Leonardo Padura: “El primer problema que tiene que resolver Cuba es el económico”
Se considera más un novelista de La Habana que un escritor cubano. No se considera un crítico de la sociedad de su país y sí un narrador de la visión social
bilbao - La transparencia del tiempo es el último libro del escritor cubano Leonardo Padura. Su personaje central, Mario Conde, ha vuelto para mostrar la realidad de La Habana a día de hoy. La vida de este detective corre de forma paralela a la de su creador, cercanía en edad, en lugar de residencia y algunos hechos discordantes que le resta puntos para convertirse en su alter ego. El escritor habla a lo largo de la entrevista de cómo se truncó el sueño de unas relaciones cordiales con Estados Unidos tras la llegada de Trump o cómo puede cambiar el sistema cubano cuando Raúl Castro abandone la presidencia.
¿Es tan fino y transparente el tiempo que se nos va de las manos?
-El tiempo se manifiesta de maneras muy diversas, pero cuando lo miramos desde las perspectiva del individuo, es tal su brevedad y tal su rapidez, que nos damos cuenta que puede ser volátil como un frasco que abres y el perfume se va.
¿Cómo se relaciona usted con el tiempo?
-Vamos cambiando a una velocidad tremenda y con la inconsciencia de una parte de nuestra vida en la que queremos que el tiempo pase rápido.
¿Impaciencia de juventud?
-Tal vez. Yo recuerdo cuando estaba en preuniversitario, tenía 15 o 16 años, el mejor momento de la vida de una persona, y quería que se acabara el curso y el tiempo no pasaba, todo duraba más.
Y ahora el tiempo se le escapa de las manos, ¿no?
-Fíjese cómo cambia, cuál es mi percepción. Ahora que tengo 62 años y hace veinte minutos estaba celebrando el 31 de diciembre de 2017, han pasado cinco minutos y estamos en febrero de 2018... Ja, ja, ja. El tiempo va a una velocidad proporcional con el paso de nuestro tiempo biológico.
¿Le cuesta asumir el paso del tiempo tanto como a su personaje, Mario Conde?
-No en cuanto a lo profesional. Gracias a mi esfuerzo y a mi trabajo he podido tener un reconocimiento en mi profesión. Me ha permitido algo que es un privilegio en cualquier parte del mundo...
¿Vivir de sus libros?
-Exacto, ese es un privilegio universal que los disfrutamos unos pocos. El tiempo biológico tiene otras connotaciones, empiezas a descubrir que te empiezan a doler partes del cuerpo que tú ni siquiera sabías que existían; por las mañanas eres un poco más torpe y tropiezas con cosas que antes no hacías y actividades que hacías de manera normal, ahora las piensas.
Ha relacionado en ocasiones su apellido, Padura, con Euskadi. ¿Cuál es la relación?
-A los Padura de acá yo les llamo los primos españoles y con ellos he intentado saber cuál fue el primero que cruzó el charco. No lo hemos encontrado, sí sé que hay cinco generaciones de Paduras cubanos y tenemos algo de vascos, el empecinamiento.
¿Podría decirle que sus libros son una crítica sutil a la sociedad cubana o estaría equivocándome?
-No es una crítica, es una visión de la realidad. A veces, la palabra crítica conduce la mirada del lector. En los últimos tiempos me he leído tres novelas que me han conmovido, que me parecen importantes: una es Patria de Fernando Aramburu; la última de Paul Auster, 4321, y Sumisión, una novela de Michel Houellebecq.
Está última bastante polémica.
-Es inquietante, es sobre un posible gobierno musulmán en Francia. En ninguno de estos tres libros creo que me he encontrado con novelas críticas, son novelas que analizan y presentan una visión de su sociedad. Yo pretendo que se me pueda leer de la misma manera, si hay una carga política, esa carga está sumergida dentro de una visión social, visión existencia y visión humana.
¿Una visión verdadera?
-A través de Mario Conde intento hacer un acercamiento a una verdad posible, que no es la verdad absoluta porque esta no existe; lo que sí le digo es que mis novelas están vacunadas contra la mentira, no se dice en ellas ninguna mentira.
¿Qué retrato de La Habana haría usted a día de hoy?
-En esta novela hay bastante de esa mirada mía sobre La Habana porque más que un escritor cubano, soy un novelista de La Habana, es una zona del mundo y de mi espíritu que me provoca sensaciones parejas de amor y de dolor; de amor, porque me identifico con lo que soy, y de dolor, porque veo cómo se va deteriorando y cómo va cambiando.
Todo cambia, ¿no?
-Sí y en todas partes del mundo, si no ocurriera así estaríamos muy jodidos, pero en el caso de La Habana, esos cambios a veces son para mal. Hay parte de la ciudad que se ha rescatado, sobre todo la parte más histórica, pero hay un deterioro extendido por el resto, también hay un deterioro moral en las personas, es lógico que esto ocurra en unas sociedad que durante tanto tiempo se ha dedicado a inventarse la vida como medio de supervivencia.
Raúl Castro deja la presidencia de Cuba, ¿se vislumbra algún cambio desde dentro del país?
-Se habla de continuidad...
¿Eso es bueno o es malo para Cuba?
-Hay que ver cómo se produce esa continuidad. En Cuba se han acumulado una serie de pequeños cambios, en su suma empiezan a tener una cierta importancia; pero la esencia del sistema económico y político no ha cambiado.
¿Cómo han sido esos pequeños cambios de los que habla?
-La población cubana puede viajar con mayor libertad que antes, puede montar pequeños negocios, aunque eso ahora está medio paralizado... Hay posibilidades que antes estaban negadas. Hay que ver hasta dónde se profundizan esos cambios y hasta dónde el sistema económico lo permite. El primer problema que tiene que resolver Cuba, independientemente de que haya una política igual o diferente, es el económico. El propio Raúl Castro reconoce que la economía es la asignatura pendiente del sistema cubano. Hay problemas de eficiencia, de productividad, de calidad, de cantidad, Cuba hay problemas; todo debe girar en torno a una revolución económica notable.
Diciembre de 2014, embajada de Estado Unidos en La Habana. ¿Pensó que podía llegar a existir?
-Pensé, lo pensaron los cubanos, que podía existir una relación cordial con Estados Unidos, no iba a ser normal mientras existiera el embargo. A lo largo de la historia de Cuba la relación con los Estados Unidos ha sido muy problemática. Se comienza a conversar, se restablecen relaciones, Obama visita Cuba.
¿En qué se traduce?
-Se produce un momento de una intensidad sorprendente de intercambios académicos, culturales, deportivos, religiosos, familiares e, incluso, económicos y...
... Llega Trump.
-Y el sueño, como decían los incas cuando llegaron los conquistadores: “Trocósenos reinar en vasallaje”. Yo le digo con la llegada Trump: “Troscósenos el sueño en pesadilla”.
¿Se podrá soñar de nuevo?
-En estos momentos parece que no. Es difícil saber qué pasará, pero a nadie se le escapa que los sueños de tener relaciones cordiales con Estados Unidos no son los mismos que surgieron tras la visita de Obama.
¿Seguirá contándonos Mario Conde la vida cubana a su manera?
-Creo que es un personaje que me da para mucho todavía y sí, seguirá contándoles a ustedes, los lectores, la vida en La Habana.
¿Se ajustará su personaje a los cambios?
-Sé que haya cambios o no los haya, Mario Conde seguirá hablando. De los inmovilismos uno también puede sacar sustancia para escribir libros.
¿Y de las revoluciones?
-Igual. Espero que Mario Conde me acompañe varios años más.