bilbao -El pintor Luis de Morales consigue como nadie enfrentarnos a la estremecedora contemplación de un cuerpo casi real, a una piel que palpita y que nos invita a no perdernos ni un centímetro de sus sutilísimas y hermosas pinceladas. Y, sin embargo, la historia fue cruel con este genio renacentista, dueño de una depuradísima técnica, una sensibilidad extrema y un estilo singular.
Luis de Morales disfrutó de la gloria y de la fortuna económica y profesional en vida, pero en sus últimos años fue relegado al olvido. La mayoría de su obra ha permanecido en la sombra, en la penumbra, y solo una pequeña parte ha salido a la luz. Todos estas premisas hacen que el acercamiento a su figura que realiza el Bellas Artes de Bilbao, desde una visión nueva, moderna y a gran escala, sea un acontecimiento muy singular. La exposición El Divino Morales pasó primero por El Prado (de octubre hasta el pasado 1 de enero) y hoy se abre al público en Bilbao, donde permanecerá hasta el 16 de mayo en la Sala BBK de la pinacoteca. Su tercera y última parada será el Museo Nacional de Arte de Catalunya (del 16 de junio al 25 de septiembre).
Letizia Ruiz, jefa del departamento de Pintura Española del Renacimiento del Museo del Prado, que ha comisariado esta espléndida exposición, ha seleccionado 54 obras del pintor renacentista, de las cuales 22 pertenecen al Prado y otras 32 a diferentes museos estatales e internacionales, a coleccionistas privados e instituciones religiosas. Las obras permiten calibrar la grandeza de un maestro semiolvidado durante más de dos siglos y a quien el Prado dedicó su última muestra en 1917.
Hay muy pocos datos biográficos de este pintor -nacido en 1510 o 1511 y muerto probablemente en 1586-dónde se formó o sobre sus viajes, lo que sí se sabe es que hubo una amplia producción diseminada por todo el estado, que tuvo su epicentro en su región natal, Extremadura, y en concreto, en Plasencia, donde tuvo un prolífico taller, en el que llegaron a trabajar dos de sus hijos y un yerno. Protagonizó el primer fenómeno comercial de la pintura española, con las pequeñas tablas de carácter devocional que le encargaba una clientela de nobles burgueses, creando realmente una marca propia.
La exposición es una cuidada revisión de la obra del Divino, apelativo que le puso su primer biógrafo, Antonio Palomino, porque pintaba solo asuntos religiosos con gran primor y sutileza. “Morales creó un estilo propio, una marca fácilmente reconocible. Fue un pintor tremendamente original y exquisito en su técnica”, explicó ayer Letizia Ruiz, durante la presentación de la exposición, en la que estuvo acompañada por la diputada de Cultura, Lorea Bilbao, el director de la Fundación BBK, Gorka Martínez, entidad patrocinadora de la muestra, y el director de la pinacoteca, Javier Viar.
Organizada en un itinerario con cinco secciones, El divino Morales explora las creaciones más iconográficas del pintor, tales como la Virgen de la leche, del Museo del Prado; las imágenes en las que son protagonistas la Virgen y el Niño, retablos con narraciones más complejas; sus imágenes de Pasión y redención y las obras que realizó por encargo de San Juan de Ribera. “Morales fue más que las piedades, el ecce homo y la Virgen con el Niño”, destacó Letizia Ruiz.
La exposición responde a verdaderos estándares de calidad y a una extraordinaria técnica pictórica. En opinión de la comisaria, “estamos ante un producto de una enorme belleza, desde la elección de los materiales hasta el tratamiento técnico, una construcción muy minuciosa, donde nos encontramos con esas terminaciones en las que vemos cómo está pintado pelo a pelo, como decía Palomino ‘que da ganas de soplar esos cabellos”. Es una pintura para muy cerca, fuertemente iluminada y con unos fondos negros, intensos, misteriosos.
En las obras se observa el conocimiento de Morales de la obra de Durero o Rafael, y la aplicación de la técnica del sfumato. Morales utilizaba pigmentos finamente molidos, a veces trabajados con polvo de vidrio para dar esas superficies casi esmaltadas, que se encuentran en los rostros de la Virgen, que realmente son unos cutis de una belleza donde casi se aprecia cómo se trasparentan las venas, convirtiéndolas en vírgenes humanas. Entre las obras que se pueden ver se encuentran La Virgen del Pajarito, El Calvario, La Resurrección, La Virgen de la Leche, La Virgen vestida de gitana o San Jerónimo Penitente, entre otras.