Bilbao
El cambio es un instante". El discurso tranquilo y conciso del pintor José Luis Zumeta (Usurbil, 1939) contrasta con la celeridad con que esboza las pinceladas al lienzo. Unas veces con mayor fluidez que otras, consigue ordenar el caos creativo inicial, y aportar luz donde, hace apenas unas milésimas, predominaba la más absoluta oscuridad. Para el artista guipuzcoano, el proceso artístico en sí es más importante que el resultado. Parece que esta convicción ha pesado más que su reserva hacia las cámaras a la hora de acceder a rodar el largometraje documental Sin título 200x133, dirigido por Enara Goikoetxea y Monika Zumeta. "Eso y que, como él mismo ha reconocido, no podía negarse a su hija", bromea esta última.
El filme, de 82 minutos de duración y producido por Moztu Filmak y Sonora Estudios, muestra el proceso de creación de dos pinturas de Zumeta, desde la misma construcción del lienzo hasta su exposición en el antiguo edificio de Bomberos de Donostia, el pasado mes de junio.
"Estaba acostumbrada a ver al aita pintando, pero la verdad es que nunca me había detenido a observar cómo crea una obra de la nada", comenta. "Para mí, ha sido toda una sorpresa, he tenido la oportunidad de descubrir aspectos de mi padre que desconocía por completo", apostilla. El documental se estrenará este lunes 23 en los cines Príncipe de Donostia, dentro de la sección Zinemira del festival de cine donostiarra. "Es muy asequible para todos los públicos, creemos que el proceso creativo de Zumeta atrapará al espectador y que incluso saldrá de la sala con muchas ganas de pintar", asegura la realizadora Enara Goikoetxea, quien habla por experiencia propia: "No fui la única del equipo de grabación que, sin darse cuenta, se sintió transportada a la niñez". Uno de los aspectos que más les llamó la atención fue la rapidez de la pintura de Zumeta. "El primer cuadro lo pintó rapidísimo, hasta tal punto que si tenías que cambiar la tarjeta de memoria de la cámara o algo parecido, corrías el riesgo de perder una parte significativa del proceso", recuerda Goikoetxea. "Aquello de que una simple pincelada podía cambiar el cuadro por completo me sonaba algo un tanto intelectual, pero tras rodar este documental he podido comprobar que es cierto", admite.
Perderse en el camino Por suerte para el equipo técnico, Zumeta sufrió un bloqueo creativo en el segundo cuadro, que le obligó a detenerse a repensar su obra, a sentarse frente a ella y, en silencio, contemplarla. "Ese momento fue precioso, ver cómo un artista se pierde en su camino, en la búsqueda de aquello que desea expresar", opina la codirectora. "Ha resultado muy interesante para el documental recoger esa contrapartida a la veloz inspiración del primer cuadro; y no fue nada planificado, simplemente, ocurrió". Con todo, reconoce que han realizado una gran labor de posproducción -"sobre todo de sonido"-, a fin de compensar la inmediatez creativa de Zumeta. "Desde el primer momento nos concienciamos de que ningún problema técnico detendría el proceso".
Así, el grito de ¡corten! lo pronunciaba implícitamente el propio Zumeta, bien para elegir otros materiales o bien para detenerse y reconducir el curso de la obra. En el documental, el desarrollo de los cuadros se intercala con pequeñas entrevistas a personas cercanas al pintor: Carmelo Ortiz de Elguea, Mari Sol Bastida, Gonzalo Jáuregui, María José Aranzasti y José Luis Merino completan el reparto de este largometraje.
Respeto mutuo El que fuera uno de los precursores del grupo artístico Gaur, confiesa ante la cámara su deseo de ser "menos caótico". El equipo de Sín título confirma que la única rutina de Zumeta es "pintar todos los días", y que cuando se sitúa ante el lienzo, no hay nada pre-establecido, "el cuadro le va llevando a su meta", apunta su hija Monika. Para lograr que la intromisión al espacio del artista fuera lo mínima posible, se procuró un reducido equipo de grabación. "Hemos empleado mucho tele(objetivo), en pantalla parece que estamos muy cerca de él, pero hay un espacio de unos metros", precisa Goikoetxea, que valora el "reto" que ha supuesto para el pintor no el mero hecho de pintar ante una cámara, "sino ante varias personas", pues está acostumbrado a la soledad de su estudio.
"El respeto entre el equipo y el artista ha sido mutuo", asevera Monika Zumeta, a la vez que admite haber estado "en medio". Para ella, el momento crucial fue cuando el protagonista del documental presenció el montaje final. "Había visto imágenes, algunas secuencias, pero hasta que no vio el resultado final y nos dio el visto bueno -de hecho, dijo que le gustó mucho- se palpaba esa presión. Ambos nos quitamos un peso de encima", se sincera la codirectora, que evoca su peculiar infancia. "Me he criado en un entorno muy diferente al del resto de mis amigos, y es ahora cuando me doy cuenta de ello. De niña, me parecían lo más normal del mundo las visitas al estudio de mi padre: Els Joglars, la Orquesta Mondragón...", recuerda entre risas. Cuando les visitaron los de la formación de Gurruchaga, Zumeta les pintó a todos la cara y después salieron "de juerga" por el pueblo. "Otro día, me pintó la pierna de arriba abajo y yo, tan feliz, me puse minifalda para ir al colegio", agrega. "Así es como, casi sin darnos cuenta, con esos pequeños detalles cotidianos nos transmitía su pasión por la pintura".