El partido se juega antes
El documental ‘Pelota II’, dirigido por la antropóloga vasca Olatz González y el cineasta danés Jørgen Leth, llega a los cines, tras su estreno en 2015, para mostrar la selección del material que hacen los pelotaris, un mundo aún sin explorar
ES posible que no tenga el sonido esperado o que no termine de encajar bien en la mano. Y una mala elección del material puede hacer bailar el marcador a su antojo. Todos siguen el camino que traza, hipnotizados a la par que extasiados; un objeto con vida propia. Pura magia.
Hace virguerías, se mueve a su gusto, toca una, dos paredes para volver a una mano que la envuelve con mimo durante un breve instante para después terminar estrellándola en el frontis, embalada por el jaleo cargante de fondo.
El trabajo de un pelotari empieza antes del primer saque, antes incluso de que las zapatillas chirríen en el piso. En esa dirección han mirado la antropóloga vasca Olatz González y el realizador danés Jørgen Leth en Pelota II, un documental de cine independiente que intenta entrar en un mundo secreto, el que muestra la relación entre el pelotari y la pelota, lo arriesgado y problemático de la elección de dicho material; una labor hecha ritual donde las pelotas son escuchadas, donde el bote y el tamaño cobran máxima importancia y determinan la suerte de los que salen a la cancha.
Pelota II, producida por Basque Films, y que fue estrenada en 2015, estará en los cines hasta el martes, tras haber pasado por varios certámenes -Festival de Cine Documental de Copenhague CPH:DOX, Zinemaldia de Donostia, IDFA de Amsterdam, Zinebi y Golden Apricot International Film Festival-.
Pelota -premio Zinebi- que dirigió Leth en 1983, fue el punto de partida para hacer esta segunda parte, “que no es una continuación, porque esta está más dirigida a algo menos general, concretamente, a la selección de pelotas”, aclara Olatz González a DEIA.
“Mientras preparaba mi tesis sobre la pelota, me encontré en la hemeroteca una noticia pequeña en la que se mencionaba el documental de Leth. Fui a verlo a la filmoteca y me pareció fascinante; tenía una mirada antropológica muy fuerte. Me puse en contacto con él y después de varias visitas a Euskadi, decidimos hacer una película sobre pelota de manera conjunta”, relata.
González aprendió de manera autodidacta a hacer cine. Cuando terminó la tesis doctoral decidió que además de escribir, iba a preparar documentales. “Compré una cámara, me fui a Nueva York, vi muchísimo cine, tuve contacto con gente que andaba en ese mundo y después aprendí a editar”, y menciona que ha hecho cosas “muy pequeñas”, a su aire, y que era la primera vez que se embarcaba en un proyecto “profesional”. Explica que no le parece difícil si los criterios están claros. “Lo que no queremos hacer es que la gente piense lo que nosotros queremos que piensen. Por eso intentamos mostrar. Además, en este documental tenemos un cámara, Dan Holmberg, que es espectacular. Hace unos encuadres y tiene una manera de grabar que luego es muy fácil editar ese material”, añade.
El documental, grabado en 2013, es “muy radical” y tiene un ritmo “muy pausado”. “Hay que ir al cine a estar relajado, a dejarse llevar por los sonidos, por las imágenes, por las texturas. Te da tiempo a entender los ambientes, a ver su complejidad”, indica la directora. Del mismo modo, menciona que hay una conversación en el documental que casi dura cinco minutos y no hay cortes, “es maravillosa”. “Están comentando una de las selecciones de material en la que ha habido cierto conflicto... hablan de cómo ha sido siempre esta elección”.
A pesar de que el tema de la pelota vasca parece cercano, al público le va a parecer “un tema extraño”, según díce González, porque “lo bueno que tienen la antropología y el cine, es que te acercan a una realidad distinta. La gente va a ver una pelota que no conoce, que está detrás de las cámaras”.
fascinación Para la antropóloga, la pelota tiene magia; su interés hacia ella nació muy pronto. “Empecé a ver mucha pelota en la tele, en el piso de estudiantes. Me gustaba, sobre todo, el espacio del frontón, la idea de que las plazas vascas urbanísticamente tenían una peculiaridad bastante característica. Conocí a Ignacio Uribarri, que era el tío de una amiga mía, me llevó a la final de Retegi II y Titin III del cuatro y medio que fue apoteósica, mi primer partido en el frontón”, relata. En ese preciso instante, pensó en investigarlo desde la antropología, “que no lo había hecho nadie”.
Más tarde estuvo en Baztán, haciendo trabajo de campo. “Quería investigar lo que era el mundo de la pelota, que para mí era muy ajeno, quería interpretar la pelota como un ritual... Mi tesis era que la pelota había configurado la concepción moderna del ser vasco de una manera muy fuerte, y que la identidad vasca la había conformado desde la Edad Media y practicamente en toda la Edad Moderna”, concluye.
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