atodo riesgo. Memorias airadas de una Pretender (Malpaso) es la autobiografía de Chrissie Hynde, líder de Pretenders, que vuelve a la actualidad con el recomendable CD Alone (BMG). El libro narra, sin tapujo alguno, la vida de esta rockera rebelde, vegetariana y feminista escrita por ella misma, así como su pasión por la música, su tardío despertar sexual, su miedo escénico y la orgía de drogas que vivió antes de convertirse en una de las rockeras más importantes de la historia. “No podría haber contado esto con mis padres vivos”, dice sobre su vida temeraria.

El flequillo rebelde, su figura andrógina y canciones memorables como Brass in pocket, Middle of the road, Don’t get me wrong, Talk of the town o Kid acompañarán siempre a Hynde, rockera de raza, viva y en forma casi cuatro décadas después de su debut al frente de Pretenders, estadounidense de nacimiento (Akron. Ohio) y estrellas gracias al punk en Inglaterra. A todo riesgo, su autobiografía, resulta obligada para conocer su historia, escrita sin tapujos y con una visión sincera que raya lo kamikaze y sirve como hilo conductor para reconocer a una generación que vivió el rock y las drogas como métodos de oposición al sistema desde finales de los 60.

Nacida en el seno de una familia arquetípica estadounidense, con una madre que fue modelo y un padre exmarine, el libro narra su infancia idílica en Cleveland, entre gansos, navidades blancas, descapotables y campos de golf. Allí, siendo una cría, ya “ansiaba viajar y ver mundo”, y la música (un ukelele, la armónica de su padre y un libro de acordes) le sirvió de vehículo para huir. La de Buffalo Springfield, Moby Grape, Stephenwolf, Zappa y Mothers of Invention y, especialmente, la de Beatles, cuyo descubrimiento relata como “un punto de inflexión”.

De hecho, llegó a escribir una carta de amor a McCartney y descubrió que “cantar me salía de manera natural”. Apoyada en la educación de la radio, ya de adolescente se advierte su espíritu inconformista y sus diatribas contra los vehículos a motor, la carne, la agricultura industrial, el tabaco, el alcohol, las armas y los medicamentos. “Nos autodestruíamos”, escribe quien en su juventud soñaba con ser un vagabundo de Kerouac e iba descubriendo a Led Zeppelin, La Velvet, Joplin o Tim Buckley (“mi cantante favorito de todos los tiempos”), antes de la llegada de Bowie e Iggy Pop. Con varios de ellos tuvo encuentros musicales, personales y hasta sexuales, según recoge la biografía.

DROGAS Y GUITARRAS La rebelde Hynde (“leíamos libros, devorábamos música? habíamos nacido para ser salvajes y la guitarra eléctrica era nuestro Santo Grial”) cuenta con profusión de datos sus primeros ensayos y grupos, su paso baldío por la Universidad, donde se dedicaba a “holgazanear”, sus viajes a Canadá, México y París, su despertar sexual a los 19 años “gracias al alcohol”, su posterior paso por una clínica para atajar enfermedades venéreas y su adicción a casi todo tipo de drogas.

“A la porra la paz y el amor -relata referiendose al movimiento hippie-. Solo se trataba de ponernos ciegos”. Hynde reconoce al final que “las drogas solo causan sufrimiento (incluso sugiere que fueron la causa de su propia violación por un motero racista) y lamenta “la influencia tan grande” que han tenido en su vida aunque reconoce que “su consumo fue el rasgo definitorio de mi generación”.

Especialmente detallado resulta el relato en primera persona de su desembarco en Inglaterra y su trabajo como periodista musical antes de verse envuelta en la génesis del punk (narra anécdotas personales y opiniones sobre miembros de The Clash, Damned, Sex Pistols?) antes de liderar Pretenders. Aquellos “apenas tres acordes facilones interpretados por gente que no había superado el instituto” crearon unos primeros discos inolvidables. El libro alterna desfases etílicos y drogotas con el ascenso al trono del rock (giras, bus, literas, soledad?), su matrimonio con Ray Davies, su noche de pasión con Iggy Pop y la inevitable muerte de dos Pretenders “hundidos por el fango turbio” de las drogas. Ahí acaba el relato, con Hynde ya madre, superviviente y con la banda aún activa.

EL DISCo El libro coincide con Alone, el 10º disco de estudio, que incorpora una docena de canciones grabadas en Nashville, en los estudios de Dan Auerbach, mitad de The Black Keys. “Es el que más me gusta. Personas auténticas tocando música auténtica. Canté y grabé todas las voces en 48 horas. ¡Dos días para cantarlas, 40 años de preparación!”, según Hynde.

Auerbach endurece y acera el sonido del grupo, acercándolo al garaje y la distorsión en Chord Lord y al r&b en el título homónimo. Ofrece también el groove molón a lo Booker T. Jones de Roadie man, la rudeza eléctrica de Gotta wait, el ambiente soul de Never be together y baladas sentidas de ecos country como Let’s get lost. Y aunque al final Chrissie se reblandence, entrega su mejor disco en muchos años gracias a temas como One more day, con ecos de los boleros híbridos de Tom Waits, y la bailable y sixty Holy commotion.