bilbao - Las estanterías del despacho de Javier Viar están prácticamente vacías. En el suelo, hay varias cajas con objetos personales que le han acompañado durante estos intensos quince años al frente del Museo de Bellas Artes. “Siento mucha nostalgia, aquí he vivido momentos muy agradables, muy felices; algunos también difíciles y complicados, pero ha sido todo un honor contribuir al despegue de esta pinacoteca. Me voy satisfecho”, confiesa.

Han sido muchas horas en este despacho. Ahora, que se jubila, echará en falta el museo.

-Por supuesto, pero me gustaría seguir colaborando con él, siempre he mantenido una relación muy estrecha con esta pinacoteca. Cuando me propusieron como director, estaba ya muy vinculado con la institución y con personas relacionadas con él. Primero, en representación de la Diputación en el antiguo Patronato y después, en representación del Gobierno vasco durante la etapa de Bergara y Zugaza. Al dejar la dirección Miguel Zugaza, me prepusieron a mí. Ha sido una experiencia estupenda dirigir este museo pero, por una parte, creo que ya he cumplido un ciclo largo y fructífero. Pensé en un momento determinado que no le vendrían nada mal aires nuevos al museo, que sería bueno que hubiera un recambio. Y así se lo comuniqué hace más de un año a los responsables del Patronato del museo. Y yo también necesitaba un poco de tiempo para mí, con 70 años es una buena edad para irme.

Y ahora. ¿ a qué va a dedicar Javier Viar ese tiempo libre?

-La labor de gestión conlleva mucho tiempo, que no te deja concentrarte en otros aspectos culturales, de estudio, de investigación... De momento, estoy inmerso en varios proyectos. Estoy preparando una antológica de Balerdi con la Kutxa, que se expondrá en Donostia en junio, y alguna conferencia... Y luego voy a descansar un tiempo. Desde que estoy aquí, no he podido disfrutar de unas vacaciones en toda regla. Además, me esperan Balzac, Dickens, Faulkner, Virginia Wolf... Tengo un montón de libros para leer.

Mucha gente desconoce que Javier Viar es también poeta...

-Sí, pero he tenido la poesía un poco olvidada, en los últimos años me he animado a escribir una historia del arte vasco desde el año 1936 al 2016, que acabo de terminar y que tiene más de 1.000 páginas. Ha sido una gran aventura que va a publicar el museo, que me ha llevado las tardes, las fiestas, las vacaciones...

Ha mantenido ya varias reuniones con su sucesor, Miguel Zugaza. ¿Le ha dado algún consejo?

-Nos hemos reunido varias veces, pero yo no soy partidario de dar muchos consejos y mucho menos, a los que no los necesitan, porque Miguel ya sabe cómo son las cosas y conoce perfectamente este museo. Además, ha adquirido una experiencia extraordinaria en el Prado. Con él, hay un gran clima de entendimiento y un respeto mutuo, como ha transcendido a la opinión pública.

Resulta curioso que usted le tomara el relevo en 2001 y ahora se lo toma él...

-Sí, así es. Creo que Miguel va a poder hacer muchísimo bien al Bellas Artes de Bilbao. En este momento, la pinacoteca se encuentra en una situación muy estable, con una buena organización; esto a Zugaza le va a permitir construir muchas cosas, lo que me parece fantástico. Este museo todavía tiene un enorme potencial, que se puede seguir desarrollando. Y si se consigue además tener una financiación más holgada en el futuro, se pueden hacer grandes cosas, porque la pinacoteca, fundamentalmente su colección, responde.

Echando la vista atrás, ¿cuáles han sido los principales retos a los que Javier Viar se ha tenido que enfrentar durante estos quince años?

-Durante su etapa, Zugaza con el entonces diputado general Josu Bergara, dejaron el cambio estructural y modernizaron el Bellas Artes a partir de una forma jurídica nueva, la Fundación. El cambio estaba hecho, pero había que desarrollarlo, es lo que hemos hecho nosotros; el museo ha ganado en prestigio, en visibilidad, en cordialidad... Y en cercanía, una de las cosas de las que estoy más satisfecho, porque lo he percibido, hemos hecho una gestión muy cercana a la gente, casi se han duplicado los amigos, las compras gracias a las donaciones... El Bellas Artes, cada vez, está más arropado por la sociedad.

Quince años dan para muchas exposiciones. ¿Con cuál se quedaría?

-Ha habido grandes exposiciones, el abanico ha sido muy amplio dentro de esos tres parámetros en los que nos movemos: el arte antiguo, el moderno y el arte vasco. Por ejemplo, una de las muestras de mayor prestigio fue la que se dedicó a Poussin. Pierre Rosemberg, que había sido el director del Louvre, aceptó comisariarla. Y el Metropolitan de Nueva York nos solicitó la exposición. Nunca el Bellas Artes había hecho una exposición conjunta con el museo neoyorquino. De arte antiguo también destacaría El joven Murillo, De Ingres a Cézanne, que trajimos del Petit Palais, de París; De Herrera a Velázquez, que supuso una investigaicón muy interesante, Luis Morales... De arte contemporáneo, hemos hecho cosas fantásticas como el British pop, una exposición dedicada a John Davis que era desconocido entonces en España; Peter Blake, uno de los grandes pops; el hiperrealismo en pintura y en escultura, Botero, Antonio López... Y también hemos programado exposiciones de artistas propios como la de Txomin Badiola, Basterretxea, Tamayo, Susana Talayero, Guinea, Paco Durrio.

El museo ha sido a veces objeto de críticas por parte de los artistas jóvenes vascos que creen que no se le has prestado mucha atención...

-Soy consciente de esas críticas, pero yo tenía que tener claro que el arte de este museo comienza en el siglo XIII y finaliza en el XXI. Este no es el sitio donde más se pueda atender a los artistas jóvenes, a pesar de que hemos hecho exposiciones con ellos. Pero la programación daba lo que daba y el presupuesto también. Había que hacer Murillos, Poussins... para eso está este museo, para realizar esa labor enciclopédica, una lectura equilibrada de muchos siglos de arte.

Durante este tiempo, habrá habido también momentos complicados... ¿El más difícil?

-Sin duda, la crisis que hemos atravesado en estos últimos años. Ha sido duro, pero nos ayudó a agudizar el ingenio. Y, de hecho, las muestras con las mayores cifras de visitantes, las de más éxito popular, han sido las que se han presentado en plena crisis, en 2012, 2013... En 2016 conseguimos el segundo mejor año de la historia y récords históricos de afluencia de público durante algunas jornadas. Se ha afrontado la crisis con mucho trabajo por nuestra parte, porque se han recortado costos, pero se ha conseguido optimizar todos los recursos y se ha sabido racionalizar muy bien el gasto expositivo. En los últimos años, ya no hemos tenido dinero para adquirir obras de arte, lo último que nos quedaba lo gastamos en Lucrecia, de Lucas Cranach, una de las joyas del museo, que fue una compra fantástica, pero que nos dejó exhaustos. Pero se han duplicado las compras gracias a las espectaculares donaciones, lo que refleja el apoyo social que tiene el museo.

Las instituciones han aprobado que el museo pueda ampliarse. ¿Será uno de los retos a los que tendrá que enfrentarse Zugaza?

-Yo llevo años también poniéndola encima de la mesa, sabiendo que no se iba a poder hacer inmediatamente, pero con la convicción de que en algún momento las instituciones se la tendrían que plantear muy seriamente, porque este museo tiene todavía un potencial sin desarrollar enorme.