donostia- Azcona (Iruñea, 1988) protagonizó en 2013 una performance que terminó con su ingreso hospitalario tras 42 días de aislamiento con el que deseaba emular la vida en el útero materno. Recientemente, ha solicitado 10.000 fotografías de vaginas anónimas para realizar un proyecto sobre el abandono de su madre biológica. Ayer, el artista inauguró la feria del Kursaal con la performance Reminiscence, una autoexploración de una vida marcada por el abandono, los abusos y el maltrato.

¿Cómo aborda en sus obras temas como el maltrato?

-Llevo trabajando más de diez años sobre mi experiencia personal. De pequeño sufrí abusos de pederastia pero, obviamente, no reproduzco escenas tan duras en la performance. Me limito a emular abusos de pederastia sobre mi cuerpo.

¿Que es para usted el arte?

-Para mí el arte debe ser algo crítico, social y político; si no, solamente sería un elemento decorativo. Yo lo entiendo como una catarsis y una forma de que los creadores lo utilicemos de modo personal: desde el artista que pinta un lienzo hasta quien hace uso de su propio cuerpo.

Ha arriesgado en varias ocasiones su salud con acciones artísticas. ¿Cuál es su intención?

-Mi intención es explorar mi historia, pero reconozco que no tengo límites para indagar sobre ello: mi único límite es la muerte. Pero sí es verdad que este tipo de piezas morbosas me ayudan a tener una repercusión mayor. Pero es triste que algunos solamente me conozcan por aparecer en esos casos en la prensa nacional.

¿Es consciente de que arriesga su vida o simplemente se deja llevar?

-Sí, soy consciente de ello pero llevo 26 años de ventaja y esta es mi forma de mostrar mis vivencias. Creo que uno mismo determina sus propios límites. Mi cuerpo cobra sentido en mi obra y la obra tiene sentido desde mi cuerpo.

En todas sus obras trata temas de su propia experiencia. ¿Se siente en la necesidad de expresarlo?

-Sí. Nunca he superado algunos traumas de la infancia. He sufrido inestabilidad mental, intentos de suicidio e, incluso, ingresos en centros psiquiátricos. Pero los fantasmas no desaparecen y, si se esconden, vuelven con más fuerza. Por mi propia necesidad de sobrevivir, encontré en el arte un escape y siempre ha estado presente, especialmente en los momentos más dolorosos de mi vida.