Donostia - La historia es de sobra conocida, especialmente desde hace dos años, cuando se celebró el cuarto centenario de la masacre de balleneros vascos en Islandia. En el otoño de 1615, tres embarcaciones procedentes de Gipuzkoa naufragaron a consecuencia de una tormenta y sus tripulantes se vieron obligados a quedarse en la costa. Algunos habitantes del lugar terminaron con la vida de 31 de los pescadores por orden del magistrado local Ari Magnússon, que dos años antes había vendido a otros balleneros vascos unas licencias de dudosa validez...
En 2011, el escritor finlandés Tapio Koivuraki relató esta historia en la novela Ariasman -el apodo con el que se conocía a Magnússon-, un éxito de ventas en su país y también en Islandia, donde se publicó traducida al año siguiente; en ambos casos los lectores han valorado positivamente que este hecho se aborde por primera vez desde un “punto de vista neutral”. Ahora, la editorial Erein la ha editado en euskera bajo el título Ariasman. Euskal baleazaleen istorio bat. La traducción ha corrido a cargo de Maia Ossa Rissanen, joven zestoarra de madre finlandesa.
Koivuraki y la traductora presentarán su libro en un encuentro que tendrá lugar hoy a las 18.00 horas en la factoría Albaola de Pasai San Pedro, donde se construye la réplica de la nao San Juan, ballenero hundido en aguas canadienses en el siglo XVI.
Dos puntos de vista En los años 90, el novelista vivía en Islandia, en una localidad llamada Isafjördur, cercana al lugar en el que aconteció la salvaje matanza y donde tuvo noticia de ella por primera vez. “Me sorprendió mucho que los antepasados de los habitantes de ese lugar que me había acogido tan bien hubieran sido capaces de hacer una cosa así”, recordó. Y quizá entonces supo que algún día aquella historia se convertiría en libro.
La empresa, sin embargo, requería de un ímprobo esfuerzo de documentación que se prolongó por espacio de varios años. Su principal fuente fueron los escritos de la época del letrado Jón Gudmundsson, que también publicó un poemario autobiográfico. Además, Koivuraki también utilizó las sentencias dictadas por el siniestro Ari Magnússon y gran cantidad de artículos e investigaciones. Según confiesa en el epílogo del libro, “la parte más interesante del proceso fue conocer Euskal Herria, su historia y su cultura”. Se documentó a través de infinidad de publicaciones sobre historia vasca y sobre la caza de la ballena, e incluso hizo sus pinitos con el euskera, como demostró en la presentación de ayer.
Y es que el novelista ha querido aportar los “dos puntos de vista”, el de los vascos y el de los finlandeses. Eso no quiere decir que los primeros aparezcan como “los buenos de la película” porque “unos y otros reciben lo suyo” y porque todo apunta a que los vascos se manejaban con cierto aire de superioridad con respecto a los islandeses. En cualquier caso, el motivo de la masacre “no es de ninguna manera simple, es cualquier cosa menos blanca o negra, tiene muchos grises”. El autor ha tratado de “aclarar cómo pudo suceder una tragedia” que, además, tiene puntos en común con algunas situaciones actuales en las que reina el miedo hacia el diferente y el choque entre culturas origina lamentables malentendidos.
Tapio Koivuraki eligió la ficción y no la crónica porque es novelista y ello le proporciona “mayor libertad”. Los acontecimientos principales de esta historia épica con “un punto de misterio” son reales y se basan en las fuentes documentales, pero las relaciones entre los personajes son inventadas. Con todo, hay personas con nombres y apellidos que existieron, como el joven Gartzia, un ayudante de bodega que consiguió escapar de la muerte, o el propio Martín de Villafranca, donostiarra que ejerció de capitán en la expedición. En la novela aparece descrito como un joven valiente a quien, sin embargo, hacerse cargo de la tripulación le vino demasiado grande: aunque tenía cierta experiencia con los indígenas de Terranova, no le fue tan bien con los descendientes de los vikingos.
La traducción Mención aparte merece el trabajo de Maia Ossa Rissanen, pues “no es muy habitual que una obra se traduzca al euskera directamente del finlandés”. La experiencia ha sido “muy bonita y natural” para ella, pues le ha permitido utilizar las dos lenguas con las que ha crecido. Previamente ya realizó una traducción de una versión resumida de Ariasman para jóvenes que le encargó Ikastoleen Elkartea, pero traducir las más de 400 páginas de la novela completa ha sido “un reto mucho mayor de lo que esperaba”.
La primera dificultad fue trasladarse al siglo XVII y a un tema que le resulta lejano y ajeno, como es el de la navegación y todo el lenguaje que le rodea. Koivuraki, que también es traductor, le ayudó en todo el proceso de manera generosa. Ambos destacaron la presencia en la novela del pidgin, la mezcla de finlandés, euskera, inglés y español que utilizaban los vascos y los finlandeses para comunicarse y realizar tratos comerciales. De esta manera, por ejemplo, aparece descrita la oferta que un vasco hace un finlandés, a quien pide carne de oveja porque está harto de carne de ballena: “Mi presenta for ju balea. Ju presenta for mi ardia. Beee”.