jOANA Vasconcelos presentará a partir del 29 de junio lo más destacado de su trabajo de los últimos veinte años, junto con 14 nuevas piezas, que prometen ser tan espectaculares como sus creaciones más icónicas, que han dejado boquiabiertos a críticos y público de toda Europa.

Y eso que resulta difícil igualar sus significativa Marilyn, un zapato de tacón, que mide tres metros de alto por cuatro de largo, realizada a partir de cacerolas. O su A noiva (la novia), una enorme lámpara donde los tradicionales cristales de Murano fueron sustituidos por tampones, que realizó para exponer en Versalles.

En su atelier, Vasconcelos trabaja un ejército de más de cincuenta personas -entre arquitectos, ingenieros, costureros- ultimando algunas de las piezas, que se podrán ver en edificio de Frank Gehry, con el que reconoce que ha establecido un diálogo. Como Soy un espejo, el título de una las obras que da nombre a la exposición, y que representa a una máscara veneciana gigante “construida a partir de espejos enmarcados en bronce”. O Solitario, un anillo de compromiso “monumental”, compuesto por llantas de automóvil doradas y “copas de whisky de cristal, que se instalará en el exterior del Guggenheim y que “brillará como un gran diamante con la luz de Bilbao”, explica la artista portuguesa.

También prepara una nueva obra de la serie Valquírias que ha concebido especialmente para el atrio central del museo, y que con sus tentáculos desplegará el poderío de una diosa noruega.

Joana Vasconcelos nació en París, consecuencia del asilo que pidieron sus padres en Francia tras su huida de la dictadura salazarista, pero regresó a Portugal con solo tres años. Como ha confesado en algunas ocasiones, su vida seguiría en Francia si no se hubiera producido la Revolución de los Claveles, lo que decidió a su padres a volver a Lisboa. Desde allí, Vasconcelos exporta su arte a todo el mundo. “Soy mujer, artista y portuguesa, pero mi trabajo es internacional”, aclara la artista lusa.

Para su producción artística Joana se apropia de piezas cotidianas que transforma utilizando técnicas insólitas. En su atelier de 3.000 metros cuadrados, se trabaja como en un taller barroco, en el que los numerosos materiales sirven a la artista para componer, mediante la adición de un número muy elevado de unidades, grandes objetos que se constituyen en metáforas alusivas a sentimientos y situaciones de la vida real.

La escala Pero a pesar de que la mayoría de sus esculturas son gigantescas, Vasconcelos asegura que “la escala no es algo que me preocupa ni que tengo concebido desde el principio de la creación. Va surgiendo en el proceso, la dimensión la dan los materiales que utilizo, aunque es cierto que cambia la visión que tienes de la vida que te rodea”.

Vasconcelos es una creadora comprometida con el mundo que le rodea, con el hecho de que aún falta mucho por hacer, sobre todo en el tema de la reivindicación de la mujer. En muchas de sus piezas, hay un claro carácter de denuncia contra la discriminación femenina. Como es el caso de Burka (2002), una escultura mecánica en la que la prenda a la que hace referencia el título es elevada lentamente hasta el techo para segundos después desplomarse con fuerza en el suelo. Debajo del insultante parapeto, se esconden varias vestimentas de distintas procedencias, también occidentales.

Cuenta que cuando su padre, el fotoperiodista Luis Vasconcelos, le preguntó que quería que le trajera de Irak, donde estaba cubriendo el conflicto bélico, no lo dudó ni un solo instante: “Un burka”. La obra, que también se podrá ver en Bilbao, se ha convertido en una de las más reinvindicativas de la artista.

“Hasta que las mujeres sigan siendo discriminadas, yo tengo que seguir con mi trabajo. No es verdad que todas las artistas mujeres en el mundo ganan lo mismo que los hombres. Tampoco es verdad que haya muchas mujeres exponiendo en los museos. Yo tengo 46 años y he sido la primera mujer de la bienal comisariada por mujeres en Venecia, la primera mujer que ha expuesto en Versalles, ahora soy la primera mujer portuguesa que va a exponer en el Guggenheim... He sido siempre la primera mujer, y me pregunto, ¿qué ha pasado para que yo tenga que ser la primera mujer? ¿Qué ha ocurrido con todas esas mujeres artistas anteriores que han sido tan estupendas y que no han tenido esas oportunidades? Mi camino es seguir trabajando en este campo y cambiar esta situación: llevar el trabajo de las mujeres artistas a los lugares que están controlados por hombres. La escultura sigue siendo un mundo masculino: esas piezas monumentales de bronce, materiales fuertes, la industria, la mecánica, la fuerza y el peso... Yo hago lo contrario, utilizo materiales ligeros, telas, colorido... Es el revés de una estructura que es todavía muy masculina, pero que afortunadamente está cambiando para un futuro mejor”.

La exposición que se podrá ver en Bilbao está comisariada por Petra Joos y el Enrique Juncosa, y una vez que concluya en noviembre, “la idea es que venga a Portugal”, aunque Vasconcelos precisó que las negociaciones aún no están cerradas ni hay una fecha propuesta para ello. Un sueño de esta creadora: “Exponer también en el Guggenheim de Nueva York”.