“Me gustaría que con Zuhaitz llegara a respirarse el aroma a madera en la sala”
‘Zuhaitz’, la nueva obra del compositor Gabriel Erkoreka, se estrenará en Madrid el día 18, de la mano de la Orquesta Nacional de España y del trío Kalakan
Bilbao- Dos intérpretes, uno frente al otro, hacen sonar las primeras notas de la txalaparta. Un constante diálogo de ritmos y de cuerpos, cercano en ocasiones a lo hipnótico, conecta a quien lo escucha con la tierra y con la madera. Esa misma unión ancestral con nuestras raíces rezuma en cada nota de Zuhaitz, la nueva obra para percusión y orquesta del compositor Gabriel Erkoreka (Bilbao, 1969), que podrá escucharse por primera vez el próximo viernes, 18 de marzo. Será en el Auditorio Nacional de Música de Madrid donde, bajo la batuta de Juanjo Mena, La Orquesta Nacional de España y el trío de Iparralde Kalakan tratarán de hacer que un olor a madera llegue a impregnar cada rincón de la sala.
¿Cómo fue la génesis de ‘Zuhaitz’? ¿Se trata de un encargo o, por el contrario, estaba usted trabajando en ella y surgió esta colaboración?
-Es un encargo de la Orquesta Nacional de España, que me propuso componer para Kalakan y orquesta. A mí me encantó la idea porque hace dos años ya hice un concierto para marimba y orquesta, Afrika, y tenía pensado hacer otro similar. Para mí supuso todo un reto porque se trata de combinar músicas procedente de mundos muy diversos. Por un lado tenemos a Kalakan, unos músicos extraordinarios que provienen de la tradición oral; por otro, la orquesta.
Menciona ‘Afrika’, una de las obras que, según ha señalado en otras ocasiones, más ha logrado emocionarle. ¿‘Zuhaitz’ le ha tocado también de manera especial?
-Creo que sí. Cuando me reuní con Xan, Jamixel y Thierry (miembros de Kalakan) y me mostraron todos los instrumentos que tocaban, mi planteamiento de la obra cambió. La idea inicial era que fuera para txalaparta y orquesta, pero fue evolucionando y he incluido bastantes instrumentos autóctonos. Espero que se adapte a Kalakan como un guante.
“Gabriel entendió muy bien lo que es Kalakan”, desvela el grupo. ¿El entendimiento fue mutuo?
-Está siendo una colaboración estupenda. Nos hemos reunido varias veces y hablamos mucho. Les he puesto una serie de señales acústicas para que ellos puedan orientarse, pero hay que entender que no es una partitura convencional. Se podía haber hecho de esa manera, pero el resultado no hubiera sido el mismo si yo hubiera escrito algo totalmente rígido y no les hubiera dado esa libertad. La gracia está en combinar algo fresco con la orquesta, que tiene cada nota escrita.
El título, ‘Zuhaitz’ (árbol, en euskera), evoca a la naturaleza y a la madera. ¿Es esta última el elemento central de la composición?
-Así es, el eje principal son los instrumentos construidos con madera. Elegí el título simbólicamente, haciendo alusión a los sonidos que pueden cobrar vida a través de la madera. En cierto modo, es como un árbol que vuelve a la vida a través de esos sonidos. La txalaparta será el hilo conductor, pero también hay otros instrumentos que participan como la alboka o la xirula, y en algún momento aparecerá la voz. Mi intención, con todo ello, es que se llegara a respirar el aroma a madera en la sala.
Esa unión con la tierra y con la tradición que plantea es también una constante en la música de Kalakan.
-Es inevitable cuando uno oye un instrumento como es la txalaparta, tan ancestral y que suena en cierto modo casi como un ritual. Tiene un componente tradicional, pero también un elemento ecológico o incluso ecologista, de querer hacer una especie de canto a la naturaleza y a la necesidad de preservarla, que he querido incluir.
Otras de sus composiciones como ‘Nubes, ‘Océano’... también hacen alusión a la naturaleza. ¿Diría que es una temática recurrente en su trayectoria?
-Es cierto que los títulos sobre naturaleza han sido varios, pero quizás la obra más relacionada con lo que mencionaba anteriormente sea Famara, inspirada en una playa de Lanzarote. En ella aparecen, de una manera muy velada, elementos folclóricos de las islas Canarias. He utilizado referencias folclóricas de varios lugares de todo el mundo y con Zuhaitz hay un retorno aquí, a Euskadi.
