er el mayor museo de miniaturas de Europa es fruto del reto que el joyero catalán Lluís Carreras se planteó hace ahora ocho años. Según explica el joyero, su intención desde el principio ha sido "buscar las piezas siempre un poco más pequeñas" y darles cobijo en Micromundi, en el pueblo de Besalú (Girona).
Formado en bellas artes, Carreras fundó el museo con el objetivo de "despertar la curiosidad" del gran público por la más minúscula de las artes. "Lo que para muchos es imposible de imaginar, aquí se convierte en realidad", relata Carreras. La mayoría de los 200.000 visitantes que han pasado por el museo entraron con curiosidad y salieron absolutamente sorprendidos e incluso incrédulos.
Carreras comenzó su aventura comprando piezas minúsculas en diversas partes del mundo. Emprendió "una especie de peregrinación" a través de México, Perú, Argentina, Rusia, Bélgica, Alemania e incluso China, para encargar piezas únicas a los artistas más reputados. "Si no los vas a buscar, se quedan en la pequeña zona que cada uno domina", argumenta Carreras. El joyero escogió 2.000 miniaturas para empezar una colección que en ocho años se ha más que doblado y ya alcanza las 5.000 piezas, con lo que Micromundi se ha consolidado como el mayor museo de miniaturas en Europa.
UN MUNDO EN MINIATURA
El siguiente paso fue buscar una ubicación. Tenía que ser "un pueblo tranquilo, pequeño, con riqueza histórica, un encanto especial...", enumera Carreras. Besalú apareció como el enclave idóneo, "es casi como una miniatura", sonríe.
La presentación es también una de las peculiaridades de Micromundi, y en lugar de una distribución según autores, el recorrido en Besalú pasa por tres salas a través de las cuales el tamaño de las piezas se va reduciendo. En la primera sala se exhiben más de 2.000 piezas que recrean, a escala 1:12, antiguos comercios tradicionales, relojerías o farmacias. Al llegar a la sala 2, las piezas se reducen hasta una escala 500 veces más pequeña a la real, por lo que es necesario el uso de lupas, y en la última estancia ya hay que recurrir al microscopio para apreciar el relieve de una caravana de camellos dentro del cabezal de una aguja, obra del artista ruso Anatoly Konenko, o una Torre Eiffel 100.000 veces mas pequeña que la de verdad, hecha por la francesa Pascale Casarosa.
Pero en Micromundi no hay una obra estrella, ya que cada pieza "despierta diferentes tipos de curiosidad, la física o científica, la sentimental y la que apela al sentido del humor".
Y es que todo es posible en Micromundi: que un elefante haga equilibrios en la punta de una aguja, que una hormiga sonámbula con una sombrilla pasee por encima de un cable, que dos carabelas naveguen por el canto del ala de un insecto o que el carpintero Geppeto dé vida a Pinocho dentro de un pistacho.