Juntos superan los 150 años de vida, comparten el nombre de Paul y son responsables de algunas de las mejores canciones pop del último medio siglo, de The boxer a Yesterday, Bridge over trouble water o Let it be. Este fin de semana han vuelto a la actualidad: el ex-Beatle Paul McCartney con un disco de sonoridad ecléctica, Egypt station (Universal) y Paul Simon con In the blue light (Sony) tras anunciar su retirada de los escenarios. En él, el viejo colega de Garfunkel recrea sus propias canciones entre arreglos de jazz y música clásica.

El disco de Paul Simon (Nueva Jersey, 1941), el músico que hizo historia junto a Art Garfunkel en los años 60 con sus canciones de folk pastoral, pop certero y rock dulce tras la estela The Everly Brothers, coincide con el tramo final de su gira Homeward bound-The Farewell Tour, que Simon confirmó que será la última. “A menudo me he preguntado cómo sería llegar al punto en el que consideraría acabar de forma natural con mi presencia en los escenarios. Ahora lo sé: se siente un poco de inquietud, un toque estimulante y algo de alivio”, según el artista, que agradece la respuesta a su público y confirma que solo volverá a los escenarios de forma ocasional y por motivos benéficos.

Antes de la despedida, y todavía con el recuerdo de la clase magistral que ofreció en el BEC de Barakaldo en 2016, podemos disfrutar de In the blue light, un disco curioso en su discografía, ya que en él revisa canciones propias con una perspectiva musical nueva y el apoyo de artistas reconocidos como el trompetista Wynton Marsalis, el guitarrista Bill Frisell, los baterías Jack DeJohnette y Steve Gadd, y el sexteto de cámara yMusic. “Es un grupo extraordinario de músicos”, según Simon.

“Incluye canciones que me parecía que estaban casi bien”, explica Simon. “Volver a crear arreglos, estructuras armónicas y letras cuyo sentido no estaba del todo claro me dio tiempo para reconsiderar qué es lo que quería decir realmente y darme cuenta de aquello que creía y encontrar la manera más fácil de comunicarlo”, apostilla el estadounidense, para quien “no suele ocurrir que un artista tenga la oportunidad de revisar trabajos anteriores y poder reinterpretarlos “. Así, ofreciendo “una nueva mano de pintura a las paredes de la casa familiar”, surge In the blue night, un disco de tempo pausado que agrupa revisiones de canciones grabadas entre 1973 y 2011. La mayoría de las veces, caso de One man’s ceiling is another man’s floor o How the heart aproaches to you, mecidas por aires jazz, o por el swing en Pigs, sheep and wolves. Aires de música clásica y orquestal impregnan Can’t run but y el espíritu folk pervive en temas como The teacher y su melancolía en Some folks’ lives roll easy, donde canta al piano, melancólico y pasando revista, que “la vida de algunos rueda tan fácil como la brisa... la mayoría nunca atrapa sus estrellas”.

melódico McCartney Y el ex-Beatle (Liverpool, 1942) nos invita a un viaje con múltiples paradas estilísticas en Egypt Station, un tren que llegó al mercado el viernes y que supone el décimoséptimo de estudio de su carrera en solitario. Primero con temas originales desde New (2013) y grabado entre Los Ángeles, Londres y Sussex, ofrece un título que recuerda “a los discos conceptuales que solíamos hacer”, según McCartney. “Comienza en la estación en la primera canción y luego cada una es como otra diferente. Nos dio una idea para basar todas las canciones. Pienso en él como un lugar de ensueño del que emana la música”, explica el británico.

Una escucha apresurada permite encuadrar estas canciones -ya número 1 en ITunes- en un punto intermedio entre New, su último y fallido disco, y joyas de este siglo como Chaos and creation in the backyard. Lo innegable es que el dominio melódico y armónico de McCartney continúa vivo, y que destaca en el repertorio más clásico, cuando no intenta alejarse de sí mismo. Cuando se lanza, como en New al aliarse con Mark Ronson y aquí con Ryan Tedder, compositor de Leona Lewis y Beyoncé, patina. ¿La prueba? Ese intento de éxito contemporáneo llamado Fuh you, que remite a los Coldplay más vacuos y recientes.

El McCartney más clasicista, que abre y cierra el álbum con sendos instrumentales de ruido de estación, se muestra orgulloso en himnos atemporales y pacifistas como People want peace; meditaciones acústicas sobre la felicidad (“estoy feliz contigo y tengo cantidad de cosas que hacer”, canta en Happy with you), o esa balada sensible titulada I don’t know.

El álbum incluye también la simbólica Despite repeated warnings, con estructura de suite y un Mad captain que podría ser Trump; acercamientos al rock, convencional en Who cares y más arriesgado en Caesar rock y delicadas canciones como la acústica Confidante, con una voz ajada remite al crepuscular Johnny Cash, y la balada al piano Hand in hand.