bilbao - Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez, al frente de M Clan desde hace dos décadas, son ya parte de la historia del rock peninsular. Siempre ligados a la “gran música americana”, ahora han editado Delta (Warner), un disco más plácido, folk, country y acústico que presentan hoy en el Arriaga.
Otro cambio más. De inmovilistas no se les puede acusar.
-Exacto. No es por el qué dirán pero siempre hemos buscado añadir matices y explorar en el ámbito de la música que nos gusta, la buena y con guitarras. Y estoy cansado de las etiquetas, pero esa es la que nos gusta, la americana que viene del blues.
Sonidos sureños, pop, soul y ahora, acústicos.
-Hacía años que queríamos hacer un disco acústico, incluso más que Delta. Solo de guitarra, piano y voz, y de raíz folk, pero fue evolucionando con más instrumentación. Pero sí, tiene sabor a madera sureña.
Folk, country y rock muy americano. Como los grupos de su juventud a los que canta.
-Es la música californiana de los 60 y 70, la Gran Música. Muy antigua, la que era música.
¿No lo es ahora?
-Entonces era nueva, ahora todo son repeticiones aunque haya muy buena música y no se oiga en la radio. Pero la realidad es que el rock lleva muchos años sin vivir algo novedoso y sorprendente.
¿Cuál fue lo último?
-(Duda) No soy historiador y soy bastante retro, no oigo demasiado a las últimas bandas. La última gran banda, novedosa y que llegó a todo el mundo, fue Red Hot Chilli Peppers. Y Marilyn Manson y Nirvana.
¿El título se refiere al del Mississippi o es una metáfora de apertura?
-Ambas cosas y evoca cosas bonitas. Los deltas de los ríos son pantanosos, misteriosos y aluden a la expansión, el cambio y la libertad. Es un concepto que nos gustaba.
Con esas armonías a lo Crosby, Still & Nash y las guitarras de The Byrds. ¿Era necesario grabar en Nashville?
-No, pero lo planteamos así. Buscamos ese sonido de sabor americano inspirándonos en lo que hizo Quique González y grandes como Neil Young, Poco, la Creedence, Buffalo Springfield... Ya habíamos estado en Nashville pero nos inspiró mucho el trabajo de Quique. Y ha sido un acierto poner nuestra música en manos de otros músicos con otro espíritu, raíz y dignidad.
¿Cómo resultó el trabajo? ¿Se llevaba el esqueleto del disco cerrado?
-Un 70% estaba maquetado y al llegar estuvimos con el productor, Brad Jones, el mismo de Quique, para reestructurar los temas, añadir alguna letra? La arquitectura estaba hecha y los músicos, a la cuarta vuelta dada a las canciones, ya las hicieron sonar espectaculares.
Han acompañado a Dylan, los Stones, los Flying Burrito Brothers.
-Sí, gente como Al Perkins. Es que son lo mejor de Nashville, no chavales que tocan en garitos. Y eso se notaba porque no les temblaba el pulso y sonaban a disco desde el principio. Fue un privilegio que disfrutamos.
Sueños, viajes y amores de adolescencia, incumplidos en algunos casos, pueblan las canciones.
-Es nuestra vida? y la de todos. Cantamos a la carretera y a los amores, incluidos lo que no cuajan. Es una constante en la música, es la poesía del blues. Son canciones con un paisaje inicial y sonoro que buscamos trasladar a imágenes visuales.
No solo se ve el Misisisipi, hay también mucho Mediterráneo y Sur.
-Es que no somos americanos sino españoles, aunque bebamos de sus fuentes. No somos de Nashville y nuestra música y letras están aquí, hablamos de cosas cercanas. No queremos sonar impostados.
Los cambios también han afectado a los músicos de la banda.
-Sí, incorporamos a Charlie Bautista (teclados y mandolinas), David Soler (dobro) y Sergio Bernal (batería). Y siguen Prisco (guitarra) y Chapo (bajo).
Cierran gira en el Arriaga.
-Sí, con todos los efectos audiovisuales y montajes. Luego, en marzo, se irá a conciertos más genéricos. En el Arriaga, donde nunca hemos tocado, será acústico, con una puesta en escena novedosa, de dos horas y veinte minutos, 25 canciones? Es un buen espectáculo en un buen marco.
¿Acústico pero “salvaje”, para “arder y arder”?
-También con parte de rock´n´roll. Como canto, se nos sigue erizando la piel aunque hayamos cambiado. Nos sigue gustando la música, ese rock que surgió comercial y para ganar dinero, que no era canción protesta. Y todavía hay bandas con ilusión y ganas de quemarlo todo. Eso es el rock, que sigue siendo la música del diablo, al menos la de cada uno.