiples generaciones: algunos crecieron en el franquismo, otros son de una época preUnión Europea, otros nacieron dentro de la UE, unos han crecido conociendo únicamente los iPhone, otros crecieron con teléfonos con disco de marcar y otros, en vez de usar teléfono, escribían cartas. Además, tenemos músicos de origen chino, polaco, francés, turco, rusos, americanos... Todos estudian la misma forma de arte de una manera distinta, pero tiene que haber un compromiso común. Nuestro siguiente paso tiene que ser que cada uno dé todavía más. No me refiero a lo que cada uno tiene que ofrecer, sino a que la impostura de cada uno sea menor. Hay que dar un paso atrás, dejar un espacio y dejar que otra gente llene ese espacio contigo. En una orquesta es necesaria la amplitud, hay espacio para todos, pero la unidad funciona mejor cuando cada persona deja un espacio para que otro lo llene. Ya lo hacemos, pero debemos hacerlo mejor.

¿Qué relación tiene con el director general de la OSE, Oriol Roch?

-En cuanto a los aspectos legales y administrativos, trabajo conjuntamente con mi compañero Oriol Roch, en un aspecto completamente distinto a lo que es la OSE. Él hace su trabajo para facilitar el mío y viceversa. El conjunto tiene mucha suerte de tener a Oriol. No hay muchos que tengan la misma ambición y visión para una orquesta, que capacidad para la ejecución.

Debido a su reputación en el extranjero, ¿actúa como embajador?

-En cierta medida soy un embajador de este país y de mi forma de arte. Esta temporada la OSE ha salido de gira por Europa, algo que hacía tiempo que no ocurría. Si puedo usar mi papel en el extranjero para que la OSE tenga una oportunidad, lo haré.

Es también director titular de la Malmö Symphony Orchestra. ¿Es su público similar al vasco?

-Es muy distinto. Por supuesto hay gente que busca lo mismo: sentimiento de comunidad, una experiencia fascinante, una provocación del cuerpo, el alma y la mente. Lo que es diferente son los gustos. Son conjuntos con repertorios diferentes y también diría que existen unas preferencias distintas, que vienen de los directores previos. Aquí empujo al público a que se abra a otros repertorios menos comunes para ellos, como el citado Elgar. A su vez, defiendo el talento local que hay en Euskal Herria, como Ramón Lazkano, Teresa Catalán o Gabriel Erkoreka.

¿Son las orquestas diferentes?

-También son muy diferentes. Cada una tiene un objetivo distinto conmigo. Mi trabajo con la OSE es desarrollarla en términos de calidad, mejorar su nivel y proyectarla en el extranjero. En cuanto a la de Malmö, es más antigua que la de Euskadi. Su manera de trabajar está más establecida. Creo que están interesados en lo que les puedo ofrecer a la hora de desarrollar una tradición musical. Es cierto que con la OSE hago una labor similar, pero es un trabajo distinto, porque son cuestiones diferentes.

¿Cómo compagina ambas?

-No tengo tiempo para hacer de director invitado en otras orquestas. No soy como otros directores titulares que dedican cuatro u ocho semanas al año a sus orquestas. A la OSE le dedico 18 o 19 semanas, y a la de Malmö, también. Pienso que soy una persona diversa y que soy capaz de dar a cada proyecto lo que necesita. Me gusta la diversidad y la especificidad de los objetivos de cada una.

¿Le gusta introducirse en la música clásica vasca?

-He estado muchas horas en Eresbil con Jon Bagüés. Es un maravilloso confidente al que preguntarle cuestiones complicadas que solo puedes preguntar a otro experto. Bagüés tiene un entendimiento histórico de la música vasca, que yo no puedo igualar. Pero no lo necesito porque le tengo a él, le adoro. He estado un par de años investigando composiciones históricas, pero ahora miro al futuro y a lo que hacemos ahora. Lo natural es comprometerse con los compositores actuales y provocarles para crear nuevas obras. Lo que salga de ello puede que sea conocido como música vasca. Creo que es difícil reconocer desde nuestra forma de arte, qué es la música vasca. Oyes el txistu o la txalaparta, y claro que son música vasca, pero son cuestiones muy específicas. Cuando tienes una orquesta tocando puedes reconocer cuándo una pieza es polaca, francesa, americana o alemana. No puedes hacer eso con las composiciones vascas a menos que tengas una txalaparta o algún instrumento específico.

¿Es uno de sus objetivos ayudar a clarificar qué es la música clásica vasca?

