Barcelona
LA misión del Cirque du Soleil es invocar la imaginación, provocar los sentidos y evocar las emociones de la gente alrededor del mundo". Es lo que predican a los cuatro vientos los promotores de este circo romántico y conmovedor, y parece que han acertado con la fórmula, porque más de 100 millones de espectadores han visto algunos de los espectáculos de Cirque du Soleil desde 1984, fecha en la que un grupo de zancudos y clowns decidieron formar esta compañía atípica.
Durante estos días han recalado en Barcelona, y el mismo espectáculo que se ha visto en el Palau Sant Jordi se podrá disfrutar el año que viene en el Bilbao Arena de Miribilla, que sustituirá a la carpa que se montaba tradicionalmente en Botica Vieja (Zorrotzaurre).
Se trata de Dralion, una producción que ha sido aclamada por más de siete millones de personas a nivel mundial desde su estreno en Montreal, Canadá, en 1999, y que ya visitó Bilbao en 2005, cosechando éxito de público y crítica. "Aunque el espectáculo se llama de la misma forma, habrá cambios respecto al que se presentó en 2005, porque nosotros siempre vamos innovando, cada número y cada artista incorpora nuevos elementos a su actuación y eso dotará de muchas novedades a Dralion, una propuesta tan grandiosa como dinámica", aclaran los responsables del Circo canadiense.
Dralion es la fusión de 3000 años de tradición de las artes acrobáticas chinas con el enfoque multidisciplinar de Cirque du Soleil. "Se inspira en la filosofía oriental y su búsqueda incesante de la armonía entre los seres humanos y la naturaleza", detallan sus promotores. El nombre de este espectáculo (pronunciado Dra-lee-on) se debe a sus dos criaturas emblemáticas: el dragón, que simboliza el Este, y el león, el Oeste. En Dralion los cuatro elementos que rigen el orden natural adquieren forma humana. De esta manera, cada elemento es representado por un color: el aire es azul, el agua es de color verde, el fuego es rojo y la tierra ocre. En el mundo de Dralion las culturas se mezclan, el hombre y la naturaleza son uno, y juntos alcanzan el equilibrio.
Más de 50 acróbatas, gimnastas, payasos, músicos y cantantes de 15 naciones diferentes dan vida a Dralion, un regalo para los sentidos que desafía las leyes de la naturaleza.
Jonathan Morin, canadiense de 36 años, es uno de esos artistas. Lleva 28 años haciendo acrobacias y 15 integrado en las filas del Cirque du Soleil. Él es Kala, el corazón de la rueda que representa el tiempo y el ciclo infinito, pero, por encima de todo, es un hombre enamorado de su trabajo: "Me costó seis años perfeccionar esta rueda cruzada y llevo dos años con ella, actuando en Dralion. Es una rueda especial, mágica, que se mueve de forma especial y desconcierta al público". Pero avisa: "Nosotros no somos meros atletas. Además de la técnica y la precisión, cuidamos mucho la puesta en escena y eso se aprende con los años. El artista tiene que hacer que el público sienta algo que no va a olvidar nunca". Otra vez la emoción, combustible principal de Dralion.