Kalakan afirman que, en un momento dado, utiliza la txalaparta “de un modo que no está unido a su genética”. ¿A qué se refieren?
-La idea es que se establezca una especie de diálogo o de conexión híbrida entre ella y la orquesta. Para eso, además de lo que podría ser su utilización más clásica, yo propongo otras ideas rítmicas de tipo binario, ternario o alternancia entre los dos; e incluso que toquen todos a la vez, cuando normalmente la txalaparta se suele tocar alternándose los intérpretes. En definitiva, se trata de ofrecer diferentes facetas de este instrumento.
La obra se articula en tres secciones. ¿Podría explicar, a grandes rasgos, cómo suena cada una?
-No son tres secciones que están limitadas y, de hecho, se tocan sin interrupción. Dentro de cada una hay varias subsecciones y una gran variedad de planteamientos. La intención es, como ocurre con los árboles, ramificar el discurso de la orquesta e ir tomando diferentes direcciones.
Hacer predicciones es siempre difícil. No obstante, ¿cuál sería la respuesta que le gustaría provocar en el público que escuche su trabajo?
-Me gustaría que descubrieran elementos nuevos y pudieran vivir una experiencia que les conmueva. Independientemente de la tradición folclórica a la que nos referimos, en este caso la vasca, siempre puede trasladarse a otras vivencias. La comunicación de la música con el público es muy personal, cada oyente percibe una sensación propia acorde a sus vivencias previas. Posiblemente los asistentes no hayan estado directamente expuestos a la txalaparta, pero sí puedan sentir lo más primitivo que mana de ella, que es el ritmo.
El compositor, el director y Kalakan; los tres vascos. ¿Cuándo se estrenará en Euskal Herria?
-Desde luego, nosotros estaríamos encantados de que pudiera suscitar el interés de las orquestas vascas. De momento, estamos muy contentos de estrenar en Madrid.
En este concierto al que hace referencia, el público podrá disfrutar también de la ‘Sinfonía nº5’ de Mahler. ¿Podría establecerse algún tipo de conexión entre ambas?
-Pues... quizás en las sinfonías de Mahler hay también una diversidad de materiales que las conecta. También se ha dicho de estas obras que han querido plasmar una especie de panteísmo naturalista, esa unión con la naturaleza y lo divino. Debo admitir que antes de iniciar la composición de Zuhaitz supe que sería interpretada junto a esta sinfonía y he añadido algún pequeño guiño a Mahler.
Utiliza títulos descriptivos. ¿Le gusta dar pistas a los oyentes?
-La intención no solo es esa, sino que además me ayuda a delimitar la libertad de acción dentro de la composición, algo fundamental para poder potenciar la imaginación. Es cierto que el título puede servir de guía para la escucha, pero la ambigüedad que existe en la percepción puede llevar hacia otros lugares completamente diferentes. En este caso, he incluido varias páginas en las que la partitura se asemeja a la representación de un árbol, lo que podría ser el equivalente a un poema visual.
Parece, pues, que su música tiene mucho de visual, ¿es así?
-Mucha gente me ha comentado que sí aprecia un componente visual muy fuerte. En este caso no deja de ser un juego que planteo, una limitación autoimpuesta. Era otro reto que me parecía interesante.
Mencionaba la naturaleza, ¿qué otras inspiraciones encuentra a la hora de componer?
-Siempre me ha interesado la naturaleza humana, es decir, el comportamiento de la mente humana. Como la música es un arte que transcurre en el tiempo, una composición que sea capaz de trascenderlo hace que podamos percibirlo con una duración distinta, más larga o más corta.
“Desde que me acerqué a la música siempre he querido ser compositor”, ha afirmado.
-La composición siempre me gustó. Lamentablemente, solo se puede hacer un número de cosas limitadas en la vida, pero me hubiera encantado también dedicarme a la arquitectura. En ese aspecto, tengo cierta manía de preocuparme por el aspecto visual de mis partituras. A día de hoy, sigo usando el lápiz y soy reacio al ordenador. Mire que escribo a mano obras para orquesta... (risas), pero necesito establecer esa conexión con el lápiz y el papel.
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