-Sin usar esos instrumentos, que requieren una especificidad de conocimientos, con los compositores debemos ser capaces de usar nuestra forma de arte para crear un sonido que sea reconocible como vasco. Busco crear una escuela de música vasca, algo que sea identificable fuera de aquí. Es parte de la proyección.

¿El público local conoce el repertorio de música clásica vasca?

-Conoce los trabajos comunes, los estándares. Cinco piezas de Usandizaga, pueden saber alguna música de la ópera Gernika, de Escudero... Es difícil cambiar eso y para ser sincero considero que es difícil que nuestra orquesta cambie eso. Repetimos nuestros programas en las diferentes partes del país, cuestión que nos toma mucho tiempo. Si fuésemos una orquesta con un programa distinto para cada una de las 52 semanas del año, sería algo más fácil cambiarlo.

¿Cómo fomentarla?

-Soy muy proactivo en provocar a la audiencia. Decimos que queremos más música vasca o que sea más conocida, pero no nos preguntamos por qué. ¿Cómo haces para hacer eso? Creo que a la gente no le gustaría que le diésemos recetas, entonces, ¿cómo podemos hacer que la gente conozca mejor la música vasca? Podríamos tocar solo esta durante un par de años, pero no tengo claro cómo reaccionaría el público (ríe). Solo habría un puñado de gente que lo apreciase. Esto no significa que no haya que hacer algo. Entra dentro de mi deber saber qué es importante y qué es menos importante que interpretemos. Intento hacerlo de una forma honesta. No siempre presento música que me gusta, pero siempre trato de presentar música que creo necesaria que se escuche, que debe ser escuchada y que va a ser apreciada.

¿Qué puede decir del programa de la próxima temporada?

-Lo presentamos hace un par de meses, lo que supone que la agenda está completa durante los próximos quince meses. Es un programa que no es un programa. No da información al público. Es mi intento de intentar engañar sus expectativas. Espero que al hacerlo de esta manera se genere una gran curiosidad en el público y que confíen en el conjunto y en mí en el futuro. La OSE tiene lo que ninguna orquesta, 7.000 abonados. Tenemos que seguir cultivando la relación con la audiencia, y crear una nueva atmósfera con ellos. Podría haber hecho este programa que no es programa inmediatamente cuando llegué, pero hubiesen pensado que Robert Treviño estaba loco. Dos años después me conocen, saben que soy un hombre peculiar, con ideas peculiares, y aunque no les gusta todo lo que hago, saben que pongo todo mi corazón en ello. Espero que me den el beneficio de la duda (ríe). No hay nada más grande que una aventura y hoy en día es difícil encontrar una.

¿Qué puede descubrir del proyecto de la OSE sobre Elcano, que comenzará la próxima temporada? ¿Sabe algo de la composición que escribe Mikel Chamizo?

-Sé que está escribiendo una pieza espectacular para la OSE. Le dejé claro que si necesitaba algún tipo de consejo, me lo pidiese, pero no me tiene que satisfacer a mí, ni siquiera al público. Solo tiene que satisfacerse a sí mismo: debe escribir lo que su alma, su cerebro y su creatividad artística demanden. Si a la gente le gusta o no, es su problema. No me gusta dar a los compositores ningún criterio. Ellos tienen que hacer y decir lo que sientan. No es mi trabajo decirles cómo deben hacerlo, sino apoyarles con la OSE, ayudarles a que venzan la eternidad.

Usted ha sido el impulsor del proyecto sobre Elcano. ¿Conocía la figura del marino de Getaria?

-Sí, pero no la conocía como ahora (ríe). Para ser sinceros, el proyecto vino como consecuencia de muchas conversaciones con Oriol Roch. Empezó con mi propuesta de hacer un proyecto a gran escala, de varios años de duración, con muchos compositores del país. Mientras discutíamos sobre cómo estructurar esto, Oriol identificó que llegaba el aniversario de Elcano, el Gobierno vasco quería promover su figura y vimos la posibilidad de unir las ideas. Queríamos ser creativos, ambiciosos y proyectar a Elcano, al tiempo que desarrollábamos una música que pudiese ser identificada como vasca y provocásemos a las siguientes generaciones de compositores.

“Mi contrato social con el público no es hacer una orquesta mejor para mí, sino para ellos. El público es el dueño de la OSE”

“No siempre presento música que me gusta, pero siempre trato de presentar música que creo necesaria que se escuche”

“Jon Bagüés, de Eresbil, es un maravilloso confidente al que preguntarle cuestiones complicadas que solo puedes preguntar a otro experto”