Bilbao - En el trigésimo aniversario de la beca Juan y Pablo de Otaola, uno de los pocos ejemplos de micromecenazgo que hay en el Estado, Pablo Otaola, admite que la misma, que “tiene como objetivo apoyar a artistas plásticos del País Vasco”, afronta un punto de inflexión en el que quieren homenajear el legado de la beca familiar. Además destaca que en un futuro, la beca “se irá adaptando a los artistas que vayan surgiendo”.
¿Cómo surge la idea de crear la beca?
-Surgió de mi padre hace treinta años. Siempre fue un gran aficionado al arte, sobre todo a la pintura y escultura, y sentía un profundo amor hacia sus padres por lo que decidió crear esta beca en Basauri. Es allí donde mi abuelo Juan empezó su actividad profesional, y se juntó eso: su pasión por el arte y querer homenajear a su padre. Poco a poco ha pasado con cierta discreción hasta que en 2014 el Gobierno vasco nos dio el premio Gure Artea, coincidiendo con el vigesimoquinto aniversario, y de alguna manera nos sorprende y alegra. A partir de ahí hemos hecho un esfuerzo en repensarla, actualizarla e intentar dinamizarla.
¿Ha tenido una evolución?
-Sí. Mi padre fallece en 2010 y en ese momento mi madre y mis hermanos acordamos seguir adelante porque pensamos que es lo que le habría gustado, e incluso incrementamos la consignación presupuestaria. En 2014 llega el premio Gure Artea y nos pone las pilas. Así, decidimos introducir a los artistas dentro de Basauri y por eso creamos los talleres. Y es que el artista ganador, además de hacer su proyecto, tiene que ir por institutos de Basauri y acercar su arte o su visión del arte a los estudiantes. Y luego decidimos que en vez de darles dinero y dejarles que hicieran un proyecto simplemente, queríamos sacarles de su círculo de confort y obligarles a ir a París a una residencia que tiene 300 artistas de todo el mundo y de todas las especialidades para que esa relación fuera positiva. Ana Riaño ha sido la primera, y no ha podido ser más positiva porque ella misma dice que hay un antes y un después tras esta beca.
Tras treinta años, ¿qué metas quedan por cumplir?
-Estamos haciendo una especie de parada, porque lo que queremos es hacer un homenaje a mi padre por su visión y su generosidad al crear la beca. El futuro no lo miramos todavía, queremos ir evolucionando y adaptarnos a las necesidades de los artistas, ya que la sociedad cambia mucho y no sabemos lo que va a pasar. Por lo tanto, estamos atentos y nos adaptaremos; es nuestro objetivo. Tras este punto de inflexión, empezaremos a vislumbrar el futuro a partir del año 31.
¿Cómo ve el panorama de jóvenes artistas vascos?
-Por un lado creo, y la exposición del Bellas Artes de Después del 68 lo ha mostrado, que el arte vasco está en un buen momento .Los propios artistas reconocen que se sienten apoyados, ya que en nuestra comunidad tenemos un buen número de subvenciones públicas, pero lo que valoran de nuestras becas es la libertad que les da. Es algo que les gusta. Otra cosa destacable es que todos asociamos el mecenazgo con grandes fortunas y grandes empresas, y lo que demuestra la beca Otaola es que con cantidades modestas se puede hacer una gran labor. Por eso, pretendemos animar a otras personas a apoyar en el mundo de la cultura aunque sea con cantidades pequeñas, ya que son muy necesarias.
Es uno de los pocos ejemplos que hay en el Estado.
-Sí, y creemos que estos apoyos pequeños pueden tener, sobre todo si son continuados en el tiempo, una labor importante. Además, la beca aunque modesta, es codiciada.
¿Qué trayectoria han tenido los artistas becados hasta ahora?
-Doce estaban en la exposición Después del 68 y muchos de ellos tienen obras en grandes museos o salas como Maider López, Ixone Sádaba... También había aportaciones de Artium, que tiene obras de esos artistas. Respecto a los más jóvenes todavía está por ver qué trayectoria tendrán. Aunque Aña Riaño, a pesar de estar todavía por desarrollar, tiene algún premio en su poder.
¿Les abre puertas para empezar?
-Sí, sobre todo para empezar. Por ejemplo la primera becada, Miren Arenzana, había acabado la carrera y la beca le permitió ir a Londres y empezar a trabajar como escultora. En 1990 las becas se solían dar a gente consagrada, pero la nuestra quiere favorecer a artistas muy jóvenes, para que les sirva para empezar.
¿El planteamiento es seguir muchos años con la beca?
-Sí, claro. Como decía el alcalde Andoni Busquet, ojalá sean otros treinta, y en eso estamos.