Antxon ha sido una de las personas con mayor conocimiento sobre la música vasca en nuestro país. Desde nuestro primer encuentro casual con Carmelo Bernaola y Koldo Narbaiza surgió una complicidad intelectual, humana y musical que marcó nuestra amistad. Me lanzaba sus ideas, anhelos y amor por la música vasca, siempre desde la discreción y el respeto. Fue un compañero de viaje primordial en mis años con la BOS, que con su exquisita sencillez me dio apoyo, ánimo, crítica, cariño, soporte y un caudal sin fin de información. Sus ideas conformaron el exitoso concierto inaugural del Euskalduna y siempre me descubrió obras en el olvido que debían ser recuperadas. Pero lo más importante de todo es que lo hacía por el amor sincero que tenía por la música de su país. Lo último que me dio fueron un LP antiguo con una grabación que adoraba de Las golondrinas, de Usandizaga, y su partitura de una opera que habría que recuperar (el Txantxon Piperri, de Zapirain). Se nos ha ido Antton, pero creo reconocer que siempre estará junto a mi haciendo la música que él amaba.