U N riff de sintetizador irresistible y el ritmo imparable de Midnight city sacó de las catacumbas indies a M83, el proyecto del francés Anthony Gonzalez, en 2011, y lo convirtió en pasto de festivales. Casi un lustro después y tras dos bandas sonoras, regresa con un disco marciano, muy personal y ochentero en el que Gonzalez vuelca su pasión por la música más comercial y hortera con la que creció. El menos bailable Junk (Mute. Naïve) sonará en julio en el Bilbao BBK Live.
Junk, que ya está en las listas de éxito mundiales, es el séptimo disco de estudio de M83, el primero en casi un lustro si exceptuamos las bandas sonoras de Oblivion y Les rencontres d´après minuit. Y es que el éxito puede resultar difícil de digerir cuando, gracias al citado Midnight city, su disco Hurry up, we´re dreaming te obliga a girar durante dos años y sus canciones -la ensoñadora y épica Wait sí que molaba- te hacen pasar de alimento indie y sofisticado de unos pocos a comida rápida al alcance de cualquier estómago en los principales festivales mundiales.
Gonzalez, que creó M83 hace ya 14 años, ha sabido combinar con acierto el pop, la electrónica, el rock instrumental y progresivo, el dream pop y el shoegaze, especialmente desde Dead cities, red seas & lost ghost, para muchos su mejor trabajo. Líder, compositor y cantante principal de M83, Gonzalez vuelve con Junk, disco de curioso contenido, portada (entre infantil y cutre) y hasta título. “Cualquier cosa que se crea hoy en día acabará siendo un deshecho espacial, motivo que encuentro realmente fascinante y aterrador al mismo tiempo. Y bello, en cierto modo”, asegura sobre esa “basura” a la que alude el título. “Tengo esta imagen de piezas de la humanidad flotando, perdidas para siempre. También significa que hoy todo va deprisa y todo el mundo está algo así como arrojando arte, en cierto modo. La gente escucha un disco y solo selecciona una canción que añade a una playlist. No van a tomarse el tiempo de escuchar un disco completo nunca más”, apostilla.
En ese contexto, ha apostado por una increíble evolución musical (“quiero mostrar distintas vertientes de mí, regresar con algo más íntimo pero? menos yo”), en el que ha echado la vista atrás, añadiendo a su pasión por Tangerine Dream, Aphex Twin, Brian Wilson y Kevin Shields, las músicas con las que creció en su niñez y adolescencia. “Todos mis discos tienen capas de eclecticismo, pero ahora las quería llevar más lejos”, apostilla.
mirada nostálgica “Todo el mundo trata de ser moderno y hacerse un hueco en las radios pero me parece aburrido”, comenta el francés, que, lejos de intentar repetir la fórmula del éxito anterior, ha grabado un extraño y desconcertante disco que se recrea no solo en los años 80, sino que incluso va más atrás. “Esas canciones eran sentimentales y conmovedoras. Tenían algo que comunicar”, justifica.
Junk, que ha creado polémica y controversia entre la crítica y los fans, es el disco que deseaba hacer Gonzalez. Alejado de la modernidad y, basado en un ejercicio de nostalgia evidente, regresa a la banda sonora con la que creció, en los 70 y 80. Una banda sonora mayoritaria, la que copaba las listas de la época aunque, por el contrario, no deja de ser arriesgada en 2016. De entrada, los tempos no son tan bailables, ya que ha optado por una música “más personal”, en la que “mandan las emociones”.
El ritmo festivalero lo marcan Do it, try it, house de la “vieja escuela” con pianos, voces sintetizadas y una regresión similar a la del último disco de sus compatriotas Daft Punk; Go, una exultante canción de pop sintetizado, con un saxo hortera y un solo de guitarra que remite a la colaboración de Slash con Marta Sánchez y que firma Steve Vai; y, algo menos, el medio tiempo rapeado en la bonita Laser gun.
El resto de las canciones navega por aguas más templadas en tempo y ritmo. La negritud pop (con autotune, claro) a lo George Michael de Walkaway blues se alterna con varios instrumentales (Moon crystal podría ser la banda sonora de una revisión de la serie Vacaciones en el mar); dos temas en francés entre la chanson y los juegos vocales chico/chica; una colaboración de la noruega Susanne Sunfør, que remite a Stevie Nicks en la balada AOR For the kids; las cuerdas de la épica Solitude; un dúo de bajón con su admirado Beck en Time wind; y el baladón Sunday night 1987, cuya armónica parece soplar Stevie Wonder.
En ella se oye “recuerdos perdidos? regresan? pueden conducirme al pasado?”. ¿La solución? En julio, en Kobetamendi.