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Memoria de una observadora

La artista navarra Amaia Gracia Azqueta reúne en el Centro de Arte y Naturaleza de Huesca más de cuarenta piezas realizadas en los últimos tres años, entre las que hay grabados, fotografías, dibujos y esculturas-instalación.

Memoria de una observadora

MULTIDISCIPLINAR y punto de encuentro entre los distintos temas que le interesan. Así es Memoria de una observadora, la exposición que Amaia Gracia Azqueta (Iruñea, 1985) presenta hasta el próximo 6 de abril en el Centro de Arte y Naturaleza (CDAN) de Huesca. La muestra recorre la obra creada por la artista desde 2011 hasta la actualidad y hunde su origen en la residencia que realizó con una beca en BilbaoArte, espacio que dirige Juan Zapater. "En mi trabajo de creación e investigación sigo una línea rizomática en torno a la identidad, el territorio, lo doméstico y lo natural. Estos conceptos se ven representados mediante elementos ya construidos y asimilados en la sociedad como los mapas en relieve o los mapas militares", explica.

Gracia Azqueta se define como "una observadora que a través de su mirada crea". "Miro, observo, analizo y siento", una secuencia intrínseca a través de la cual genera una obra íntimamente relacionada con la naturaleza. "Forma parte de mi vida y me siento parte de ella", y enfoca esta querencia en el Pirineo aragonés (Valle de Tena) y francés (Valle d'Ossau), en una zona fronteriza cargada de significados que transmite a través del lenguaje escultórico, gráfico y conceptual. Y es que su punto de vista no es en absoluto el de una observadora imparcial: "A través de la naturaleza hablo de lo íntimo, lo político, lo histórico y lo social".

miradas compartidas El punto de partida de un conjunto importante de su labor creadora está en la familia. "La práctica fotográfica siempre ha estado presente con mi padre, José Gracia, y la afición al montañismo desde mi abuelo, Javier Azqueta", así que "subir al monte y hacer fotos del espectáculo que nos ofrece la naturaleza es parte del patrimonio que he heredado de mi familia", declara la artista, que confiesa que hoy en día sigue practicando ese ritual con su padre, "y nos intercambiamos las fotos, las miradas del otro. Me apropio de su imaginario, de su mirada y la reproduzco como mía", indica.

Junto a la línea familiar masculina, la femenina. Y es que al tiempo que se asoma al mundo con los ojos de su padre, recorre la cartografía de la piel de su madre. Y lo hace a través de piezas especiales confeccionadas a partir de un molde de escayola de su busto sobre las que coloca verdaderas joyas pectorales de cristal y plata, collares que se adaptan a la anatomía de María Pilar Azqueta y que simbolizan los ríos y pantanos del Valle de Tena. Sin duda, la tierra está muy presente en el trabajo de la creadora pamplonesa, hasta el punto de que la traslada también a los objetos del interior, a muebles y útiles cotidianos, en un "intento de domesticación del espacio natural, de llevarnos la naturaleza a casa, porque en realidad somos naturaleza", subraya.

mujeres alpinistas Sobre su uso de distintos materiales y técnicas, Gracia Azqueta afirma que le gusta experimentar y aprender. Y este año se le presenta bastante bien, ya que al margen de esta muestra, estos días participa en Regards de femme en la Casa de Velázquez dentro del festival Miradas de mujeres. En el mismo espacio desarrollará a finales de año un proyecto sobre mujeres alpinistas que realiza en estos momentos. "Las que quieran ponerse en contacto conmigo pueden hacerlo a través de mi página web (amaiagracia.com)", anuncia, satisfecha del momento profesional que vive. "Mi trabajo está interesando en el ámbito de la creación y la investigación", por eso tiene trabajo para todo este año y parte del que viene.