SE han escrito numerosos libros e incluso se han rodado películas sobre su obra y su vida, incluida la enfermiza y destructiva relación que mantuvo con la también artista mexicana Frida Khalo. Sin embargo, la etapa plástica de su estancia europea resulta la menos conocida.

Diego Rivera (Guanajuato, México, 1886-Ciudad de México, 1957) viajó por Europa durante casi quince años de su vida, antes de regresar a su país y convertirse en el gran símbolo del muralismo. De su paso por Lekeitio existen pocos datos. Mucho antes de afiliarse al Partido Comunista, y con apenas 20 años, Diego Rivera se trasladó a distintas ciudades de la península y en uno de estos viajes un verano recaló en la localidad vizcaina. En 1907, llegaba a Lekeitio de la mano del pintor Eduardo Chicharro, en cuyo taller madrileño realizaba su formación artística gracias a una beca.

El historiador Mikel Onandia, que compagina la docencia como profesor de la Facultad de Bellas Artes en la UPV-EHU con la investigación, ha seguido los pasos del pintor por la localidad vasca y ha consultado numerosas publicaciones, entre ellas textos sobre el mentor del gran muralista, Eduardo Chicharro. Además, ha buceado en numerosos archivos mexicanos para dar forma a esa estancia, “que fue bastante breve, anecdótica, pero durante la cual llegó a realizar ocho obras. Son cuadros de juventud, de aprendizaje, pero en su momento le dieron algo de prestigio en los círculos que se movía en Madrid”, explica Onandia.

Las razones por las que Diego Rivera eligió viajar a Lekeitio se desconocen. Mikel Onandia apunta dos hipótesis: “Que llegara a través de la intermediación del artista Julián de Tellaeche, que en esa época estaba haciendo cosas interesantes, y que también se había formado en el taller de Chicharro en Madrid. Justo en 1907 se encontraba en París, pero tenía una relación muy directa con Lekeitio. Y la otra hipótesis es que acudiera de la mano de Ricardo de Madrazo; los Madrazo desde el siglo XIX estaban muy considerados como retratistas y tenían casa en Lekeitio, a donde se trasladaban en verano. Por ella, pasaba parte de la intelectualidad de la época. Aunque no existen testimonios documentales de dónde se alojaron es posible que lo hicieran en la casa de los Madrazo”, señala este historiador del arte.

aquel verano de 1907 En febrero de 1907 Rivera llegó a España a bordo del Alfonso XIII, como él mismo señalaría en sus memorias, “con veinte años, más de un metro ochenta y ciento treinta kilos”. “Tras su paso por Madrid y distintas ciudades como A Coruña o Santander, recaló en Lekeitio donde realizó distintas pinturas que muestran su periodo de aprendizaje, entre el academicismo y los nuevos lenguajes plásticos en torno a la modernidad imperantes en España en aquellos años”, explica Onandia. Concretamente, pintó seis cuadros y dos óleos sobre tabla en los que aparecen rincones y personajes de Lekeitio “por lo que es posible que pasara varios días en la localidad, a lo mejor estuvo todo el verano, pero es imposible concretarlo”.

En las pinturas se aprecian lugares de la localidad vasca claramente identificables. Del puerto pintó Cuando los remos descansan, que representa la curva del muelle Txatxo Kaia. En Vasconia aparecen los acantilados de Kabaua. También se aprecia un casi costumbrista Rivera con influencias paisajísticas en La parte de Pedro, en el que retrata a un arrantzale que limpia las capturas de la jornada en la zona conocida como el Muelle de los Curas, con la ayuda de su mujer. “Rivera eligió como modelos a gente de Lekeitio”, explica Onandia.

El lienzo Iglesia de Lekeitio se encuentra en el Museo de Diego Rivera, en la ciudad de Guanajuato. Rivera pintó la Basílica de la Asunción de Nuestra Señora desde la cuesta que baja por detrás del Palacio Arostegi. Otro de los cuadros, Sin título, que ha salido a la luz recientemente, pertenece a la galería de Arte mexicano. “Los demás se encuentran en colecciones privadas, hasta hace poco se desconocía su paradero. Conocía algunos por reproducciones, pero me he dirigido a las instituciones mexicanas que tienen contacto con los dueños y me han prestado imágenes. La mayoría son coleccionistas privados mexicanos, y uno de las más interesantes para mí desde un punto de vista plástico, La Casona, que representa el edificio de la esquina de la calle Beheko con Tortola, está en Houston en Estados Unidos. Éste ya se había presentado en algunas exposiciones”, explica el historiador vasco.

El óleo destaca por el tratamiento modernista de los volúmenes, y fue incluido en 1999 en la exposición Diego Rivera Art and Revolution, en el Cleveland Art Museum y en Málaga. Para Onandia es una obra representativa de la época de juventud del artista mexicano. “Se ha considerado el precedente de los ejercicios cubistas que Diego Rivera va a realizar luego”, expone Onandia.

Diego Rivera tenía una beca y como contrapartida debía enviar al Gobierno de Veracruz un cuadro cada seis meses, “a excepción de uno que no lleva título en el que aparece una anciana vestida de negro con un rosario y una biblia, y que está firmado para el secretario del gobernador. No sabemos si fue un encargo o tendría amistad con él. No es tan interesante como los demás desde el punto de vista pictórico”.

Además, realizó dos apuntes, Lekeitio y Costa Cantábrica, en los que utiliza una técnica más suelta, que recuerdan al impresionismo. “Son apuntes que luego pudo utilizar para otros cuadros en el estudio o simplemente para temas personales”. El primero es una vista del puerto desde el extremo del muelle norte, que durante esos años no contaba con el tinglado. Y el segundo, de los acantilados rocosos que se erigen en el camino hacia el faro de Santa Catalina.

lekeitio en sus memorias En sus memorias, Diego Rivera sí citó que estuvo en Lekeitio. “De hecho, relata una anécdota de cuando expuso los cuadros en el estudio de Eduardo Chicharro en Madrid y Joaquín Sorolla, el pintor contemporáneo más exitoso junto a Zuloaga, que fue a su vez maestro de su maestro, le hizo grandes halagos de estos cuadros. Sorolla le cogió las manos y le dijo que con ellas se iba a hacer de oro. Pero hay que tener en cuenta cómo era Rivera y que él no escribió sus memorias, sino, que las dictó, por lo que es posible que haya alguna exageración”, comenta Mikel Onandia. “La realidad es que en su primera etapa ya estaba haciendo cosas interesantes, aunque no tienen nada que ver con lo que iba a hacer luego. En Lekeitio tuvo una etapa de formación, de aprendizaje, estaba todavía aprendiendo de lo que veía, del costumbrismo español, del costumbrismo vasco, de su maestro...”, concluye Onandia.

Un intenso recorrido por Europa le llevaría más tarde a París, Inglaterra y Bélgica, donde se empapó de las vanguardias de la época con notable acierto. Hasta que en 1919 regresó a su patria y los murales combativos de Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, que era su nombre completo, se convirtieron en la voz del pueblo. Había nacido la leyenda.